Estudio-vida de Marcos, por Witness Lee

LA INICIACION DEL SALVADOR-ESCLAVO

Bautizado

Marcos 1:9 dice: “Aconteció en aquellos días, que Jesús vino de Nazaret de Galilea, y fue bautizado por Juan en el Jordán”. Galilea era llamada “Galilea de los gentiles” y era una región sin honra y, por ende, una región menospreciada (Jn. 7:52), y Nazaret era una ciudad menospreciada ubicada en aquella región despreciada (Jn. 1:46). El humilde Esclavo de Dios fue criado allí y ese era Su origen.

Como Esclavo de Dios, el Salvador-Esclavo también fue bautizado, lo cual significa que estaba dispuesto a servir a Dios y que lo haría por medio de la muerte y la resurrección y no según la manera natural del hombre. Dicho bautismo fue la iniciación de Su servicio.

El Señor fue bautizado para dejarse poner en la muerte y en la resurrección a fin de ministrar en resurrección y no en la manera natural. Al ser bautizado, pudo vivir y ministrar en resurrección aun antes de pasar por la muerte y la resurrección tres años y medio más tarde.

Puesto que el bautismo que Juan proclamaba era el bautismo de arrepentimiento, puede ser que algunos se pregunten por qué fue necesario que él bautizara al Señor Jesús. Quizás digan: “Este bautismo es de arrepentimiento. ¿Debía arrepentirse el Salvador-Esclavo? Seguramente El no necesita arrepentirse”. Si tenemos tal concepto, es posible que no entendamos el verdadero significado del arrepentimiento. El arrepentimiento le pone fin a nuestra manera de pensar, nuestro concepto, nuestra filosofía y la manera en que obramos. Por tanto, arrepentirse no es simplemente sentir remordimiento por el mal que uno ha hecho. Este concepto del arrepentimiento es muy superficial. Aun si la persona no hubiera cometido ningún error, de todos modos necesitaría arrepentirse, es decir, cambiar su manera de pensar, dejar de actuar por sí misma y de ser lo que es en sí misma. Arrepentirnos significa que dejamos de vivir, obrar y tener nuestro ser en nosotros mismos y para nosotros mismos. Si comprendemos esto, veremos que el hecho de que el Señor se bautizara muestra que no quería vivir, actuar, hablar ni obrar por Sí mismo. Deseaba que se le diera fin y se le sepultara. Así que, por Su bautismo indica que no viviría, hablaría, no haría nada por Sí mismo, sino que viviría, andaría y ministraría por Dios. Sería un Esclavo para Dios y por Dios; por eso se bautizó. Su bautismo fue el primer paso de Su iniciación en Su servicio evangélico, es decir, en el ministerio del evangelio.

En 1:10-11 se escribe lo siguiente del Señor Jesús: “E inmediatamente, cuando subía del agua, vio abrirse los cielos y al Espíritu descender como paloma sobre El. Y vino una voz de los cielos que decía: Tú eres Mi Hijo, el Amado; en Ti me complazco”. La narración de Marcos acerca del Esclavo no refleja el esplendor de Su persona, sino la diligencia de Su servicio. En dicha narración, la palabra griega traducida inmediatamente se usa cuarenta y una veces (y en otros manuscritos cuarenta y tres veces).

El hecho de que los cielos se abrieran ante el Salvador-Esclavo significa que Dios había aceptado Su ofrecimiento voluntario en calidad de Esclavo. El descenso del Espíritu como paloma sobre El significa que Dios le ungió con el Espíritu para el servicio que le iba a rendir (Lc. 4:18-19). Una paloma es dócil, y sus ojos sólo pueden ver una cosa a la vez. Por lo tanto, representa docilidad y pureza en visión y propósito. Por haber descendido el Espíritu de Dios como paloma sobre el Señor Jesús, El pudo ministrar con docilidad y con un solo propósito, centrándose únicamente en la voluntad de Dios.

En los versículos 10-11 se puede ver el Dios Triuno. El descenso del Espíritu fue el ungimiento de Cristo, mientras que el hablar del Padre atestiguaba que Cristo es el Hijo amado. Esto muestra un cuadro de la Trinidad Divina: el Hijo subió del agua; el Espíritu descendió sobre el Hijo; y el Padre habló del Hijo. Esto muestra que el Padre, el Hijo y el Espíritu existen simultáneamente, lo cual tiene como fin realizar la economía de Dios.

Puesto a prueba

Hemos visto que el bautismo fue el primer paso en la iniciación del Señor en Su ministerio. Ahora debemos ver que el segundo paso consiste en que fue puesto a prueba. Después de ser bautizado, el Señor necesitaba ser probado en Su integridad.

Acerca de esto el versículo 12 dice: “En seguida el Espíritu le impulsó al desierto”. Lo primero que hizo el Espíritu con el Esclavo de Dios después de que Dios lo aceptó y lo ungió, fue lanzarlo al desierto para poner a prueba Su integridad. La palabra impulsó es una palabra muy severa, e indica que el Señor, después de Su bautismo, estaba totalmente bajo la mano de Dios. Debido a que no vivía ni se conducía por Sí mismo, el Espíritu de Dios pudo impulsarlo al desierto. El Señor fue muy sumiso cuando fue lanzado al desierto. Si Su voluntad hubiera sido fuerte y se hubiera resistido, el Espíritu no habría podido impulsarlo. Pero debido a que Jesús, una persona bautizada, fue muy sumiso, el Espíritu Santo pudo impulsarlo al desierto. Su sumisión al Espíritu muestra que El experimentó fielmente el significado de Su bautismo. Con respecto al Señor, no era “yo” quien vivía sino Dios.

El versículo 13 dice: “Y estuvo en el desierto cuarenta días, siendo tentado por Satanás; y estaba con las fieras, y los ángeles le ministraban”. El número cuarenta representa un tiempo de pruebas y sufrimiento (Dt. 9:9, 18; 1 R. 19:8). Satanás, el enemigo de Dios, fue usado para examinar y probar al Esclavo de Dios. Las fieras de la tierra, en un sentido negativo, y los ángeles del cielo, en un sentido positivo, también fueron usados para esta prueba. ¡Alabado sea el Señor por pasar la prueba en el desierto!

El Señor fue introducido en Su servicio por medio de los dos pasos que constituyen Su iniciación: el bautismo y la prueba. Habiendo sido puesto a prueba y quedado demostrado que El era la persona adecuada para llevar a cabo este servicio, el Señor ahora podía entrar en el servicio que le rendiría a Dios.

(Estudio-vida de Marcos, capítulo 4, por Witness Lee)