SALMOS 79 Y 80:
LA RESTAURACIÓN LOGRADA AL EXALTAR A CRISTO
Los salmos 79 y 80 nos dicen cómo la casa de Dios y la ciudad de Dios fueron desoladas, pero que la esperanza de recobro depende de Cristo, el hombre de la diestra de Dios (80:17). Los versículos del 1 al 3 del salmo 79 nos muestran la desolación de la casa y la ciudad de Dios. “Oh Dios, las naciones han entrado en Tu heredad; / han contaminado Tu santo templo; / han convertido a Jerusalén en un montón de ruinas” (v. 1). Sin duda alguna esto se refiere a la destrucción causada por los babilonios. Pero la esperanza de recobro depende de Cristo. “Oh Dios de los ejércitos, vuélvete, te rogamos; / desde los cielos mira y considera, / y visita esta vid [el pueblo de Israel], / aun la cepa que Tu diestra plantó / y el hijo a quien fortaleciste para Ti” (80:14-15). El salmista aquí clama a Dios, pidiéndole que mantenga la cepa (la viña) que plantó Su diestra. Dios plantó a los hijos de Israel como a una vid y a la nación como a una viña. El salmista oró a Dios pidiéndole que mantuviera, protegiera y resguardara esta viña. Noten lo que dice el versículo 15: “El hijo a quien fortaleciste para Ti”. Obviamente, este hijo debe de ser Cristo. Como hemos dicho, muchas veces en los salmos, en medio de las palabras de los santos, el Espíritu de Cristo de improviso intervino para expresar algo en las palabras de ellos. Éste es otro ejemplo de ello. El Espíritu de Cristo aquí expresó algo en cuanto a Cristo en medio del clamor de los santos. El significado aquí es que Dios protegerá Su morada por causa de Cristo. Dios protegerá, resguardará y mantendrá Su morada por amor de Cristo. Cristo es el Hijo a quien Dios ha fortalecido para Sí.
Salmos 80:17-19 dice: “Esté Tu mano sobre el hombre de Tu diestra, / sobre el hijo del hombre a quien has fortalecido para Ti; / entonces no nos apartaremos de Ti. / Avívanos, e invocaremos Tu nombre. / Oh Jehová, Dios de los ejércitos, restáuranos; / haz resplandecer Tu rostro, y seremos salvos”. En esta expresión poética del santo que busca a Dios, el Espíritu de Cristo está diciendo algo acerca de Cristo: que la restauración de la morada de Dios depende enteramente de Cristo. Debemos darle a Cristo Su debida posición; entonces la casa desolada de Dios será restaurada. La afirmación del salmista —de que la restauración de la casa de Dios depende enteramente de la posición que le demos a Cristo— nos permite saber la razón por la cual la casa de Dios ha caído en desolación. La casa está en desolación porque el pueblo de Dios no le ha dado la debida posición a Cristo. Si hemos de recobrar la casa de Dios, debemos darle a Cristo la posición que Él merece. Su posición es la del hombre a quien Dios fortaleció para Sí, el hombre que está a la diestra de Dios. Esto nos habla de Su preeminencia, del primer lugar que ocupa. La diestra de Dios es el primer lugar y el más elevado de todo el universo, y Dios puso a Cristo allí. Dios le ha dado a Cristo la preeminencia en todo el universo. Él debe ocupar ese lugar; sin embargo, entre el pueblo de Dios, Él no ha sido exaltado a ese grado. Debido a que Él ha perdido la preeminencia, la casa de Dios ha sido desolada. ¿Dónde se halla Cristo en todas las supuestas iglesias cristianas, en todas las denominaciones? Cristo ha perdido Su preeminencia; Cristo no ocupa allí el primer lugar; las personas han desechado a Cristo. Es por ello que ha venido la desolación.
En estos días estamos muy contentos de poder hablar bien de las iglesias locales. Pero recuerden que entre nosotros Cristo debe ocupar el primer lugar. Si Cristo no tiene la preeminencia, la casa de Dios no podrá ser restaurada. La desolación es el resultado de que Él haya perdido Su debida posición, y el recobro vendrá cuando le demos a Cristo el lugar que Él merece. Él es el hombre que ha sido fortalecido para Dios, y Él es el hombre que está a la diestra de Dios. Debemos darle esta posición; debemos reconocer Su preeminencia en todo el universo. Si es así, veremos la casa de Dios restaurada.
Supongamos que dos hermanos de una iglesia local en cierta ciudad critican juntos a los hermanos que toman la delantera en la iglesia. ¿Cree usted que ellos le están dando a Cristo la preeminencia? En realidad, ellos mismos están poniéndose en el primer lugar. Ellos están exaltándose a sí mismos, no a Cristo. En ese lugar se levantarán dos cuernos en la cabeza. Por lo tanto, en vez de criticar, cuando esos hermanos se reúnan a hablar de la situación de la iglesia deberían decir: “Señor, te damos la preeminencia; estamos bajo la autoridad que Tú posees como Cabeza. No somos nadie; Tú eres el Único, Señor”.
