EL SIERVO DE DIOS
En Números 12:7, Dios dice: “Mi siervo Moisés, que es fiel en toda mi casa”. Este versículo es citado en el Nuevo Testamento, en el libro de Hebreos, donde se nos muestra a Moisés, como un tipo de Cristo el Hijo de Dios, quien fue fiel en toda la casa de Dios (3:2). Parece que Dios les estuviera diciendo a Aarón y a María: “Tal vez Moisés no haya sido fiel en vuestra casa por haberse casado con una mujer cusita, pero él sirve a mi pueblo y es fiel en toda mi casa. Vosotros hablasteis en contra de él porque su esposa tal vez no sea una buena cuñada en vuestra casa, pero él es Mi siervo. ¿Por qué no tuvisteis temor de hablar contra Mi siervo Moisés?”
Dios llamó a Moisés Su siervo. Ser siervo de Dios significa pertenecerle a El. Yo soy la herencia de Dios, y El me compró. Si llego a perderme, será una pérdida para Dios, y no para mí. Los que tienen siervos pierden su propiedad cuando sus siervos se pierden. Moisés era siervo de Dios, es decir, era propiedad Suya; por lo tanto, cuando alguien hablaba en contra de Su siervo, Dios tenía que intervenir y defenderlo. No tenemos que defendernos a nosotros mismos, y no necesitamos establecer nuestra propia autoridad, ya que esto es asunto de Dios. Si yo soy Su siervo, cuando alguien habla contra mí, El intervendrá. Si Dios no interviene, ¿de qué servirá defenderme? ¿De qué me servirá establecer mi autoridad? Si es Dios quien me delega Su autoridad, no tengo que hacer nada para establecerme como autoridad; sólo debo permitir que la revelación me vindique. Si otros tienen la revelación y la provisión, esto demuestra que Dios no me ha establecido a mí. Pero si Dios me establece a mí, quitará la revelación de otros para vindicarme a mí. Si uno es una autoridad delegada y otros ponen eso en tela de juicio, ellos estarán discutiendo con Dios. Si ellos tienen vida en ellos, experimentarán que los cielos se cierran y tendrán que ceder y reconocer la autoridad que hay en uno.
Espero que nadie se levante para reclamar su autoridad. Debemos permitir que el tiempo y la revelación nos vindique, debido a que la revelación es la mejor vindicación. Supongamos que uno dice que Dios lo escogió y que posee revelación y autoridad; si otros se oponen y se rebelan contra uno, y si acuden a Dios y también reciben revelación, significa que Dios no lo respalda a uno. En ese caso será inútil tratar de vindicarse. Si somos fieles en toda la casa de Dios, si ponemos todo lo que debemos poner en ella y si vemos que Dios quita Su revelación a otros, significa que Dios nos escogió a nosotros como autoridad. La autoridad está en las manos de Dios y no depende de uno. El mayor problema de hoy es el yo. Pero si uno entiende el significado de la autoridad y los caminos de Dios, entenderá que, como hemos dicho reiteradas veces, cuando otros discutan con uno, ellos estarán discutiendo con Dios puesto que uno le pertenece a Dios. Cuando otros lo atacan a uno, Dios les cerrará los cielos, y ellos no tendrán otra alternativa que arrepentirse y reconocer que uno es la autoridad de Dios. Por lo tanto, no necesitamos establecer nuestra autoridad, ya que todo depende de la vindicación que proviene de Dios. Si Dios quita Su revelación a otros, ello indicará que El lo escogió a uno para que sea Su autoridad delegada.
(Autoridad y la sumisión, La, capítulo 13, por Watchman Nee)