UNA MORADA MUTUA
Los capítulos catorce, quince y dieciséis de Juan tienen mucha profundidad. En ellos el Señor Jesús revela un misterio: el Dios Triuno desea ser nuestra morada, nuestra casa, nuestro tabernáculo, para que entremos en El, moremos en El y permanezcamos en El. Este es el primer aspecto. En segundo lugar, después de entrar en El y de hacer de El nuestra casa, también nosotros nos convertimos espontáneamente en Su casa. Primero entramos en El y moramos en El, y luego El entra en nosotros y mora en nosotros. Por consiguiente, moramos mutuamente el uno en el otro. El capítulo catorce describe claramente este hecho. En el versículo 4, el Señor Jesús dice: “Permaneced en Mí, y yo en vosotros”.
En Juan 17:21, también descubrimos el concepto de morar mutuamente: “Para que todos sean uno, como Tú, Padre, estás en Mí, y yo en Ti, que también ellos estén en nosotros”. En este versículo resulta difícil determinar quién es quien. Sin embargo, debemos tener presente que los capítulos catorce, quince, dieciséis y el diecisiete, el capítulo sobre la oración, muestran que el Dios Triuno es nuestra casa y que nosotros somos Su casa, o sea, que moramos recíprocamente el uno en el otro. Este hecho produce la morada mutua de la que hablamos.
La palabra morada se usa dos veces en el capítulo catorce, una vez en plural y otra en singular. Leemos en el versículo 2: “En la casa de Mi Padre muchas moradas hay”, y en el versículo 23: “El que me ama, Mi palabra guardará; y Mi Padre le amará, y vendremos a El, y haremos morada con El”. En el versículo 23, la palabra “morada” se usa en singular; por consiguiente, significa una morada en la cual Dios y nosotros permanecemos recíprocamente el uno en el otro.
Por mucho tiempo entendía la palabra morar según la connotación moderna, que significa principalmente permanecer, lo cual concuerda con el significado de dicha palabra en griego. Sin embargo, muchos cuando leen la Biblia, interpretan esta palabra como si se refiriera a una mansión.
En el capítulo quince, morar no significa solamente permanecer sino radicarse. Morar en El significa habitar en El. La noción de morar y de morada se encuentran a lo largo de los capítulos catorce, quince y dieciséis. ¿Quién es esta morada? ¡Es el Dios Triuno! ¡Qué gran misterio! Nos tomaría muchos días profundizar en esto, pero al mirar algunos versículos cruciales, podemos ver que este mensaje tan profundo que dio el Señor tiene una idea fundamental: el Dios Triuno, o sea, el Padre, el Hijo y el Espíritu, quiere ser nuestra morada para que entremos en El y moremos en El con el fin de que El more también en nosotros. Finalmente, los que moramos en el Dios Triuno nos convertiremos espontáneamente en Su morada y moraremos en El, y El morará en nosotros. Será un morar mutuo. Esto no es nada sencillo. ¿Cómo puede una persona entrar en otra y luego ésta en aquélla? ¡Es imposible! Por consiguiente, se necesita la vida.
(Experimentamos a Cristo como las ofrendas para presentarlo en las reuniones de la iglesia, capítulo 13, por Witness Lee)