Estudio-vida de Marcos, por Witness Lee

EL CRECIMIENTO Y EL DESARROLLO DE LA SEMILLA DEL REINO

Lo esencial que se revela en Marcos 4 es la semilla del reino, el gene del reino. El reino de Dios no se produce por medio de actividades ni por organizaciones. El reino de Dios es el propio Dios que se siembra en los seres humanos y se desarrolla en ellos hasta formar un reino.

Nos debe impresionar el hecho de que el reino de Dios no consista de enseñanzas, actividades ni sea algo que se organiza. Al contrario, el reino de Dios es el Dios Triuno, quien en Su encarnación, se siembra en Su pueblo escogido, para crecer y desarrollarse en ellos hasta formar un reino.

Esta breve definición del reino declara el elemento intrínseco de toda la enseñanza neotestamentaria. ¿Qué enseña el Nuevo Testamento? Nos enseña que el Dios Triuno se encarnó para sembrarse en Su pueblo escogido y desarrollarse en ellos hasta formar un reino. Este es el elemento intrínseco de la enseñanza neotestamentaria.

Si leemos el Nuevo Testamento con esta perspectiva, nos daremos cuenta que el Dios Triuno se hizo hombre. Cuando este hombre, Jesucristo, comenzó a predicar el evangelio y enseñar la verdad, se sembraba en las personas que lo oían. Esto indica que Su predicación y enseñanza eran en realidad una siembra de Sí mismo en las personas que lo oían. A medida que predicaba y enseñaba, sembraba Su palabra en los oyentes, y por medio de ésta se trasmitía a ellos. Así que, por conducto de Su Palabra, El, como Dios-hombre, el Dios Triuno en la humanidad, se sembraba en Su pueblo escogido. Predicar y enseñar eran la manera de sembrarse a Sí mismo como la semilla del reino. Cuando el pueblo escogido por Dios oía la palabra del Dios-hombre y la recibía, lo que recibía en realidad era a una persona maravillosa, una persona que es tanto el Dios Triuno como un hombre auténtico. De esto nos hablan los cuatro evangelios.

Los cuatros evangelios revelan al Dios Triuno encarnado. Este Dios-hombre vino a sembrarse en el pueblo escogido de Dios mediante la predicación y la enseñanza. Cuando los escogidos oían Su palabra y la recibían, recibían la semilla, el gene, del reino. Esta semilla, este gene, es el Dios encarnado, el Dios Triuno en la humanidad. En los evangelios se halla la siembra de la semilla del reino.

En el libro de Hechos está la propagación y expansión de dicha siembra. Aunque los evangelios también muestran esta propagación, primero, de un Sembrador a doce sembradores, y luego, de doce a setenta sembradores, en Hechos se produjeron cientos y aun miles de sembradores. Estos eran los que habían recibido la semilla, el gene, y que al recibirla, habían llegado a ser aptos para sembrarla en los demás. De esta manera se lleva a cabo la propagación de la siembra y la semilla.

En las epístolas, particularmente en 1 Corintios 3, vemos el crecimiento de la semilla, el gene del reino. En el versículo 9 Pablo dice: “Vosotros sois labranza de Dios”. En otro versículo del mismo capítulo dice: “Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios” (v. 6). En este capítulo vemos el crecimiento, el desarrollo de la semilla.

El desarrollo adicional del gene del reino se ve en el capítulo uno de 2 Pedro. Según el versículo 3, el poder divino “nos ha concedido todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad”. Estas cosas nos han sido dadas con el fin de que se lleve a cabo dicho desarrollo. En los versículos 5-7 encontramos una descripción del mismo: “Desarrollad abundantemente en vuestra fe virtud; en la virtud, conocimiento; en el conocimiento, dominio propio; en el dominio propio, perseverancia; en la perseverancia, piedad; en la piedad, afecto fraternal; en el afecto fraternal, amor”. Estos versículos presentan los pasos necesarios para que la semilla se desarrolle y madure. Pedro nos muestra que si experimentamos ese desarrollo “os será suministrada rica y abundante entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (v. 11). Así que, en las epístolas vemos claramente el desarrollo de la semilla del reino.

