EL PUEBLO QUE SE REUNE
En el Antiguo Testamento, descubrimos un pueblo, un hombre colectivo, que tipifica la iglesia. Debemos prestar mucha atención a este pueblo. Desde la noche de la Pascua siguieron reuniéndose. Tenían la Pascua en sus casas, aunque no considero eso una reunión. En cierto sentido, era una especie de reunión familiar, pero no había ninguna pascua individual. La Pascua no era una fiesta celebrada por individuos. Se preparaba en las casas. El cordero pascual no era inmolado por un individuo, sino por una familia.
Después de la Pascua se congregaban, o sea que hacían una reunión. Inmediatamente después de la Pascua se congregaron como ejército y empezaron a luchar. Puesto que debían formarse como ejército, esta formación era la reunión de ellos. Después de celebrar la primera Pascua los hijos de Israel llegaron a ser un pueblo de reuniones. No solamente se congregaban diariamente, sino también en la mañana y en la tarde. Podemos preguntarnos: ¿Cómo podríamos reunirnos nosotros así? Si leemos Hechos 2 y 4, percibiremos ese ambiente o por lo menos esa aspiración. Creo que los tres mil y los cinco mil mencionados aspiraban a permanecer juntos día y noche. Las reuniones de los hijos de Israel es una de las primeras cosas que deben dejar en nosotros una profunda impresión. Ellos se convirtieron en un pueblo que se reunía. Dios obraba por medio de esas reuniones, y no hacía nada fuera de la congregación de su pueblo.
(Experimentamos a Cristo como las ofrendas para presentarlo en las reuniones de la iglesia, capítulo 3, por Witness Lee)