Experimentamos a Cristo como las ofrendas para presentarlo en las reuniones de la iglesia, por Witness Lee

UN MORAR MUTUO

En el capítulo quince, el Señor dice a Sus discípulos que morarían en El y que El moraría en ellos. El sería la casa de ellos, y ellos la de El. Es un morar mutuo, o sea una casa en la que moramos recíprocamente El en nosotros y nosotros en El. Nosotros somos Su casa, y El la nuestra. Lo tomamos como nuestra casa, y El nos toma como casa Suya.

Creo que podemos dar testimonio de esto: nuestras experiencias cotidianas nos muestran que estamos conscientes de que estamos en el Señor y El en nosotros. A menudo he tenido esta sensación. A veces cuando he estado en un avión, me doy cuenta de que no sólo estaba en el avión, sino también en Cristo. Mientras estaba en Cristo, El estaba en mí. Esta sensación viene espontáneamente después de ofrecer a Cristo como ofrenda por el pecado y como ofrenda por las transgresiones. Podemos sentir espontáneamente que estamos en El y El en nosotros. Finalmente, comprendemos que Cristo no es solamente nuestra ofrenda por el pecado y nuestra ofrenda por las transgresiones, sino también nuestra morada. El se convierte en nuestra morada. Cuando uno llega a estar consciente de que El es su morada, entiende también que uno es la morada de El. Por eso hablamos de un morar mutuo.

Luego, en el capítulo dieciséis, el Señor Jesús añade: “Todo lo que tiene el Padre es Mío; por eso dijo que recibirá de lo Mío, y os lo hará saber” (v. 15). Esto indica que todo lo que el Padre tiene es corporificado en el Hijo. Todo lo que el Hijo es, se expresa por medio del Espíritu. Todo lo que el Espíritu es, está en nosotros. Esto significa que el Hijo es la corporificación del Padre, el Espíritu es la expresión del Hijo, y nosotros somos la expresión del Dios Triuno. El Dios Triuno —el Padre, el Hijo., y el Espíritu— están en nosotros, y nosotros somos Su morada.

(Experimentamos a Cristo como las ofrendas para presentarlo en las reuniones de la iglesia, capítulo 13, por Witness Lee)