EL CUMPLIMIENTO Y LA APLICACION
Cristo se ofreció a Dios una sola vez para siempre a fin de ser nuestra ofrenda por el pecado, y esta ofrenda tiene mucha sangre. Es un hecho cumplido, pero no estamos hablando de eso, sino de nuestra experiencia. No nos referimos a lo que Cristo cumplió. El no podría efectuar nuestra redención sin derramamiento de sangre. ¡No! Esto ofendería a Dios. Eso jamás sería aceptado por Dios. Por eso, Cristo era el Cordero de Dios. “He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Jn. 1:29). Como tal, El tiene mucha sangre, la cual vertió en la cruz.
Carlos Wesley escribió un himno que habla de cinco heridas sangrantes, lo cual significa que toda Su sangre fue derramada en la cruz. Juan 19:34 dice claramente que mientras El moría en la cruz brotaron sangre y agua de Su cuerpo crucificado. El tenía mucha sangre, y la derramó toda para cumplir la redención por nuestro pecado. El énfasis aquí no es el cumplimiento de la redención efectuada por nuestro pecado, sino nuestra experiencia o nuestra aplicación de la redención. Cristo efectuó la redención por nuestro pecado en perfecta conformidad con los requisitos de Dios. ¡No le faltó nada! Pero cuando hablamos de aplicar la redención, de apreciarla, de ponerla en práctica o de experimentarla, estamos muy escasos. Aunque clamemos: “He aquí el Cordero de Dios”, no son más que palabras, pues nuestro verdadero aprecio no es un cordero, sino un puñado de harina fina.
(Experimentamos a Cristo como las ofrendas para presentarlo en las reuniones de la iglesia, capítulo 8, por Witness Lee)