Ejercicio y la práctica de la manera ordenada por Dios, El, por Witness Lee

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VENIR AL SEÑOR E IR A SALVAR PECADORES

En nuestro himnario hay un precioso himno que dice:

“Me iré y...¿las manos vacías?” ¿Me iré a encontrar así a mi Salvador? Ni una sola alma con que saludarle, ¿Me iré acaso con las manos vacías? (Hymns, #930)

La historia detrás de la escritura de este himno lo toca a uno bastante. Hace varios años, cierto santo estaba a punto de morir, y estaba lleno de remordimiento por no haber traído a nadie al Señor. Un siervo del Señor le dijo a este santo que escribiría un himno que sirviera de ayuda a otros en los años por venir para que se levantaran y aprovecharan el tiempo que tuvieran mientras vivieran, para salvar a los pecadores. El asunto de salvar a los pecadores es algo que todos nosotros debemos considerar. Si fuéramos a encontrarnos con el Señor este mismo día, ¿cuál sería nuestra condición en cuanto a este asunto?

Durante los últimos cuatro años y medio el Señor me ha guiado a presentar este asunto de predicar el evangelio. No tenía la intención de producir una doctrina o un concepto. Mi carga, que creo proviene del Señor, consiste en que me di cuenta de que hoy en día la mayoría de los cristianos, incluyéndonos, no tienen la carga real y sincera por salvar a los pecadores. Tal vez algunos tengan el deseo, pero no tienen la manera apropiada de ejecutar su carga. Por consiguiente, el resultado ha sido pobre.

Empecé a estudiar la Palabra para ver la manera que Dios había ordenado para la predicación del evangelio. Como resultado de tal estudio ya hemos visto que la manera que Dios ha ordenado consiste en que los creyentes vayan a la gente. En el Nuevo Testamento la palabra “id” es una gran palabra. Otra gran palabra es “venid”. Di uno o dos mensajes cruciales acerca de estas dos palabras mientras estaba en Shangai, hace más de cuarenta años. Dije que en el Nuevo Testamento hay dos palabras que son cruciales. El Señor dice: “Venid a mí” (Mt. 11:28; Jn. 6:37; 7:37). Después, luego de venir al Señor, El nos dice “id” (Mt. 28:19). El desea que vengamos a El y que luego vayamos a otros. Después de la palabra “venid” está la palabra “id”.

En realidad, la predicación de la buena nueva es la propagación misma de Cristo en Su persona y en Su maravillosa obra de redención. En tanto que lo prediquemos a El, mediante el poder del Espíritu Santo, no debe haber oposición contra tal propagación ni crítica de la misma. Si no hubiera habido oposición en estos últimos tres años, hoy en día muchos miles de pecadores habrían sido traídos al Señor, y habría habido un gran avivamiento entre nosotros. En lugar de eso, este asunto de visitar a los pecadores para predicarles el evangelio ha venido a ser, para los opositores, una cuestión sobre la cual debatir. ¡Qué vergüenza!

En el Nuevo Testamento, el asunto primordial es venir al Señor y venir a El continuamente. Necesitamos venir a El. Luego, después de venir a El para tocarle, ¡El nos dirá que vayamos! Cuanto más venimos a El, más nos moverá El a ir. Tal vez suceda que El nos mueva a ir a otro país o a nuestros padres. Mi experiencia ha sido que cada vez que vengo al Señor, siempre me manda a ir.

El nos manda que vayamos con El mismo. Tenemos que ir con Cristo a nuestros familiares y a toda persona. El reino de Dios se extiende al nosotros ir y al nosotros predicar. Este es el principio neotestamentario ordenado por Dios, pero si no estamos dispuestos a ir, Su principio no puede llevarse a cabo.

El nunca le ha mandado que Sus ángeles hagan esto porque la predicación del evangelio está plenamente basada en el principio de encarnación. Dios vive con el hombre, y el hombre obra con Dios. Sin la mezcla de Dios con el hombre, sin la encarnación de la persona divina en la persona humana, Dios no puede realizar Su propósito. En Hechos 10 un ángel fue a la casa de Cornelio y le dijo que enviara hombres a Jope para traer a Pedro (Hch. 10:3-6). Esto se hizo con el fin de que Pedro pudiera venir a Cornelio para predicarle el evangelio. Como una persona joven, al leer esta porción, me preguntaba: “¿Por qué el ángel no le predicó a Cornelio?” Más tarde, vi el principio de que nosotros somos salvos por medio de hombres, no de ángeles. Como hombres, debemos no sólo ir a predicar el evangelio, sino también orar por aquellos a quienes les vamos a predicar. Si nosotros no salimos, ni predicamos, ni oramos, los hombres no pueden ser salvos.

No necesitamos orar para ver si es la voluntad del Señor que prediquemos el evangelio. Si estamos considerando casarnos, entonces sí debemos orar mucho. Sin embargo, tocante a la predicación del evangelio, el Señor simplemente nos dice que vayamos y que hagamos discípulos a todas las naciones (Mt. 28:19). Pablo dijo que debemos predicar el evangelio “a tiempo y fuera de tiempo” (2 Ti. 4:2). Esto quiere decir que nosotros debemos predicar el evangelio sea que la oportunidad sea conveniente o inconveniente, y sea que seamos recibidos o rechazados. Si el tiempo es oportuno o si es inoportuno, tenemos que predicar la palabra. El Señor dijo: “Vé por los caminos y por los vallados y fuérzalos a entrar” (Lc. 14:23). Debemos salir para traer gente para el Señor.

Una vez que salgamos para predicar el evangelio, seremos avivados, y veremos que la iglesia en nuestra localidad será avivada. Es el diablo el que se opone a la predicación del evangelio. Si él logra impedir por otros cinco años que prediquemos las buenas nuevas, el resultado será muerte. Tal es su meta. En estos últimos años los santos en Taipei se han convencido de que necesitan predicar el evangelio. Todos ellos tienen el mismo sentir de ir a predicar el evangelio. A causa de esto, los tres mil que asistían a la mesa del Señor hace cinco años son ahora cinco mil.

(Ejercicio y la práctica de la manera ordenada por Dios, El, capítulo 4, por Witness Lee)