LA OFRENDA POR LAS TRANSGRESIONES
SE CONVIERTE EN EL HOLOCAUSTO
Devolvámonos un poco para solucionar algunas dudas relacionadas con la ofrenda por el pecado y la ofrenda por las transgresiones. Examinemos primero cómo una de las dos aves de la ofrenda por las transgresiones se puede convertir en holocausto y cómo la otra puede presentarse como ofrenda por el pecado. Si leemos estos versículos limitados a la letra, no los entenderemos. Debemos acudir a nuestra experiencia, la cual nos será de mucha ayuda para entenderlos.
Observemos que no se menciona el holocausto cuando se trata del cordero para la ofrenda por las transgresiones. Unicamente se lo menciona al hablar de las dos tórtolas y los dos palominos. Un cordero tiene el debido tamaño para la ofrenda por las transgresiones; así que cuando ofrecemos a Cristo en dicha ofrenda, presentamos el tamaño normal de esa ofrenda. Por ejemplo, el papel de carta mide unos veinte centímetros por veintiocho. Si se usa papel más corto o menos ancho, ya no tiene el tamaño normal. El tamaño normal de un ofrenda por las transgresiones es el de un cordero, pero en muchas ocasiones no podemos ofrecer un cordero. Entonces ¿qué hacemos? Ofrecemos dos tórtolas o dos palominos. En otras palabras, deberíamos usar papel tamaño carta, pero como somos demasiado pobres y no tenemos lo suficiente, usamos un papel más pequeño.
Al no poder ofrecer un cordero, ofrecemos dos palominos. En ese caso, y debido a nuestra escasez, sentimos que el Señor Jesús es muy agradable y tierno. Aunque somos tan pobres que no podemos ofrecer un cordero, podemos ser aceptados si ofrecemos dos palominos. Esto nos infunde un sentir agradable y tierno. Cuando empezamos a sentir esto, brota el deseo de darnos incondicionalmente al Señor. Inmediatamente al menos la mitad de lo que ofrecemos al Señor por las transgresiones se convierte en holocausto.
El significado del holocausto es una entrega incondicional al Señor. El holocausto está dirigido exclusivamente al Señor, y a satisfacer a Dios. No se usa para expiar el pecado ni las transgresiones, sino para satisfacerlo a El. Repito que cuando ofrecemos a Cristo como ofrenda por las transgresiones, en una medida inferior a la normal, por ejemplo dos pequeños palominos, nos sentimos agradecidos para con el Señor por ser aceptos a pesar de nuestra pobreza e incapacidad de actuar como deberíamos hacerlo normalmente. Nos sentimos muy agradecidos, pues sentimos que el Señor es muy tierno con nosotros. En dado caso, en lo profundo de nuestro ser tenemos el sentir de que debemos darnos incondicionalmente al Señor. Esto significa que mientras disfrutamos a este Cristo que presentamos como ofrenda por las transgresiones, también lo disfrutamos, por lo menos en un cincuenta por ciento, como holocausto.
Muchas veces cuando he presentado a Cristo como ofrenda por las transgresiones y lo he hecho con una medida más reducida que la normal, me he sentido muy agradecido porque fui aceptado espontáneamente. Esto produjo en mí un sentir agradable de darme incondicionalmente a El. Al mismo tiempo me di cuenta de que no era capaz de hacerlo. Pero ¡le doy gracias a El porque El sí puede! El se dio incondicionalmente a Dios en mi lugar. Por lo tanto, oré espontáneamente: “¡Señor, gracias! Tú no eres solamente mi ofrenda por las transgresiones, sino también mi holocausto”. Este es el holocausto que proviene de la mitad de su ofrenda por las transgresiones, la cual es más pequeña que la ofrenda que normalmente ofreceríamos.
(Experimentamos a Cristo como las ofrendas para presentarlo en las reuniones de la iglesia, capítulo 7, por Witness Lee)