EL PROCESO DE SANTIFICACIÓN,
RENOVACIÓN, TRANSFORMACIÓN,
CONFORMACIÓN Y GLORIFICACIÓN
Finalmente, todo nuestro ser será saturado de la gloria divina, lo cual significa que nuestro cuerpo será redimido (8:30b, 23). Cuando Cristo regrese, nosotros recibiremos la plena filiación, esto es, la transfiguración de nuestro cuerpo, la cual lo hará igual a Su cuerpo glorioso. Desde que el hombre cayó, su cuerpo se ha degenerado; puede pecar, puede hacer el mal y puede cansarse y enfermarse. La última etapa de la obra del Dios Triuno como ley del Espíritu de vida en nosotros consiste en redimir nuestro cuerpo. Conforme al principio en el cual Dios nos regenera en nuestro espíritu por Su Espíritu, nuestro cuerpo de pecado, que es de muerte y mortal, será completamente saturado de la gloria de Su vida y naturaleza, dando por resultado que este cuerpo será transfigurado y llegará a ser igual al cuerpo resucitado y glorioso de Su Hijo. Ésta es la última etapa de Su salvación completa.
Esto nos permite ver que la salvación del Señor es simplemente el Señor mismo. Él fue procesado al pasar por la encarnación, el vivir humano, la crucifixión y la resurrección para llegar a ser el Espíritu vivificante, compuesto y todo-inclusivo que entra en nosotros a fin de ser una ley. Esto es algo tremendo. Cuando yo era joven, leí en Romanos 8 acerca de la ley del Espíritu de vida, pero como no entendía lo que era, no pude hablar nada al respecto. Después de muchos años no sólo he podido obtener un conocimiento más profundo, sino que también he tenido más experiencias prácticas. Ahora, junto con lo que he leído en las biografías de otros creyentes y la confirmación de sus experiencias, puedo hablarles acerca de este tema.
Cuando la ley del Espíritu de vida nos regula interiormente, nos unge con el elemento divino de Dios. Podemos comparar esto a la acción de pintar; la pintura la aplicamos capa tras capa. Cuanto más pintemos, más capas de pintura habrá. El Dios Triuno nos unge sin cesar de esta manera, introduciéndonos el elemento de Dios para que podamos crecer y ser transformados. A esto se refería Pablo cuando dijo que nosotros crecemos “con el crecimiento de Dios” (Col. 2:19).
Además, este elemento divino con el que somos ungidos tiene una capacidad santificadora, pues nos santifica. Himnos, #359 dice:
Eres Tú mi vida,
Vives en mí ya,
Y la plenitud de
Dios me infundirás;
Trae Tu santa esencia
Santificación,
Y me da victoria
Tu resurrección.
Soló la naturaleza santificadora que está presente en el elemento de vida de Dios puede santificarnos. Esto es diferente de las experiencias de los sabios del Confucionismo, quienes eran un producto del refinamiento humano. Sin embargo, nuestra santificación es producto de la obra santificadora de la vida de Dios.
Conforme al Nuevo Testamento, la obra santificadora del Espíritu de vida se lleva a cabo en tres etapas. Primeramente, en el momento en que nos arrepentimos y creímos, Él nos buscó y nos separó de los demás pecadores, convenciéndonos de pecado (1 P. 1:2; Jn. 16:8). Segundo, en el momento de nuestra salvación, Él nos santificó en cuanto a posición (1 Co. 6:11). Tercero, mientras procuramos crecer en vida, Él nos santifica en nuestro modo de ser (Ro. 6:19, 22). Esta clase de santificación no sólo afecta nuestra posición, separándonos de una posición común y mundana a una posición que es de Dios y está a favor de Dios; también es una transformación de nuestro modo de ser, según la cual todo nuestro ser es saturado de la naturaleza santificadora de Dios por medio de Cristo como Espíritu vivificante para transformar nuestro elemento natural en un elemento espiritual.
Ahora debemos ver detalladamente cómo esta ley del Espíritu de vida nos santifica. Primeramente, ella renueva nuestra mente. El significado de la renovación es que una esencia nueva se añade a nosotros, de modo que experimentamos un cambio metabólico. Después que el Espíritu de vida nos unge con el nuevo elemento de Dios, este elemento nuevo reemplaza y desecha el elemento viejo y natural presente en nosotros. Desde nuestra juventud cuando empezamos a entender las cosas, y a través de los años en los cuales hemos trabajado en la sociedad, hemos desarrollado ciertos conceptos y opiniones. Después que fuimos salvos, la ley del Espíritu de vida empezó a ungirnos. Esta unción produce un efecto, el cual reemplaza nuestra esencia vieja, a fin de que recibamos los conceptos y pensamientos de Dios, y así nuestro punto de vista en cuanto a nuestra vida humana, en cuanto al mundo, la humanidad y nuestro destino futuro cambia completamente de las tradiciones de los hombres a la revelación de Dios. En esto consiste la renovación de la mente.
