Estudio-vida de Marcos, por Witness Lee

LAS PROMESAS Y LAS PROFECIAS SE CUMPLEN Y LA LEY ES QUITADA

Ya vimos que Dios primero dio las promesas, luego decretó la ley con el fin de preservar a Su pueblo escogido, y después envió profetas para que profirieran algunas profecías que confirmaran las promesas. A su tiempo, el que fue prometido, es decir, la simiente de la mujer y la simiente de Abraham, vino. No solamente vino, sino que también fue iniciado.

Usamos la palabra iniciado no en el sentido de dar origen a algo, sino de introducir a alguien en una nueva esfera. Por tanto, en el uso particular que le damos a esta palabra, iniciar equivale a investir. Podemos usar como ejemplo, la investidura de un presidente, al cual, después de ser elegido, se le conoce como el presidente electo. Más tarde, en el día del nombramiento, se le confiere la presidencia. Esta designación es su iniciación. Esto muestra cómo el Señor fue iniciado en Su ministerio.

El Señor Jesús nació como la simiente de la mujer y la simiente de Abraham para ser nuestro Salvador-Esclavo, destruir la serpiente y traer al Dios Triuno, quien es la vida eterna, como bendición. Sin embargo, a la edad de treinta años fue necesario que se le iniciara en Su ministerio. Los sacerdotes del Antiguo Testamento eran iniciados en el sacerdocio a la edad de treinta años, y de la misma manera, el Señor también fue iniciado en Su ministerio a la edad de treinta años. Por tanto, el Señor Jesús, como cumplimiento de las promesas y las profecías del Antiguo Testamento, nació como simiente de la mujer y como simiente de Abraham, y más tarde fue iniciado en Su ministerio.

Habiendo abarcado estos asuntos, podemos decir que el evangelio es el cumplimiento de las promesas y las profecías, y también la eliminación de la custodia de la ley. Esto significa que el evangelio es el cumplimiento de las promesas y las profecías relacionadas con la simiente única: la simiente de la mujer y la simiente de Abraham. Además, el evangelio cancela, anula y quita la custodia de la ley. Ya no dependemos de las promesas del Antiguo Testamento, ni de las profecías ni de la ley, porque Cristo, la simiente única, vino. Esta simiente es el cumplimiento de todas las preciosas promesas. Al tenerle a El, se cumplen las promesas, y por ser el cumplimiento de las promesas, también lo es de las profecías, las cuales fueron dadas para confirmar las promesas. Además, El elimina la custodia de la ley. Así que, la simiente única es el cumplimiento de las promesas y las profecías, así como la eliminación de la custodia de la ley.

La venida de Cristo trajo el cumplimiento de las promesas y las profecías, y la cancelación de la ley. La ley fue quitada, y los escogidos de Dios ya no están bajo su custodia. Ya dijimos que la ley se puede comparar a un redil donde se guardan las ovejas durante la noche. Al amanecer, ellas pueden salir del redil. De la misma manera, puesto que Cristo vino como cumplimiento de las promesas y de las profecías, ya no es necesario que el pueblo que Dios escogió esté bajo la custodia de la ley. Por el lado positivo, la ley fue un guardián, pero por el lado negativo, la ley fue una sujeción, una esclavitud. De todas formas, a la ley, junto con las promesas y las profecías, ya se le puso fin. La simiente de la mujer destruyó la serpiente, y la simiente de Abraham trajo al Dios Triuno como bendición. Además, Cristo también quitó la ley. Ya no estamos en la dispensación de la ley; ni en las promesas ni en las profecías, pues ya tenemos a Cristo.

Si vemos esto, entenderemos el significado de lo ocurrido en el monte de la transfiguración, cuando Pedro propuso que se hicieran tres tabernáculos; uno para Moisés, otro para Elías y otro para el Señor Jesús. Dicha sugerencia ofendió los cielos. Por tanto, Mateo 17:5 dice: “Mientras él aún hablaba, he aquí una nube luminosa los cubrió; y he aquí salió de la nube una voz que decía: Este es Mi Hijo, el Amado, en quien me complazco; a El oíd”. En el versículo 8 añade: “Y alzando ellos los ojos, a nadie vieron sino a Jesús solo”. Moisés representaba la ley, y Elías, a los profetas. El único Cristo lo es todo. El es el cumplimiento de las promesas y las profecías, y también el que quita la ley. Esto quiere decir que El es el reemplazo perfecto de todo el Antiguo Testamento. Este es el evangelio, las buenas nuevas, las buenas noticias. ¡Alabado sea el Señor por el evangelio! ¡Alabado sea el Señor porque Cristo es el cumplimiento de las promesas y las profecías, y también el que quita la ley!

Si entendemos qué es el evangelio, comprenderemos que Jacobo cometió un grave error en Hechos 21 y en su epístola, al hacer que los creyentes volvieran a la ley. Por un lado, predicaba a Cristo; por otro, guardaba a los creyentes bajo la ley, en el viejo redil, el cual Dios había abandonado. Volvió a introducir lo que el Señor había desechado. Es necesario que quede profundamente grabado en nosotros el hecho de que al tener el evangelio ya no tenemos la dispensación de la ley, ni las promesas ni las profecías. En su lugar, tenemos el evangelio como cumplimiento de las promesas y las profecías y como la eliminación de la ley.

Muchos cristianos hoy tienen un entendimiento superficial de las Escrituras. Conocen algunas palabras de la Biblia, pero no profundizan en las riquezas que éstas contienen. Usemos la palabra evangelio como ejemplo. En lugar de entender este asunto de manera superficial, debemos ver que el evangelio es el cumplimiento de todas las promesas y las profecías, y la eliminación de la ley. Por esta razón, los tres discípulos que estaban en el monte de la transfiguración, finalmente no vieron a nadie sino a Jesús solo. Ya no tenían las promesas, las profecías ni la ley; sólo tenían al Señor Jesús como simiente de la mujer y como simiente de Abraham. El es nuestro Salvador-Esclavo, y en efecto, El mismo es el evangelio.

(Estudio-vida de Marcos, capítulo 3, por Witness Lee)