UN TESTIMONIO DE LA VICTORIA DE CRISTO
El segundo aspecto de la luz adicional es éste: la reunión del pueblo de Dios es un testimonio de la victoria que Cristo obtiene en el pueblo de Dios sobre el enemigo. Observemos la situación. Cuando los hijos de Israel se encontraban bajo la tiranía de Faraón en Egipto, no había salvación, ni victoria. Todos los hijos de Israel, el pueblo de Dios, fueron vencidos y capturados; sufrían bajo aquella tiranía. Pero el hecho de que se reunieran junto al monte Sinaí, fue la evidencia de la victoria sobre Faraón, sobre Egipto, sobre Satanás y sobre todos los demonios.
Hoy las reuniones de la iglesia son una demostración de la victoria de Cristo en todos nosotros sobre todos los demonios y sobre el diablo. Si Cristo no hubiera vencido a Satanás, nosotros no podríamos estar reunidos. Podríamos estar en la playa, en el cine o en algún bar o en el estadio. Cuando estábamos en estos lugares, éramos capturados y estábamos bajo la tiranía de Satanás. Hace sesenta años yo estaba en esa situación, pero ya no. ¡Aleluya! Ahora estoy en el monte Sinaí reunido con todos los santos. El hecho de que estemos reunidos es un testimonio de la victoria de Cristo.
Nos reunimos en compañía
de una multitud
A veces observo que algunos santos no van a las reuniones como cautivos que fueron liberados. Aunque algunos santos me aconsejaron no hablar demasiado de Elden Hall (el primer salón de reuniones de la iglesia en Los Angeles), no puedo dejar de hablar de los años 1969, 1970, 1971 y 1972. Cuando los santos venían a las reuniones, ¡se veía la victoria! Los santos venían a las reuniones con gritos de júbilo, con alabanzas, con cánticos, con exclamaciones de ¡aleluya!
Como era de esperarse, algunos vecinos se molestaron por los gritos y los cánticos, y se quejaron ante la policía, la cual les dijo que antes de que se estableciera la iglesia allí, esa área era terrible, pues hasta se habían cometido homicidios en plena calle. Pero desde que la iglesia se estableció, el área se convirtió en un lugar agradable. Entonces alentaron a los vecinos a llevarse bien con nosotros o a mudarse a otro lugar. Esto sucedió más de una vez.
Cerca de trescientos santos vivían alrededor del salón, y muchas más personas venían a las reuniones. En ese entonces las reuniones empezaron en los hogares. Todavía recuerdo que di un mensaje usando Salmos 122:1, donde dice: “Yo me alegré con los que me decían: A la casa de Jehová iremos”. Recuerdo todavía las palabras de aliento que pronuncié: “¡No vengan solos a la reunión! ¡Vengan siempre con una multitud!” La palabra multitud se usa en Salmos 42:4, donde leemos: “Me acuerdo de estas cosas, y derramo mi alma dentro de mí; de cómo yo fui con la multitud, y la conduje hasta la casa de Dios, entre voces de alegría y de alabanza del pueblo en fiesta”. Alenté a los santos a ir a las reuniones acompañados, cantando, alabando, caminando y brincando, con regocijo y gritos de aleluya. Los santos lo hacían, y era maravilloso.
(
Experimentamos a Cristo como las ofrendas para presentarlo en las reuniones de la iglesia, capítulo 1, por Witness Lee)