Ser liberados de los ritos religiosos y andar conforme al Espíritu, por Witness Lee

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CAER EN LAS LEYES Y ORDENANZAS

Los creyentes en la Biblia no son los únicos que fueron subyugados por la ley. Nosotros también tenemos leyes, y probablemente tenemos más leyes que las que Moisés promulgó. Por ejemplo, nuestras reuniones tienen un procedimiento establecido que hemos seguido por casi veinte años. Por los últimos veinte años este procedimiento no ha cambiado. La forma en que nos reunimos ha llegado a ser una regla establecida que no puede ser cambiada. Esto es lo que llamamos regulaciones, reglas, costumbres, hábitos y prácticas. Esto es la ley.

Alabamos al Señor porque Él intervino y nos perturbó. En los Estados Unidos Él nos guió a clamar diciendo: “¡Oh Señor! ¡Amen! ¡Aleluya!”. Cuando los santos comenzaron a invocar el nombre del Señor de manera liberada, fueron vivificados. El soplo de este “viento” gradualmente llegó a otros lugares, y también a Taiwán. Muchos santos religiosos que guardaban la ley no pudieron recibir esta práctica. Dijeron que esto no puede llamarse adoración dominical y que a fin de tener la adoración apropiada, todos debían estar callados. Ellos no podían soportar el ruido. Como resultado de ello, algunos santos están a favor de permanecer callados y otros están a favor de ser ruidosos.

Según la historia de la iglesia, los creyentes están divididos en sectas y grupos porque tienen leyes que difieren. Por ejemplo, cuando algunos creyentes en un grupo insisten en adorar de cierta manera, pero otros en el mismo grupo insisten en adorar de una manera distinta, el resultado es la división. En el pasado hubo un grupo cristiano en el cual algunos de los creyentes temblaban cuando se reunían a adorar. También había creyentes en ese grupo que se opusieron a temblar, así que les dijeron a quienes deseaban temblar que se fueran a otro lugar. Así fue cómo se formó la Sociedad de los Amigos, o los cuáqueros.

He aquí otro ejemplo. En un grupo cristiano en los Estados Unidos había creyentes que respondían con un “amén” cuando otros oraban. Esto perturbó a los demás creyentes en el grupo. En vez de pedirles a los creyentes que decían “amén” que se fueran, ellos designaron una esquina del salón y la llamaron “la esquina del amén”. Quienes deseaban decir “amén” tenían que sentarse en aquella esquina.

Cuando comenzamos a practicar el invocar el nombre del Señor, surgieron problemas entre las iglesias. Algunos santos dijeron que no estaban de acuerdo con el ruido. No podían estar de acuerdo, pues tenían un concepto en cuanto a nuestra práctica; tenían una ley. No obstante, invocar el nombre del Señor audiblemente poco a poco ha llegado a ser una clase de ley. Tal parece que algunos santos no están satisfechos a menos que invoquen el nombre del Señor audiblemente. Ellos no están contentos con invocar silenciosamente. Como resultado de ello, entre nosotros ha surgido un grupo silencioso y un grupo ruidoso. Los silenciosos guardan la ley de estar callados, y los ruidosos guardan la ley de ser ruidosos. Esto es un problema.

Todo lo que tocamos puede llegar a ser una ley. Incluso en el asunto de servir al Señor, intentamos usar métodos. Estos métodos son una clase de ley. Cuando tengo comunión con los colaboradores y los ancianos, muchas veces pregunto: “¿Cómo deberíamos hacer esto? ¿Qué deberíamos hacer?”. Tal parece como si estuviese buscando métodos. Nosotros simplemente no nos podemos mantener alejados de los métodos. Incluso el orar-leer se ha convertido en un método. Anteriormente leíamos la Biblia de una manera, y ahora leemos la Biblia de otra manera. En cada localidad los santos oran-leen teniendo el mismo sabor, siguiendo el mismo procedimiento. Necesitamos liberar nuestro espíritu. No obstante, me preocupa que la manera en que liberamos nuestro espíritu se haya convertido en una ley.

Tal parece que todo lo que practicamos llega a ser una ley. Anteriormente, nuestras oraciones eran extensas. Las oraciones largas podrían compararse a escribir un extenso ensayo con palabras hermosas. Esto intimidaba a los que son nuevos entre nosotros y ellos no se atrevían a orar. Las oraciones largas también hacían que los santos se durmieran. Pocos santos asistían a la reunión de oración porque los santos no podían soportar las oraciones largas. Ahora las oraciones extensas han desaparecido y los santos están liberados. Todos oran oraciones cortas, tales como: “¡Oh Señor!”, “¡Quiero estar liberado!” y “¡Cada santo debería estar liberado!”. Sin embargo, no sería incorrecto tener algunas oraciones más largas además de las oraciones cortas. Esto nos ayudaría a tocar nuestro espíritu aún más. Sin embargo, nos preocupa el hecho de que nos sería fácil caer en la práctica de siempre tener oraciones largas.

Nosotros seguramente somos personas difíciles que siempre tenemos el hábito de guardar la ley. Pareciera que oramos sólo oraciones cortas o sólo oraciones largas. En cierta ocasión un hermano me dijo: “Los hermanos y las hermanas en Taiwán son muy receptivos a su dirección. Seguirán cualquier dirección que usted dirija”. Esto es cierto; no obstante, no deberíamos seguir de manera militar. Si un comandante dice que estén derechos, todos están derechos, y si él dice que marchen, todos marchan con completa uniformidad en sus pasos. Esto es la ley. Usted podría preguntar: “¿Qué deberíamos hacer?”. No deberíamos hacer nada. No deberíamos pedir un método.

(Ser liberados de los ritos religiosos y andar conforme al Espíritu, capítulo 8, por Witness Lee)