Ejercicio y la práctica de la manera ordenada por Dios, El, por Witness Lee

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DIFERENTES FORMAS DE LLEVAR EL EVANGELIO A LA GENTE

No piensen que la única manera de visitar a la gente llevándole el evangelio es ir en equipos de tres. Hay muchas maneras de visitar a la gente. En este mensaje voy a presentar varias maneras de llevar el evangelio a la gente.

Visitar a nuestros familiares más cercanos

La primera y la mejor manera es visitar a nuestros familiares más cercanos. Supongamos que usted va a visitar a su abuelo. Aunque su abuelo lo quiere a usted, quizá no esté dispuesto a escucharle. Debe llevar con usted algunos hermanos de edad. De esta manera cuando usted va a visitar a su abuelo, él escuchará a los hermanos y será salvo y bautizado. Lo que usted no logré en veinticinco años de predicarle, lo consiguieron estos hermanos en una corta visita.

Usted también tiene muchos otros familiares a los cuales debe llevar el evangelio. Usted debe hacer una lista de sus familiares e ir a visitarlos uno por uno. Usted no tiene que tocar a la puerta de los extraños. Un extraño quizá le dé con la puerta en la nariz. Estas serían “puertas frías”. Más le vale que vaya a las “puertas cálidas”. Sus familiares no le cerrarían la puerta en su cara. Usted tiene derecho a visitarlos. Hay muchísimas “puertas cálidas”, muchos familiares que visitar con el evangelio.

Visitar a nuestros vecinos

El segundo grupo de personas que tenemos que visitar es nuestros vecinos. Todos tenemos vecinos junto a los cuales quizá hayamos vivido por muchos años. Somos cristianos que amamos al Señor y que estamos en Su recobro. Somos buscadores de Cristo y deseamos vivir, permanecer en, disfrutar y experimentar a Cristo; con todo y eso, después de muchos años, nuestros vecinos de al lado tal vez todavía no sean salvos.

¿Es ésta una situación correcta? El Señor dice: “El que permanece en mí...éste lleva mucho fruto, [pero] todo pámpano que en mí no lleva fruto, [el Padre] lo quitará. No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca” (Jn. 15:5, 2, 16). El Señor dijo: “Os he puesto”. Ya que somos pámpanos de la vid, hemos sido escogidos y también hemos sido puestos. Nuestra designación, nuestro futuro y nuestro destino es llevar fruto. Es por esto que Pablo dijo: “Porque me es impuesta necesidad; y ¡Ay de mí si no anunciare el evangelio!” (1 Co. 9:16). Todos necesitamos este tipo de entendimiento.

Tal vez algunos digan: “Siempre y cuando yo sea salvo, sé que iré al cielo con el Señor”. Ciertamente ellos irán al cielo, pero allí el Señor les preguntará: “¿Cuánto fruto me produjiste?” Si no llevamos fruto, existe el peligro de que perdamos el disfrute de Cristo en esta edad. Entonces, en el futuro en la venida del Señor, El nos pedirá cuentas (Ro. 14:10, 12). Si no le hemos producido ganancias al Señor, El dirá de nosotros: “Al siervo inútil echadle en las tinieblas de afuera” (Mt. 25:26-30). Esta palabra en Mateo 25 es muy seria.

El Señor me ha puesto la carga de advertirles a todos los hermanos y hermanas de lo solemne que es esta responsabilidad nuestra de llevar fruto, y de la seriedad de las consecuencias de no hacerlo. Si no les advirtiera, sería responsable delante del Señor, y la sangre de ustedes estaría en mi mano (Ez. 3:18-19; Hch. 20:26-27). Si no llevan fruto, serán cortados del disfrute de las riquezas de Cristo hoy en día, y en el futuro serán declarados culpables de ser siervos malos, negligentes e inútiles, y serán echados en las tinieblas de afuera. Esta es la necesidad que ha sido impuesta sobre ustedes de predicar el evangelio.

No debemos desanimarnos; el Señor todavía nos permite vivir. Aun como un hombre viejo que soy, creo que el Señor me va a dar más años para vivir a fin de que lleve más fruto. Todo lo que necesitamos es traer una persona al Señor y a la iglesia en un año. Algunos creen que es muy difícil producir un fruto por año. A éstos yo les respondería que trataran de salir, durante cincuenta y dos semanas, solamente una vez por semana. Si en cincuenta y dos semanas no logran traer ni uno, no deben preocuparse; el Señor les está enseñando a ser pacientes. Deben continuar saliendo durante otras cincuenta y dos semanas sin estar preocupados por no ganar a ninguno. Simplemente deben cumplir su obligación una vez en la semana. Si después del segundo año no han traído a nadie, todavía tienen un tercer año. Si en tres años sólo producen un fruto, no deben considerarlo algo insignificante.

Según lo que he estudiado de la historia, nunca ha habido una iglesia sobre esta tierra que haya tenido un incremento anual del treinta y tres por ciento. Si cada santo, cada tres años consiguiera que una persona fuera salva, esto producirá un aumento anual del treinta y tres por ciento. Nunca ha habido en la historia una iglesia con un aumento semejante, de ahí que no menospreciaríamos el ganar solamente uno en tres años. Si todos pudiéramos hacer tal cosa, esto sería maravilloso.

Muchas hermanas no tienen un trabajo, sino que permanecen en casa para cuidar de sus niños. Una hermana puede desarrollar una muy buena relación con sus vecinos de modo que éstos sepan que ella es una persona buena y correcta, y que ella está educando muy bien a sus hijos. Tal vez les guste que sus niños vayan a la casa de esta hermana, y quizá ella pueda comenzar una pequeña reunión, a manera de clase, con unos cinco niños. El mejor tiempo es por la tarde, cuando los niños regresan de la escuela. A muchas madres les gustaría tener una buena vecina que cuidara de sus niños, y sus niños necesitan a los otros pequeños como amigos. Con el tiempo, ella podría tener más niños, quizá unos quince. Por medio de esos niños, las puertas de esos hogares se abrirán a ella.

Hay muchas maneras de ponerse en contacto con otros. Si a usted no se le ocurre alguna manera, ore: “Señor, quisiera que me dijeras qué debo hacer. Estoy desesperado. Tengo que traer alguien a Ti. Tienes que proporcionarme la manera”. Es posible que el Señor le diga que salga al frente de su casa y se pare allí todas las tardes de cinco a seis. Usted no hace nada allí excepto observar a los vecinos cuando regresan del trabajo. Esto puede parecer extraño, pero después de una semana probablemente alguien se detenga a conversar con usted. Esta es su oportunidad.

En una gran denominación en Seúl, Corea del Sur, entrenaron a las hermanas para que tuvieran contacto con sus vecinos. Seúl es una gran ciudad de unos diez millones de habitantes. Ellos tienen grandes y altos edificios de apartamentos. Muchas señoras van a la tienda de abarrotes con sus niños. Ellas tienen que comprar sus artículos y traerlos a casa mientras tratan de cuidar a sus niños. Esa denominación descubrió que había tal necesidad, así que enviaron algunas hermanas a esperar, junto a los ascensores de los edificios, a las madres que regresaban de la tienda de abarrotes. Al tomar una de éstas el ascensor, las hermanas le dirían: “¿Puedo ayudarle? Permítame llevarle este paquete. Yo me encargo de este niño”. Aquello abrió muchas puertas a esas hermanas.

(Ejercicio y la práctica de la manera ordenada por Dios, El, capítulo 7, por Witness Lee)