Autoridad y la sumisión, La, por Watchman Nee

EL JUICIO DEL SEÑOR Y EL DE PABLO

En Mateo 26 y 27 el Señor pasó por dos clases de juicios: el de la religión, ante el sumo sacerdote (26:57-66), y el del gobierno civil, ante Pilato (27:11-14). Cuando Pilato lo interrogó, el Señor podía guardar silencio, porque El no estaba atado a las leyes terrenales. Pero cuando el sumo sacerdote le conjuró por el Dios viviente, el Señor tuvo que contestar, pues el asunto se relacionaba con la sumisión a la autoridad. También en Hechos 23 cuando Pablo fue juzgado, al darse cuenta de que Ananías era el sumo sacerdote de Dios, se le sujetó. Los obreros del Señor debemos encontrarnos cara a cara con la autoridad. De lo contrario, nuestra obra no se regirá por el principio de la voluntad de Dios, que es la sumisión a la autoridad, sino que nos encontraremos en el principio de la rebelión de Satanás, que consiste en obrar fuera de la voluntad de Dios. Este asunto requiere en verdad una revelación profunda.

En Mateo 7:21-23 el Señor reprendió a los que profetizaron, echaron fuera demonios e hicieron milagros en Su nombre. ¿Que había de malo en las obras realizadas en nombre del Señor? El problema radicaba en que el hombre era la fuente de todas esas obras. Externamente se veía al hombre trabajar en nombre del Señor, pero en realidad era la actividad de la carne. Por esta razón, el Señor los consideró hacedores de maldad. Más adelante el Señor dice que sólo quienes hacen la voluntad de Dios pueden entrar en el reino de los cielos. Esto nos muestra que todas las acciones deben originarse en la sumisión a la voluntad de Dios. El tiene que ser la fuente y el que designa todas las obras. No debemos buscar ninguna obra en el hombre. Sólo cuando el hombre entiende la voluntad de Dios en la obra que se le ha asignado, puede experimentar la realidad de la autoridad del reino de los cielos.

(Autoridad y la sumisión, La, capítulo 1, por Watchman Nee)