Experimentamos a Cristo como las ofrendas para presentarlo en las reuniones de la iglesia, por Witness Lee

CRISTO ES LAS OFRENDAS

Cristo es tipificado por el tabernáculo, pero sin ofrendas, no podría haber pan en la mesa. El pan que se ponía sobre la mesa provenía de las ofrendas. Por lo tanto, se necesita una segunda categoría de figuras: las ofrendas. El tabernáculo describe cómo Cristo nos conduce a Dios y cómo nos ofreció a Dios para que entremos en El y lo disfrutemos. Pero el tabernáculo no puede entrar en nosotros, ya que no podría ser nuestro alimento; sólo puede ser nuestra morada. Podemos comparar el tabernáculo con nuestra casa, la cual nos sirve de residencia. Cristo vino para ser nuestro tabernáculo. El vino con Dios para presentarnos ante El, y nosotros entramos en Dios. Ahora tenemos una morada. Pero si nuestra casa no tiene alimentos, seguimos vacíos y hambrientos. Entramos en la casa, pero en nosotros no ha entrado nada.

Tráfico en los dos sentidos

Cristo como tabernáculo vino a nosotros trayendo consigo a Dios. Como ofrenda El va a Dios llevándonos con El. Este es un tráfico de doble sentido. El vino a nosotros con Dios, y vuelve a Dios con nosotros. Como tabernáculo El vino a nosotros con Dios, y ahora como ofrendas El regresa a Dios con nosotros.

Cristo en nosotros

Son pocos los creyentes que han visto y experimentado debidamente estos dos aspectos. Muchos tienen solamente a Cristo como tabernáculo para entrar en El y experimentarlo, mas no lo tienen como ofrendas que puedan disfrutar, ni lo toman como su alimento. Hoy en día son pocos los creyentes que hablan de la manera de disfrutar a Cristo. A veces hablan de algo que experimentan de Dios o de Cristo, pero en muy raras ocasiones usan la palabra experimentar. Raras veces dirían: “Experimenté a Cristo”. Esto significa que no entienden correctamente que Cristo está en ellos. En nuestra experiencia, estar en Cristo significa experimentarlo como el tabernáculo. Podemos viajar por El y en El, pero tenerlo en nosotros es otro asunto. Tener a Cristo en nosotros no solamente es la esperanza de gloria, sino también el alimento de hoy. No se trata solamente de la gloria futura, sino del alimento diario. Cristo en nosotros es nuestro alimento diario.

En la actualidad muchos creyentes carecen de esto. Inclusive, algunos se oponen a nuestra declaración de que Cristo está en nosotros. Tienen el concepto de que Cristo es demasiado grande para estar en uno. Hay un himno famoso intitulado “Cuán grande es El”, que me agrada bastante; sin embargo, nosotros escribimos un himno con la misma música sobre lo pequeño que es El. El es tan pequeño que podemos comerlo (Jn. 6:57). El no solamente es grande, sino también lo suficientemente pequeño para ser ingerido; El lo es todo.

El tabernáculo sólo es una de las categorías de los tipos que muestran que Cristo vino con Dios para permitirnos entrar en El. Ahora El es las ofrendas de las que podemos participar y que podemos comer. Entrar en una casa no es lo mismo que ingerir alimentos. No compramos una casa todos los días, pero sí comemos varias veces al día.

Estos ejemplos nos muestran que muchas realidades espirituales tienen el mismo principio que las cosas físicas. Necesitamos morar en una casa física y comer alimentos físicos; del mismo modo, necesitamos que Cristo sea no solamente el tabernáculo, nuestra morada, sino también las ofrendas, nuestra comida. Si tenemos el tabernáculo sin las ofrendas, nos falta algo. Entrar en una casa puede considerarse algo más o menos permanente, pero las ofrendas son una necesidad cotidiana. Se hacía una ofrenda por la mañana y otra por la tarde (Ex. 29:39). Sucede algo parecido con nuestras comidas.

El tabernáculo conlleva principalmente la idea de que Dios está disponible para que lo experimentemos, no para disfrutarlo ni ingerirlo. Como tabernáculo, El está disponible para que entremos en El, pero no está disponible para ser ingerido. Para esto se necesitan las ofrendas, las cuales tipifican al Dios al cual podemos comer.

Se mezcla con nosotros

Las ofrendas también indican que Dios puede mezclarse con nosotros. Cuando entramos en el tabernáculo, quedamos unidos a él, pero no estamos mezclados con él, ya que tal cosa no es posible. Pero cada vez que ingerimos algún alimento, nos mezclamos con el mismo. Comer no produce una especie de unión, sino una saturación y una mezcla. Esta es la razón por la cual Levítico 7:10 y 12 menciona que algunas tortas eran amasadas con aceite. Todo lo que comemos va nuestras células y se mezcla con nuestrso tejidos. Si comemos algo inorgánico, como por ejemplo, una piedra, ésta no podría mezclarse con nosotros. Pero, si comemos algo que se origina en la vida, algo orgánico, lo digeriremos y asimilaremos, y llenará nuestro ser. Se mezclará plenamente con nuestro ser y se convertirá parte de nosotros. Por eso los dietistas afirman que uno es lo que come. Todo lo que comemos se convierte en nosotros mismos. La noción de la mezcla es profundo y se halla por toda la Biblia.

En Génesis 2 vemos que Dios creó al hombre y lo puso frente al árbol de vida, lo cual significa que Dios mismo había de ser su provisión de vida. Por tanto, el concepto de la comida ya estaba presente en Génesis 2. Cierto alimento había de llenar nuestro ser y mezclarse con nosotros. Más adelante, en Juan 6, cuando vino el Señor Jesús, afirmó que era el pan de vida (v. 35). En el versículo 57 se añade que todo aquel que lo coma vivirá por El.

Pablo continúa con el tema de la mezcla y dice que “el que se une al Señor, un espíritu es con El” (1 Co. 6:17). ¿Cómo podemos ser un solo espíritu con El? Porque El es el Espíritu, y nosotros también tenemos espíritu. Por la regeneración los dos espíritus se mezclan en uno solo. Si El se mezcla con nosotros, dicha mezcla tiene que ser del Espíritu. El concepto de la mezcla es muy profundo y se revela claramente en la Biblia. Sin embargo, el hombre ha sido cegado y sus ojos velados por el concepto natural, por las enseñanzas religiosas y por la teología tradicional. Pero ¡aleluya! Nuestro Dios es comestible y es nuestro alimento. Por ser el tabernáculo podemos entrar en El, y por ser las ofrendas El puede entrar en nosotros. Debemos testificar firmemente que estamos en Dios, y que El está en nosotros. Cristo es nuestro tabernáculo y también nuestras ofrendas.

(Experimentamos a Cristo como las ofrendas para presentarlo en las reuniones de la iglesia, capítulo 9, por Witness Lee)