LOS QUE SE ARREPIENTEN
SON LLEVADOS AL SALVADOR-ESCLAVO
Marcos 1:5 dice: “Y salían a él toda la región de Judea, y todos los de Jerusalén; y eran bautizados por él en el río Jordán, confesando sus pecados”. Judea era una región en la que se encontraban la ciudad santa, el templo santo y una cultura elevada; por tanto, era una región de honra. No obstante, el versículo 5 dice que toda la región de Judea y todos los de Jerusalén salían a Juan el Bautista. Cuando las personas se arrepentían al oír la predicación de Juan, éste las sumergía en las aguas de muerte para sepultarlas, ponerles fin y así prepararlas para ser resucitadas por el Salvador-Esclavo, quien los hacía germinar con el Espíritu Santo al confesar ellas sus pecados.
Bautizar significa sumergir, sepultar, en agua; por tanto, el bautismo representa la muerte. Juan el Bautista bautizaba para mostrar que los arrepentidos solamente servían para ser sepultados. Dicho bautismo también significaba que se le ponía fin a la vieja persona, y que el bautizado podía experimentar un nuevo comienzo en resurrección, por medio de Cristo como el dador de vida. Por consiguiente, después del ministerio de Juan, vino Cristo. El bautismo de Juan no solamente puso fin a los que se habían arrepentido, sino que también los llevó a Cristo para que tuvieran vida. En la Biblia el bautismo implica muerte y resurrección. Ser bautizado en agua equivale a ser puesto en la muerte y sepultado allí, mientras que ser levantado del agua significa resucitar de la muerte.
Marcos 1:7 dice referente a Juan el Bautista: “Y predicaba, diciendo: Viene tras mí el que es más fuerte que yo, a quien no soy digno de desatar, agachado, la correa de Sus sandalias”. Aunque Juan predicaba un bautismo de arrepentimiento, la meta de su ministerio era una persona maravillosa: Jesucristo, el Hijo de Dios. Juan no se hizo así mismo el centro de su ministerio, como si fuera un imán que atraía a otros. Comprendía que sólo era un mensajero enviado por Jehová de los ejércitos para traer a las personas al Hijo de Dios, Jesucristo, y para exaltarlo a El como la meta de su ministerio.
Juan el Bautista predicaba el arrepentimiento y bautizaba a los que se arrepentían, poniendo fin así a su vida pasada. Esta terminación preparaba el camino y enderezaba las sendas para que el Salvador-Esclavo entrara en los penitentes. El ministerio de Juan consistía en llevar a las personas al Salvador-Esclavo; así que les decía que él mismo no era la meta de su ministerio, sino uno que venía después de él y que era mayor que él. Incluso les decía que no era digno de desatar la correa de las sandalias del que venía.
(Estudio-vida de Marcos, capítulo 4, por Witness Lee)