EL DIOS TRIUNO:
EL PADRE, EL HIJO Y EL ESPÍRITU
Juan 1:1 dice: “En el principio era la Palabra, y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios”. Esto nos muestra que la Palabra jamás puede ser separada de Dios, pues los dos son uno. La Palabra es la definición, explicación y expresión de Dios. Esta Palabra no sólo proclama a Dios, sino que también imparte a Dios en el hombre, porque esta Palabra es el Dios definido, explicado y expresado. Un día esta Palabra se hizo carne (v. 14). Aquel que se hizo carne era la Palabra, quien era Dios, el Dios Triuno completo. El que la Palabra se hiciera carne equivalía a que el Dios Triuno llegara a ser un hombre de carne. De este modo, Él llegó a ser un Dios-hombre sin pecado, pues era el Dios completo así como el hombre perfecto, Aquel que poseía tanto divinidad como humanidad. Éste es Jesús y también es el Dios Triuno.
Este Dios-hombre Jesús permaneció en la tierra con los discípulos por tres años y medio. Un día, uno de Sus discípulos, Felipe, le dijo: “Señor, muéstranos el Padre, y nos basta” (14:8). Después que el Señor Jesús oyó esto, le contestó: “¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a Mí, ha visto al Padre [...] Las palabras que Yo os hablo, no las hablo por Mi propia cuenta, sino que el Padre que permanece en Mí, Él hace Sus obras” (vs. 9-10). El Señor estaba reprendiendo a Felipe y pareció decirle: “¿Por qué me preguntas? ¿No sabes que Yo soy simplemente el Padre?”. Esto nos muestra que el Segundo del Dios Triuno, el Hijo, es el Primero del Dios Triuno, el Padre. El Hijo es el Padre.
Después de esto, el Señor Jesús dijo: “Yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de realidad [...] permanece con vosotros, y estará en vosotros. No os dejaré huérfanos; vengo a vosotros” (vs. 16-18). Este Espíritu de realidad es simplemente el Señor mismo. Esto muestra que Cristo en la carne pasó por la muerte y la resurrección para llegar a ser el Espíritu de vida. Este Espíritu de vida es el Cristo pneumático. Este Espíritu es la realidad de Cristo (1 Jn. 5:6, 20), quien hace a Cristo real en los creyentes. Por consiguiente, el Tercero del Dios Triuno, el Espíritu, es también la realidad del Segundo, el Hijo. Además, el Señor Jesús les dijo a los discípulos: “En aquel día vosotros conoceréis que Yo estoy en Mi Padre, y vosotros en Mí, y Yo en vosotros” (Jn. 14:20). “Aquel día” se refiere al día de la resurrección del Señor. En el día de Su resurrección, el Tercero del Dios Triuno, el Espíritu, quien es el otro Consolador, entró en los discípulos con toda la realidad del Dios Triuno para permanecer en ellos. En aquel tiempo, los discípulos supieron que el Hijo estaba en el Padre, que ellos estaban en el Hijo y que el Hijo estaba en ellos. Debido a que el Hijo está en el Padre, cuando el Hijo entra en nosotros, el Padre entra también en nosotros. El Dios Triuno —el Padre, el Hijo y el Espíritu— se une a nosotros, los creyentes, como una sola entidad.
El Dios Triuno y el hombre tripartito
Juan nos reveló en Su Evangelio que el Dios a quien adoramos y servimos, Aquel en quien creemos y por quien vivimos, es el Dios Triuno: el Padre, el Hijo y el Espíritu. Pablo también nos reveló en sus epístolas que nosotros los que hemos sido creados por Dios somos hombres tripartitos, compuestos de espíritu, alma y cuerpo. El Dios Triuno —el Padre, el Hijo y el Espíritu— es misterioso y no es simple en absoluto. Las tres partes de nuestro ser —el espíritu, el alma y el cuerpo— también son misteriosas y no son simples. Cuando vamos a la escuela para recibir una educación, estamos satisfaciendo la necesidad del alma a fin de tener un alma fuerte. En la escuela también hacemos ejercicio. Esto satisface la necesidad del cuerpo a fin de tener un cuerpo fuerte. Pero aunque estudiamos y participamos en actividades físicas, a menudo nos sentimos vacíos. Esto se debe a que nuestro espíritu no está satisfecho. Nuestro espíritu necesita ser lleno de Dios. Necesitamos a Dios. Sólo Dios puede “encender” nuestro espíritu. Si estamos bien en las tres partes de nuestro ser, seremos personas que son saludables en el cuerpo, fuertes en el alma y resplandecientes en nuestro espíritu.
En Romanos 8:9-10 Pablo dijo: “Mas vosotros no estáis en la carne, sino en el espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene al Espíritu de Cristo, no es de Él. Pero si Cristo está en vosotros, aunque el cuerpo está muerto a causa del pecado, el espíritu es vida a causa de la justicia”. Aquí podemos ver que el Espíritu de Dios es simplemente el Espíritu de Cristo. Los dos son un solo Espíritu, y Cristo es estos dos Espíritus. Por lo tanto, el Espíritu de Dios, el Espíritu de Cristo y Cristo mismo —estos tres— son uno solo. Después de esto, Pablo dijo: “Y si el Espíritu de Aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, Aquel que levantó de los muertos a Cristo vivificará también vuestros cuerpos mortales por Su Espíritu que mora en vosotros” (v. 11). Esto significa que si permitimos que el Espíritu del Dios Triuno more en nosotros, en nuestra experiencia no estaremos en la carne, sino en el espíritu. Si esto sucede, Él como Espíritu se extenderá de nuestro espíritu a nuestra alma, representada por la mente, y finalmente vivificará aun nuestro cuerpo mortal.
(
Estudio más profundo en cuanto a la impartición divina, Un, capítulo 4, por Witness Lee)