La cosecha de esta semilla se encuentra en el último libro del Nuevo Testamento, Apocalipsis. Según Apocalipsis 14, primero se producen las primicias y luego la cosecha. Apocalipsis 14:4 habla de los que “fueron comprados de entre los hombres como primicias para Dios y para el Cordero”. Luego en el versículo 15 vemos que la “mies de la tierra está madura”.

Las primicias de las que habla Apocalipsis 14 se componen de los que serán correyes de Cristo en el milenio. El milenio, los mil años, será el pleno desarrollo del gene del reino. Durante ese tiempo muchos de los que recibieron el gene del reino serán correyes de Cristo. En aquel entonces nuestro Padre podrá jactarse ante Su enemigo, diciéndole: “Pequeño Satanás, ¿dónde estás? Estás en el abismo. Satanás, quiero que mires Mi reino. En especial, quiero que mires a todos los que ahora son correyes de Cristo. Muchos de los que creyeron en Mi Hijo y recibieron el gene del reino son ahora correyes de El. Mi Hijo es el Rey, y todos los creyentes que vencieron son Sus correyes. Satanás, mira al Rey y a los correyes. ¡Cuán maravilloso es este reino!”

Nuestro Dios es el Dios perdurable, el Dios eterno, y para El no existe el elemento del tiempo. “Para con el Señor un día es como mil años, y mil años como un día” (2 P. 3:8). Desde la perspectiva de Dios, los mil años del milenio serán simplemente un día, en el cual exhibirá Su maravilloso reino. Pero para Satanás, la exhibición del reino durará mil años. Durante ese tiempo Satanás estará atado y en el abismo.

Al final del milenio Satanás será suelto, y se le permitirá rebelarse otra vez. En cuanto a esto, Apocalipsis 20:7-8 dice: “Cuando los mil años se cumplan, Satanás será soltado de su prisión, y saldrá a engañar a las naciones que están en los cuatro ángulos de la tierra, a Gog y a Magog”. Aunque Satanás será el que instigue la rebelión entre las naciones, no podrá tocar a los correyes, porque ellos habrán sido transformados por el gene del reino. Todo elemento de rebelión que está en la humanidad caída de los correyes habrá sido absorbido por el gene del reino. Por tanto, será imposible que Satanás, el maligno, instigue al pueblo que tiene el gene del reino a que se rebele contra Dios. No obstante, muchos de los que formarán parte de las naciones restauradas lo seguirán. Apocalipsis 20:9 habla del resultado de esta última rebelión: “Y subieron sobre la anchura de la tierra, y rodearon el campamento de los santos y la ciudad amada; y descendió fuego del cielo, y los consumió”. Las personas de entre las naciones restauradas que no participen en la rebelión serán trasladadas a la nueva tierra.

Dios establecerá un reino eterno en el cielo nuevo y la tierra nueva, y la Nueva Jerusalén será la capital. La Nueva Jerusalén estará compuesta de reyes, los cuales gobernarán las naciones que habrán sido plenamente restauradas. Entonces Dios tendrá un reino eterno, el cual será el pleno desarrollo del gene que fue sembrado en los evangelios por Jesús el nazareno, quien era el Dios Triuno en la humanidad.

¡Cuán maravilloso es el gene del reino que se sembró en los evangelios! Finalmente, este gene se desarrollará hasta formar el reino milenario que se menciona en Apocalipsis 20, y el reino eterno de Dios mencionado en Apocalipsis 21 y 22. ¡Alabado sea el Señor por este cuadro del gene del reino y su desarrollo!

(Estudio-vida de Marcos, capítulo 15, por Witness Lee)