“EXHORTO A LOS ANCIANOS
QUE ESTÁN ENTRE VOSOTROS,
YO ANCIANO TAMBIÉN CON ELLOS,
Y TESTIGO DE LOS PADECIMIENTOS DE CRISTO,
QUE SOY TAMBIÉN PARTICIPANTE DE LA GLORIA
QUE HA DE SER REVELADA”
En 1 Pedro 5:1 dice: “Exhorto a los ancianos que están entre vosotros, yo anciano también con ellos, y testigo de los padecimientos de Cristo, que soy también participante de la gloria que ha de ser revelada”. El pensamiento principal de Pedro en cuanto a los ancianos es básicamente el mismo que el de Pablo. Debemos prestar especial atención a los puntos principales en la exhortación de Pedro.
En primer lugar, él exhorta a los ancianos como un anciano más entre ellos, como un testigo de los padecimientos de Cristo y como un participante de la gloria que ha de ser revelada. Aunque aquí Pedro se refiere directamente a lo que él era, todos los ancianos deben ser testigos de Cristo, especialmente de Sus padecimientos, y ser participantes de la gloria que ha de ser revelada. Esto indica que debemos llevar una vida que está absolutamente unida con Cristo, una vida que es Cristo mismo. Esta vida es una vida de sufrimientos en esta era y una vida de gloria en el futuro. La palabra griega traducida “testigo” también significa “mártir”. Si somos mártires, aquellos que participan en los padecimientos de Cristo, seremos partícipes de la gloria en la era venidera.
Los requisitos que deben cumplir los ancianos no están relacionados con la capacidad, sino que tienen que ver por completo con su vida, su vivir y su persona. Ser un testigo que participa en los padecimientos de Cristo y ser un participante de la gloria que ha de ser revelada son asuntos que no están relacionados con lo que podemos hacer sino con lo que somos. Es posible ser una persona muy competente y a la vez no ser un testigo de Cristo ni un participante de la gloria. Por lo tanto, debemos preocuparnos más por lo que somos que por lo que podemos hacer. Un anciano debe ser un mártir, alguien que participa en la vida de Cristo. Debemos llevar una vida de sufrimientos porque Cristo, quien es el que sufre hoy, es vida para nosotros. Este vivir nos prepara y capacita para ser participantes de la gloria venidera. Un pensamiento básico en el Nuevo Testamento es que primero viene el sufrimiento y después la gloria (Ro. 8:17; 1 P. 1:11). Si padecemos con Cristo, ciertamente reinaremos con Él. Sin embargo, el pensamiento principal aquí es que el ancianato depende no de lo que podemos hacer, sino de lo que somos y de la clase de vida que llevamos.
(Principios básicos en cuanto al ancianato, capítulo 9, por Witness Lee)