LAS PALABRAS
Las palabras salen del corazón
Si uno es rebelde, sus palabras con seguridad dejarán en evidencia la rebelión que hay en uno. Tarde o temprano las palabras de rebeldía saldrán, porque de la abundancia del corazón habla la boca. A fin de conocer la autoridad, se debe tener primero un encuentro con la autoridad. Si uno no ha tenido un encuentro con la autoridad, no podrá someterse. Uno debe, en alguna ocasión, tener un encuentro con Dios para que la base de Su autoridad pueda establecerse en uno. Cuando uno hable, sabrá si profiere una palabra de desobediencia. Inclusive, antes de decir la palabra, el pensamiento que manifiesta la voluntad, le hará sentir incómodo. Uno percibirá que se pasó de la raya y sentirá una restricción interna. Si uno profiere palabras rebeldes descuidadamente y sin ninguna restricción interna, tendrá la evidencia de que no ha tenido un encuentro con la autoridad. Es más fácil hablar en rebelión que actuar en rebelión.
La lengua es lo más difícil de domar. Por lo tanto, cuando un individuo se rebela contra la autoridad, su lengua lo pondrá de manifiesto de inmediato. Tal vez alguien esté de acuerdo con uno, pero cuando uno le da la espalda, la murmuración se manifiesta. Puede que no digan nada delante de uno, pero esa persona estará llena de palabras cuando uno no esté presente. Esto se debe a que la boca es muy accesible. Todas las personas del mundo hoy día son rebeldes. Muchas personas asienten verbalmente y se someten externamente. Pero en la iglesia no debe haber una sumisión externa; toda sumisión debe ser de corazón. Para determinar si alguien es sumiso de corazón o no, basta con examinar si es sumiso en las palabras. Dios requiere que nos sometamos de corazón. Debemos tener un encuentro con la autoridad de Dios, pues de lo contrario, el problema se manifestará tarde o temprano.
Eva sin prestar atención
añadió algo a la Palabra de Dios
Cuando Eva fue tentada en Génesis 3, añadió una pequeña frase: “Ni le tocaréis” (v. 3). Debemos darnos cuenta de la seriedad de este asunto. Si conocemos la autoridad de Dios, no nos atreveremos a añadirle nada a la Palabra de Dios. Esta es suficientemente clara. “De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás” (2:16-17). Dios no dijo: “Ni le tocarás”. Estas palabras fueron añadidas por Eva. Cualquier persona que le añada o le quite a la Palabra de Dios, demuestra que no ha tenido un encuentro con la autoridad. Esa persona es rebelde e ignorante. Si un gobierno envía a alguien como su embajador para que hable en cierto lugar, esa persona debe recordar con precisión las palabras que debe decir; no debe añadir nada. Aunque Eva veía a Dios todos los días, ella no había tenido un encuentro con la autoridad. Ella habló descuidadamente, pensando que estaba bien decir unas cuantas palabras de más. Si un siervo que sirve a un amo mortal no se atreve a añadir nada a las palabras de su señor, ¿cuánto mayor cuidado deberá tener un siervo de Dios? Si un hombre habla descuidadamente, se verá que es rebelde.
Cam expone el fracaso de su padre
Examinemos el comportamiento de Cam, el hijo de Noé. Cuando él vio la desnudez de su padre, fue a decírselo a Sem y a Jafet (9:20-22). Una persona que no es sumisa de corazón, se complace en ver el fracaso de la autoridad. Cam encontró la oportunidad para sacar a flote los errores de su padre. Esto comprueba que él no se sometía de corazón a la autoridad de su padre. Posteriormente, tuvo que someterse por la fuerza. Cuando él vio el error de su padre, lo comunicó a sus hermanos. Muchos critican a otros y se deleitan en hablar mal de otros, debido a la falta de amor (1 Co. 13:4-5). Pero en el caso de Cam no había falta de amor, sino falta de sumisión. Aquello fue una manifestación de su rebelión.
(
Autoridad y la sumisión, La, capítulo 9, por Watchman Nee)