Autoridad y la sumisión, La, por Watchman Nee

DIOS ESTABLECIO SISTEMAS DE AUTORIDAD

En el mundo

Dios es la fuente de toda autoridad en el universo. Todas las autoridades de la tierra fueron establecidas por El y, como tales, representan y poseen la autoridad de Dios. Dios estableció sistemas de autoridad para expresarse, de tal manera que cuando un hombre se encuentra con esta autoridad, se encuentra con Dios. Cuando la presencia de Dios está disponible, el hombre puede conocerlo por medio de ella, pero cuando no lo está, el hombre puede conocer a Dios por medio de Su autoridad. Cuando la presencia de Dios estaba en el huerto del Edén, el hombre podía conocerlo personalmente; pero cuando Dios no estaba presente, el hombre se acordaba de Su mandamiento, el cual le prohibía comer el fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal. Esta era otra manera por medio de la cual el hombre conocía a Dios. No es común que el hombre se encuentre con Dios. (Obviamente, no nos referimos al hecho de que en la iglesia, cuando uno vive en el espíritu, puede estar en contacto con Dios continuamente.) La manifestación de Dios se ve frecuentemente en Sus mandamientos. Sólo los labradores malvados necesitan que el dueño de la viña venga en persona, pese a que los siervos y el hijo del dueño de la viña lo representaban plenamente (Mr. 12:1-9).

Algunas personas son establecidas por Dios para dar mandamientos y ser autoridades Suyas. Todos los que están en una posición de autoridad, fueron establecidos por Dios. Por lo tanto, todas las autoridades que Dios estableció deben respetarse. Dios hoy confía Su autoridad al hombre y, para ello, estableció a muchos hombres sobre la tierra para que manifiesten Su autoridad. Si queremos aprender a someternos a Dios, debemos reconocer a quienes recibieron autoridad de parte de El. Si pensamos que solo Dios tiene autoridad, es muy probable que ofendamos constantemente Su autoridad. ¿A cuántas personas consideramos que son la autoridad de Dios? No tenemos opción de escoger entre la autoridad directa de Dios y la autoridad que El delega. No sólo tenemos que someternos a la autoridad directa de Dios, sino también a Su autoridad delegada, porque no hay autoridad que no provenga de Dios.

Con respecto a la autoridad terrenal, Pablo no sólo nos dio instrucciones positivas sobre la sumisión, sino también una advertencia negativa: Aquellos que resisten las autoridades superiores, están resistiendo a lo establecido por Dios (Ro. 13:1). Cuando el hombre rechaza la autoridad delegada de Dios, rechaza la autoridad de Dios. En la Biblia vemos que la autoridad tiene una sola implicación; no existe ninguna autoridad que no provenga de Dios. Así que, si rechazamos la autoridad rechazamos a Dios mismo, y El no pasará por alto esto. Todos los que resisten la autoridad serán juzgados. Es imposible que nos rebelemos y quedemos impunes. Por lo tanto, cuando el hombre rechaza la autoridad, está en muerte. Al encontrarnos frente a la autoridad no tenemos otra alternativa que sujetarnos.

En los tiempos de Adán, Dios delegó Su autoridad gubernamental al hombre y le entregó el gobierno de la tierra (Gn. 1:28). En ese entonces, el hombre solamente regía a los animales. Solamente después del diluvio, Dios confió a Noé Su autoridad gubernamental para que rigiera a los hombres. Por lo cual El dijo: “El que derramare sangre de hombre, por el hombre su sangre será derramada” (9:6). Desde aquel momento, Dios delegó al hombre Su autoridad, para que gobernara sobre los demás. En la época de Noé, Dios comenzó a establecer gobiernos y puso al hombre bajo dichos gobiernos.

En Exodo 20, después de que el pueblo de Dios salió de Egipto al desierto, Dios les dio los diez mandamientos. Después de eso, estableció preceptos por los cuales debían regir su conducta. Uno de tales preceptos dice: “...ni maldecirás al príncipe de tu pueblo” (22:28), lo cual demuestra que Dios los puso bajo autoridades gubernamentales. Por lo tanto, aun en los días de Moisés, vemos que cuando los israelitas rechazaban la autoridad, rechazaban a Dios.

