SI UNA PERSONA ES AUTORIDAD,
SUSTENTA LA MISMA
David esperó en Hebrón siete años y medio, porque Is-boset, el hijo de Saúl, continuó siendo rey en Mahanaim después de la muerte de Saúl (2 S. 2:8-9) hasta que fue asesinado por Baana y Recab, los cuales tomaron su cabeza y se la llevaron a David en Hebrón, pensando que le traían buenas noticias a David. Pero éste los hizo ejecutar (4:5-12); es decir, juzgó a los rebeldes. Esto nos muestra que una persona que verdaderamente es una autoridad, vela por la misma. No podemos establecer nuestra autoridad a expensas de la de otros. Cuanto menos uno se considere que es la autoridad, más Dios le dará autoridad. Cuando una persona se rebela contra la autoridad, uno debe juzgarla, aunque no se rebele contra la autoridad de uno. Cuando David hizo esto, obtuvo el favor del pueblo de Dios. En 2 Samuel 5 dice que las once tribus enviaron hombres para buscar a David. El hombre que conoce la autoridad de Dios es sumiso a la autoridad y es apto para ser una autoridad. No debemos juzgar a nadie sólo porque haya ofendido nuestra autoridad. Debemos esperar que los hijos de Dios nos unjan como autoridad. Antes que los hijos de Dios nos unjan, no debemos quejarnos ni murmurar.
(Autoridad y la sumisión, La, capítulo 17, por Watchman Nee)