Autoridad y la sumisión, La, por Watchman Nee

LA RESURRECCION ES EL PRINCIPIO ETERNO DEL SERVICIO

El principio de todo servicio yace en la vara que reverdeció. Dios devolvió las once varas a los líderes, pero guardó la vara de Aarón dentro del arca como un memorial eterno. Esto significa que la resurrección es un principio eterno en nuestro servicio a Dios. El siervo del Señor debe haber muerto y resucitado. Dios da testimonio a Su pueblo reiteradas veces de que la autoridad para servirlo se basa en la resurrección, y no en el hombre. Todos los servicios ofrecidos al Señor deben pasar por la muerte y la resurrección a fin de que sean aceptables delante de Dios. La resurrección significa que todo es de Dios y no de nosotros; significa que todo es hecho por El y no por nosotros. Los que tienen un alto concepto de sí mismos, no conocen el significado de la resurrección. Nadie debe equivocarse al pensar que puede hacerlo todo por sí mismo. Si un hombre continúa pensando que tiene capacidad, que puede hacer algo y que es útil, no sabe lo que es la resurrección. Tal vez sepa de la doctrina, la razón o el resultado de la resurrección, pero no conoce la resurrección. Todos los que conocen la resurrección perdieron toda esperanza en sí mismos, y saben que no pueden hacer nada. Mientras permanezca la fuerza natural, no habrá lugar para que el poder de la resurrección se manifieste. Mientras Sara podía tener un hijo, Isaac no vino. Todo lo que podamos hacer nosotros pertenece a la esfera natural, mas lo que es imposible para nosotros, pertenece a la esfera de la resurrección.

El poder de Dios no se manifiesta en la creación ni por medio de ella sino en la resurrección y por medio de la misma. Cuando el poder de Dios se manifiesta en la creación, no necesita ser precedido por la muerte. Lo creado no necesita nada que lo preceda, pero todo lo que provenga de la resurrección, necesita algo que lo preceda. Si un hombre puede sobrevivir por lo que poseía, no ha experimentado la resurrección. Si la capacidad de un hombre radica en lo que tenía anteriormente o si es lo que era antes, no tiene la resurrección. Debemos reconocer que no podemos hacer nada ni ser nada ni tener nada. Somos como un perro muerto. Si reconocemos esto, y hallamos que hay todavía algo vivo en nosotros, eso es la resurrección. La creación no necesita haber pasado por la muerte, pero la resurrección requiere que caigamos postrados delante de Dios y confesemos: “No puedo hacer nada; no soy nada y no tengo nada. Esto es lo que soy. Si puedo dar algo a otros es porque Tú me lo diste primero. Si puedo hacer algo, es porque Tú lo haces por medio de mí”. Una vez que nos postramos delante del Señor, todo lo que tenemos vendrá a ser la obra de Dios en nosotros. En lo sucesivo, no estaremos equivocados, ya que reconoceremos que todo lo que está muerto es nuestro y que todo lo vivo pertenece a Dios. Debemos distinguir claramente entre el Señor y nosotros; todo lo que tenga que ver con la muerte pertenece a nosotros, y todo lo que se relacione con la vida pertenece al Señor. El Señor nunca se confunde, pero nosotros sí nos confundimos a menudo. Uno debe llegar al final de sí mismo para convencerse de su total inutilidad. Después de que Sara dio a luz a Isaac, no fue tan necia como para pensar que ese hijo era producto de su fuerza. El pollino no debía equivocarse al pensar que la proclamación de hosanna estaba dirigida hacia él. Dios tiene que llevarnos al punto donde no confundamos lo que procede de El con lo que sale de nosotros.

Todo aquel que está en una posición de autoridad debe tener esto presente y no debe equivocarse jamás al respecto. No debe haber ningún mal entendido acerca de la autoridad, pues ésta procede de Dios y no de nosotros; somos solamente guardianes de ella. Sólo quienes han visto esto, son aptos para recibir la autoridad delegada. Hermanos y hermanas, cuando nos preparamos para la obra, no debemos ser necios pensando que tenemos alguna autoridad innata. Tan pronto como violemos el principio de la resurrección, perdemos la autoridad; y cuando tratemos de exhibir la autoridad, la perderemos. Una vara seca sólo puede exhibir muerte; pero cuando uno está en resurrección, tiene autoridad, ya que ésta descansa en la resurrección y no en la vida natural. Todo lo nuestro es natural. Por lo tanto, la autoridad no reposa sobre nosotros, sino sobre el Señor.

(Autoridad y la sumisión, La, capítulo 15, por Watchman Nee)