Además, Romanos 12:2 dice que nosotros debemos ser transformados por medio de la renovación. No sólo nuestra mente necesita ser renovada, sino que también nuestra alma necesita ser transformada. La mente es la parte principal del alma. Cuando la mente sea renovada, el alma espontáneamente será transformada. La transformación es el proceso interno y metabólico de la obra de Dios. Este proceso propaga la vida y naturaleza de Dios a todo nuestro ser, especialmente a nuestra alma, incluyendo nuestra parte emotiva, voluntad, criterio, gozo, enojo, tristeza y placer. La vida y la naturaleza de Dios entonces llegan a ser nuestro elemento nuevo y divino que poco a poco reemplaza nuestro elemento viejo y natural. Como resultado, somos poco a poco transformados a Su imagen.
La renovación y la transformación son el resultado de la operación del Dios Triuno como ley del Espíritu de vida en nosotros. Si continuamente esperamos delante del Señor, tenemos comunión con Él, cooperamos con Él, nos sujetamos a Él en todo y le damos plena libertad en nuestro ser, Él nos ungirá y operará en nosotros a diario, añadiéndonos Su elemento divino poco a poco. De este modo, seremos santificados, nuestras mentes serán renovadas y nuestras almas serán transformadas. Más aún, Él de manera continua nos transformará hasta que veamos al Señor y seamos cambiados en imagen para ser perfectamente como Cristo, es decir, para que seamos hechos conformes a la imagen del Hijo primogénito de Dios.
¿Qué significa ser hechos conformes a la imagen del Hijo primogénito de Dios? Significa pasar por la muerte y la resurrección y expresar a Cristo en nuestro vivir. Himnos, #213 dice:
¡Oh, qué vivir! ¡Oh, qué solaz!
Pues Cristo vive hoy en mí.
Yo en la cruz con Él estoy,
Tal hecho en Él yo recibí.
Ahora ya no vivo yo,
Mas el Señor hoy vive en mí.
Eso es lo que significa ser conformados a la imagen del Hijo primogénito de Dios. Si vivimos bajo la ley del Espíritu de vida, espontáneamente llevaremos una vida en la que “ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí”, una vida en la que pasamos por la muerte y la resurrección, y poco a poco seremos conformados a la imagen del Hijo primogénito de Dios.
De este modo, bajo la unción del Espíritu de vida, podemos esperar a que venga el día de la redención de nuestro cuerpo. Aunque poseemos la vida divina en nuestro espíritu y estamos siendo renovados y transformados en nuestra alma, nuestro cuerpo aún no ha sido completamente saturado de la vida de Dios. Nuestro cuerpo sigue siendo la carne; todavía está unido a la vieja creación y sigue siendo un cuerpo de pecado y de muerte. Por lo tanto, tenemos que esperar anhelantes a que Cristo el Hijo de Dios venga del cielo. Para entonces, nuestro cuerpo de humillación será transfigurado y será conformado al cuerpo de Su gloria (Fil. 3:21). Cuanto más amemos al Señor y vivamos bajo la ley del Espíritu de vida, más seremos redimidos. No sólo nuestras mentes serán renovadas y nuestras almas transformadas, sino que también nosotros seremos hechos conformes a la imagen del Hijo primogénito de Dios. Finalmente, todo nuestro ser será saturado de la gloria divina. La muerte será absorbida por la vida, la corrupción será absorbida por la incorrupción, y nuestro cuerpo será completamente redimido. Cuando Cristo se manifieste, nosotros seremos manifestados con Él en gloria (Col. 3:4). Éste es el punto culminante de la salvación completa que Dios nos otorga. También es el resultado más elevado de la impartición de la ley del Espíritu de vida en nosotros. Hoy en día nos hallamos en este proceso de santificación, renovación, transformación, conformación y glorificación.
(Mensaje dado por el hermano Witness Lee en Sibu, Malasia el 28 de octubre de 1990).
(
Estudio más profundo en cuanto a la impartición divina, Un, capítulo 6, por Witness Lee)