Todas las naciones de la tierra tienen gobernantes. Aunque éstos no crean en Dios, y aunque su reino esté bajo Satanás, el principio de autoridad sigue presente, ya que Dios así lo estableció. El reino de Israel era el reino de Dios, y es obvio que el rey David, fue establecido por Dios, pero el rey de Persia también fue establecido por Dios (Is. 45:1). Cuando el Señor estuvo en la tierra, también se sometió al gobierno y a la autoridad del sumo sacerdote. Por esta misma razón, pagó el impuesto [del templo], y dijo que debemos dar a César lo que es de César. Mientras el sumo sacerdote lo juzgaba, lo conjuró por el Dios altísimo que respondiera, y El tuvo que obedecer. El Señor los reconocía como autoridades terrenales, y jamás agitó ninguna revolución.

En Romanos 13:4 Pablo nos muestra que todos los magistrados son siervos de Dios. En ese entonces, el gobierno de su nación estaba en manos de los romanos. Desde el punto de vista humano, podemos decir que no tenemos que someternos a los agresores extranjeros. Pero Pablo no dice que nos rebelemos contra los gobiernos extranjeros; por tanto, no sólo debemos someternos a nuestra propia nación, sino que debemos someternos al gobierno del lugar donde nos encontremos. Yo no puedo desobedecer a un gobierno local porque soy de otra nacionalidad, pues la ley no es dada para infundir temor al que hace lo bueno, sino al malo. No importa cuánto varíen las leyes de diferentes naciones, todas provienen de la ley de Dios. El principio básico radica en recompensar al bueno y castigar al malo. Cada gobierno tiene sus propias leyes y las hace cumplir, de manera que el bueno sea recompensado y el malo castigado. No llevan en vano la espada. Aunque hay gobiernos que defienden al malo y oprimen al bueno, se ven obligados a torcer la verdad y llamar a lo bueno malo, y a lo malo bueno. En ningún caso pueden decir que defienden a los malhechores ni que castigan a los justos. Hasta el presente, todos los gobiernos sostienen el principio de recompensar al bueno y castigar al malo. Tal principio es irrevocable. Cuando el inicuo (el anticristo) se manifieste, tergiversará todas las autoridades. Ese será el final del mundo. Entonces lo bueno será considerado malo, y lo malo bueno; lo bueno será eliminado, y lo malo prevalecerá.

La sumisión a la autoridad en la tierra tiene cuatro características. Pagar lo que debemos: (1) al que impuesto, impuesto, (2) al que pago, pago, (3) al que respeto, respeto y (4) al que honra, honra.

El creyente siempre está sujeto a la ley, no por temor al castigo sino por causa de su conciencia delante de Dios. Si él no se somete, su conciencia lo reprenderá. Esta es la razón por la cual debemos someternos a las autoridades superiores. Los hijos de Dios no deben criticar al gobierno gratuitamente. Aun el policía que vigila en la calle es una autoridad establecida por Dios. El es un oficial de Dios que cumple su deber. ¿Cuál debe ser nuestra actitud con respecto a los impuestos y las tarifas? ¿Tomamos el gobierno local como autoridad de Dios? ¿Nos sometemos a él? Si el hombre no se ha encontrado con la autoridad, no podrá someterse. Cuanto más se le pida que se someta, más difícil se le hará. En 2 Pedro 2:10 dice: “Y mayormente a aquellos que andan tras la carne, llevados de los deseos corrompidos, y que desprecian el señorío. Atrevidos y contumaces, injurian sin temblar a las potestades superiores”. Hay muchos que han perdido su poder y su vida espiritual debido a la murmuración. El hombre no debe caer en la anarquía. La manera como Dios juzga a los gobiernos injustos no debe preocuparnos. Por supuesto, debemos orar a Dios para que establezca Su justicia. Por lo tanto, cuando desobedecemos a la autoridad, desobedecemos la autoridad de Dios. Si no somos sumisos, reforzamos el principio del anticristo. Cuando el misterio de la iniquidad se manifieste, ¿lo restringiremos o lo apoyaremos?

(Autoridad y la sumisión, La, capítulo 7, por Watchman Nee)