TRES CASOS DE ENFERMEDADES
Hasta ahora hemos abarcado tres casos de enfermedades contenidos en el Evangelio de Marcos. El primero fue el de la suegra de Pedro (1:30-31), quien estaba enferma de fiebre. Esta fiebre, como dijimos, puede referirse al mal genio desenfrenado, el cual es anormal y desmesurado. Marcos emplea a una mujer para presentar esta condición, ya que esta clase de fiebre les da especialmente a las mujeres, y hace que se pongan muy susceptibles. Para poder ayudar a alguien que tiene esta fiebre, es necesario que nosotros mismos estemos sosegados. Entonces, poco a poco la persona también se sosegará.
En este evangelio el segundo caso de enfermedad es el del leproso (1:40-45), el cual representa a un pecador típico. La lepra es la enfermedad más contaminadora y contagiosa, y hace que la persona sea aislada de Dios y de los hombres; priva a su víctima de la comunión con Dios y con el hombre. Limpiar al leproso según se narra en 1:40-45, indica restaurar al pecador a la comunión con Dios y con los hombres. El leproso no sólo necesitaba ser sano, sino también ser limpio. Este caso era mucho más grave que el de la suegra de Pedro, pues ella no necesitaba ser limpia, sólo sana.
El tercer caso de enfermedad que se relata en este evangelio es el del paralítico (2:1-12), un hombre que estaba incapacitado como resultado de sufrir un parálisis. El caso de la suegra de Pedro y el del paralítico indican que los hombres son incapacitados por el pecado y que las mujeres tienen fiebre como resultado del pecado. En otras palabras, el mismo pecado que incapacita al hombre, también hace que la mujer “se encienda” en fiebre. Por tanto, podemos decir que las mujeres están enfermas de fiebre, y los hombres, de parálisis, o sea, que están incapacitados. Además, tanto los hombres como las mujeres son leprosos que necesitan ser limpiados.
Estos tres casos revelan que el Salvador-Esclavo sirve a los enfermos de fiebre, a los paralíticos y a los leprosos. El Señor nos sirve con Su potestad para perdonar y con su poder para limpiar. El perdona nuestros pecados, nos limpia y nos hace volver a Dios. Restaura nuestra comunión con Dios y con el hombre. Por El, nuestros pecados han desaparecido y tenemos a Dios como nuestro todo. Ahora disfrutamos a Dios como nuestra vida, nuestra luz y como el todo para nosotros. Nos deleitamos con el Señor. Este es el evangelio, y ésta es la manera de llevar a cabo el servicio evangélico.
(
Estudio-vida de Marcos, capítulo 8, por Witness Lee)