EL PROPOSITO DEL SEÑOR Y SU MANDATO
El Señor dijo: “No me elegisteis a mí, pero yo os elegí”. Esta elección tuvo lugar en la eternidad pasada. Antes de la fundación del mundo, el Señor nos escogió en Sí mismo (Ef. 1:4). Luego, en el tiempo, nacimos, y finalmente oímos el evangelio y creímos. Por esto sabemos que hemos sido llamados; sin embargo, debemos darnos cuenta de que también hemos sido designados. La palabra griega para esto en el versículo 16 se traduce “puesto”. El Señor nos ha puesto en cierta posición y en un ambiente particular. El Señor dijo: “Os he puesto para que vayáis y llevéis fruto”. El griego en este versículo tiene dos modos gramaticales. Uno es el modo que indica propósito; el otro es el modo que expresa mandato. En el español, la expresión “para que” denota propósito, y los subjuntivos “vayáis” y “levéis” indican mandatos. Vemos el propósito del Señor, y también tenemos un mandato del Señor. Debemos ir y debemos llevar fruto. Estos son los mandamientos. El Señor nos puso en cierta posición porque El tiene un propósito: para que vayáis y llevéis fruto. Sin embargo, esto no sólo es el propósito del Señor, sino que también es Su mandato: que vayáis y llevéis fruto. Además, el Señor continúa: “y [para que] vuestro fruto permanezca”. ¿Cómo puede permanecer nuestro fruto? Esto depende de nosotros. Tenemos que hacer mucho para llevar a cabo los mandatos del Señor. Debemos ir; debemos llevar fruto; y nuestro fruto debe permanecer. De otro modo, el propósito del Señor no puede ser realizado, y Su meta no puede ser lograda.
Llevar fruto que permanezca no es fácil; no obstante, es el mandato del Señor. Si usted no va, está desobedeciendo el mandato del Señor. Cuando el Señor venga, usted tendrá que presentarse ante El y dar cuentas. Puede ser que el Señor pregunte: “¿Cuánto fruto has llevado?” Tal vez usted diga: “Señor Jesús, fue muy difícil. Nunca salí”. En Juan 15, después del asunto de permanecer, es decir, de disfrutar a Cristo, viene el asunto de dar fruto. Puede ser que el Señor diga: “En Juan 15 te encargué que fueras y que llevaras fruto, y que tu fruto debía permanecer”. Si usted no va hoy día, un día será juzgado por el Señor. Incluso si usted va, pero no se esfuerza para dar fruto, el Señor lo condenará.
Ir es una cosa, y dar fruto es otra. Casarse es una cosa, dar a luz un hijo es otra. Casarse no es difícil, es un disfrute. Pero dar a luz un hijo es una clase de sufrimiento, una labor. La madre no tiene que sufrir un solo día, el de su parto, tiene que sufrir durante nueve meses. Después de que el hijo nace, ella debe dedicar todo su tiempo y energía para que el bebé crezca y esté sano. Su hijo no sólo debe “permanecer”, sino que debe permanecer en una condición adecuada. El Señor Jesús habló de manera detallada acerca de llevar fruto porque no es una cosa sencilla.
(Ejercicio y la práctica de la manera ordenada por Dios, El, capítulo 11, por Witness Lee)