LIBRO DOS: SALMOS 42—72
Ahora llegamos al Libro Dos, que se compone de los salmos del 42 al 72. Dado que este libro indica cómo los santos experimentan a Dios así como Su casa y Su ciudad por medio del Cristo sufriente, exaltado y reinante, empieza con estas palabras: “Como anhela el ciervo / las corrientes de agua, / así te anhela mi alma, / oh Dios” (42:1). Los santos, habiendo sido despojados por Dios, desean buscar a Dios mismo. Luego el salmista continúa: “Tiene mi alma sed de Dios, / del Dios vivo” (v. 2a); no tiene sed de la ley, ni de conocimiento, sino del Dios vivo. El salmista luego continúa con la pregunta: “¿Cuándo iré y compareceré / delante de Dios?” (v. 2b). Hoy en día sabemos la respuesta a esta pregunta. Vamos y comparecemos delante de Dios cuando entramos en la iglesia local. El versículo 4 dice: “Recuerdo estas cosas, / y derramo mi alma dentro de mí: / pues iba yo entre la multitud; / la conducía hasta la casa de Dios”. Éste es el recuerdo del disfrute que se tiene en la casa de Dios. Fue entonces que el salmista se presentó delante de Dios. ¿Cuándo iré y compareceré delante de Dios? Cuando vaya con la multitud a la casa de Dios, cuando entre en Su casa, cuando esté en Su presencia, ése es el momento en que me presentaré delante de Él.
Hermanos y hermanas, permítanme hacerles esta pregunta: ¿En qué lugar tienen ustedes la más profunda sensación de que están en la presencia de Dios? Creo que deben responder que es en las iglesias locales; es allí que tienen la más profunda sensación de estar en la presencia de Dios. No sabría decirles cuántas veces, estando en las reuniones de las iglesias locales, sentí que estaba delante de Dios. Cuando vine con la multitud a la casa de Dios, a la iglesia local, me presenté delante de Él.
Después de esto leemos: “La conducía [a la multitud] hasta la casa de Dios, / con voz de grito jubiloso y de alabanza” (v. 4b). Aun antes de que entremos en la casa, hay gritos de júbilo y de alabanza. Creo que éste es el mejor versículo que nos describe cómo debemos venir a las reuniones. En primer lugar, debemos venir con la multitud, o sea, es mejor que no vengamos solos. Segundo, debemos venir dando voces de júbilo y alabanza. Cuando vayamos en camino a la reunión, ya sea caminando o manejando, debemos empezar a alabar. Vengan a las reuniones con la multitud, y vengan a las reuniones con gritos de júbilo y alabanza. Espero que un día, cuando los cristianos vayan en camino a la reunión, todos los demás se den cuenta de que ellos van a la reunión porque están alabando. Incluso en la antigüedad los santos del Antiguo Testamento iban a la casa de Dios de esta manera tan maravillosa. ¡Cuánto más nosotros!
Salmos 43:3-4 dice: “Envía Tu luz y Tu verdad”. ¿Con qué propósito? ¿Para recibir conocimiento, enseñanzas o doctrinas? No. “Éstas me guiarán, / me llevarán a Tu monte santo / y a Tus tabernáculos”. La luz divina más la verdad divina, la luz y la realidad, nos llevarán al monte santo. ¿Cómo podemos subir al monte de Su santidad? Siendo guiados por la luz divina y la realidad divina. Por lo tanto, debemos orar hoy, diciendo: “Oh Dios, envía Tu luz y Tu realidad; que éstas me guíen; que éstas me guíen a Tu monte santo y a Tus tabernáculos, las iglesias locales”.
Una vez más, ¿puede usted ver esta mejora? Ahora los santos desean disfrutar la casa de Dios. Ellos valoran muchísimo el monte y la casa de Jehová. Esto supera cualquier concepto humano natural que podamos tener. Necesitamos la visión celestial.
(Cristo y la iglesia revelados y tipificados en los Salmos, capítulo 7, por Witness Lee)