Supongamos ahora que los hermanos que toman la delantera en esa iglesia local particular se enteran de que estos dos hermanos jóvenes los han criticado de esa manera y, sintiéndose ofendidos, se levantan para defenderse y ejercitar su autoridad. Si estos hermanos que toman la delantera reaccionan de esta forma, esto significa que no están bajo la autoridad de Cristo la Cabeza, y que tampoco le dan a Cristo la preeminencia. En lugar de ello, ellos deberían inclinar sus cabezas y decir: “Señor, la preeminencia es Tuya, el primer lugar te corresponde a Ti. Aunque seamos los hermanos que toman la delantera, no somos nada. Estos hermanos jóvenes no están equivocados; nuestra verdadera condición es lamentable”. Quizás los hermanos y hermanas de ese lugar puedan tener, en un sentido, una condición no muy buena, pero supongamos que ellos le dan al Señor el primer lugar, le dan la preeminencia a Cristo. En ese caso se verá allí la restauración de la casa de Dios. No obstante, si se pelean entre sí, es decir, si los jóvenes pelean contra los que toman la delantera y viceversa, lo único que habrá es desolación. Los jóvenes tratarán de justificarse a sí mismos, y los que toman la delantera intentarán vindicar su posición. Esto no es otra cosa que desolación. Ellos estarán desolando la iglesia. Cada vez que Cristo pierda Su preeminencia entre nosotros, la condición de la iglesia estará mal. Todos debemos someternos a la autoridad de Cristo la Cabeza, y decir: “Ninguno de nosotros es algo; Tú, Señor, eres el único que tiene la preeminencia. Te damos a Ti la preeminencia, Señor”. No importa cuán débiles seamos ni cuán deficientes seamos, si adoptamos esta actitud, existirá la posibilidad de que la casa de Dios sea restaurada. La desolación vendrá a ser cosa del pasado, pues será sorbida por la restauración.
El pueblo de Dios debe darle a Cristo la posición que le corresponde. Ya Dios le dio el lugar más elevado del universo; ahora nos toca a cada uno de nosotros, tanto hermanos y hermanas jóvenes como hermanos y hermanas de más edad, darle el lugar que Él merece. Nunca ocupe el lugar de la preeminencia entre el pueblo de Dios en la iglesia local; la preeminencia siempre le debe ser dada a Cristo. El primer secreto que nos permite conservar la casa de Dios y que ésta sea restaurada de la desolación es que le demos a Cristo la preeminencia.
A veces las hermanas en las iglesias locales son causa del problema porque no le dan la preeminencia al Señor. Filipenses 4 habla de dos hermanas, Evodia y Síntique, quienes causaron un problema en la iglesia en Filipos. Nunca he oído de padres que llamen así a sus hijas. Al comienzo, la situación de esa iglesia fue excelente, pero posteriormente surgió un problema debido a estas dos hermanas. Muchas veces simplemente por causa de dos hermanas se puede perder la unidad en una iglesia. Hace poco, en una de las iglesias locales compartí acerca de estas dos hermanas de Filipenses 4, y al día siguiente una hermana, con lágrimas en sus ojos, se puso en pie para confesar sus faltas y pedirle a otra hermana que la perdonara. Las dos lloraron juntas. Algunos de los hermanos me dijeron más tarde: “Cuando usted habló sobre Filipenses 4, profetizó acerca de la condición aquí. Estas dos hermanas eran el problema en esta iglesia local”. Si cualquiera de nosotros, sobre todo las hermanas, no le dan la preeminencia al Señor, habrá desolación en la iglesia. Pero la vida de iglesia será restaurada si todas las veces decimos: “No somos nada; Cristo es el único; le damos a Él la preeminencia”.
Debemos orar-leer estos dos versículos, Salmos 80:15 y 17, y detenernos un poco en ellos. “La cepa que Tu diestra plantó / y el hijo a quien fortaleciste para Ti [...] / Esté Tu mano sobre el hombre de Tu diestra, / sobre el hijo del hombre a quien has fortalecido para Ti”. Este hombre es Cristo, el único hombre, el único Hijo. Él es Aquel que ha sido aprobado para estar a la diestra de Dios el Padre. Él tiene la preeminencia, el primer lugar en todo el universo, y nosotros debemos reconocer este hecho. Si nosotros, como pueblo de Dios, le damos la preeminencia de esta manera, se logrará la restauración de la vida de iglesia. La desolación de la iglesia se debe principalmente a que no se le ha dado a Cristo Su debida posición.
(
Cristo y la iglesia revelados y tipificados en los Salmos, capítulo 13, por Witness Lee)