Ser liberados de los ritos religiosos y andar conforme al Espíritu, por Witness Lee

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JOSÉ SIRVIÓ A CRISTO FUERA DE LA RELIGIÓN

Después que los magos partieron, un ángel del Señor se apareció en sueños a José, diciendo: “Levántate, toma al niño y a Su madre y huye a Egipto, y permanece allí hasta que yo te diga; porque Herodes va a buscar al niño para matarlo” (v. 13). José fue dirigido de una manera especial. Lo que ocurrió no fue que José tuvo una vigilia matutina y leyó Oseas 11:1, que dice: “De Egipto llamé a Mi hijo”, y entonces entendió que la Biblia le instruía que llevara a su familia a Egipto. Éste no fue el caso. El Señor se apareció en sueños a José y le dio la revelación para que huyese a Egipto con el niño y Su madre. José recibió la palabra del Señor y tomó al niño y Su madre, y descendieron a Egipto. Por tanto, el cumplimiento de la profecía acerca de Cristo en Oseas 11:1 se llevó a cabo por Dios al seguir José la dirección que recibió en su sueño.

José descendió a Egipto y permaneció allí. Éste fue su servicio a Cristo. José fue la primera persona que sirvió a Cristo. Él no sirvió a Cristo según el conocimiento o las enseñanzas de la Biblia, sino según su comunión con el Señor. José tenía un estatus humilde y no atraía la atención de las personas, pero él tuvo comunión con el Señor. En esta comunión, el Señor reveló el deseo de Su corazón a José. Al seguir la revelación que él recibió, José sirvió a Cristo.

El Señor Jesús nació de María. Sin embargo, María era una mujer; ella necesitaba a alguien que se coordinara con ella. Debemos comprender que si sólo hubiese estado María y no José, el nacimiento del Señor Jesús habría sido un problema. Quizás Jesús habría nacido en Nazaret, no en Belén, lo cual no habría sido conforme a las Escrituras. El Señor Jesús fue concebido en Nazaret, pero nació en Belén. Éste fue el resultado de la coordinación brindada por José. José era de Belén. Por tanto, cuando fue el tiempo de ser empadronado, él tuvo que regresar a Belén (Lc. 2:1-5). Fue de esta forma que el Señor Jesús nació en Belén.

Luego, ellos tuvieron que huir a Egipto porque Herodes procuraba matar al Señor Jesús. En tiempos antiguos era muy difícil para una mujer joven como María viajar con un niño. En este asunto era aún más necesario que José coordinara con María. Fue únicamente para el tiempo de la concepción del Señor que un ángel fue a María y le dijo que el Señor sería concebido en ella (1:26:38). Después de eso, el ángel del Señor no le dijo a María qué hacer, hacia dónde huir ni cuándo regresar. Más bien, el ángel del Señor le dijo a José qué hacer, hacia dónde huir y cuándo regresar (Mt. 1:20; 2:13, 19-20). Lo único que María hizo fue obedecer a José. Cuando José dijo que ellos deberían ir a Belén, María lo siguió a Belén. Cuando José dijo que ellos deberían huir a Egipto, María fue con él. Seguirle de esta manera no fue en vano. Cuando María seguía a José, las profecías halladas en la Biblia eran cumplidas, y el deseo del corazón de Dios era realizado.

María era una buena hermana, y ella tenía una porción en el servicio a Cristo. Sin María, habría sido imposible que el Señor Jesús naciera. Sin embargo, después que nació el Señor Jesús, no habría habido manera para que Él huyese y fuese preservado sin José. Esto es un cuadro de la coordinación entre los hermanos y las hermanas. En la iglesia necesitamos que las hermanas sean como María y que los hermanos sean como José al coordinarse juntamente para servir a Cristo. Las hermanas tienen su porción y los hermanos tienen la suya, pero ni las hermanas ni los hermanos deberían servir de manera religiosa o según el conocimiento. José y María recibieron la instrucción viva, para el momento y oportuna de parte del Señor. Cuando ellos fueron instruidos, José obedeció y María siguió. Esto es un cuadro verdaderamente hermoso.

No es tan sencillo seguir al Señor. Muchas veces el Señor no toma el camino simple. Él no nos lo dice todo de una vez. Más bien, Él nos instruye un paso a la vez. Él le dijo a José: “Levántate, toma al niño y a Su madre y huye a Egipto, y permanece allí hasta que yo te diga”, así que José huyó a Egipto con el niño y Su madre y permaneció allí (vs. 13-15). José no sabía por cuánto tiempo debían permanecer en Egipto. Luego de un periodo de tiempo, la instrucción por parte del Señor vino nuevamente: “Levántate, toma al niño y a Su madre, y vete a tierra de Israel” (v. 20). Así que, José regresó a la tierra de Israel con el niño y Su madre. Pero cuando él oyó que Arquelao reinaba en Judea en lugar de su padre Herodes, tuvo temor de ir allá. En este momento determinado vino de nuevo la instrucción de parte del Señor, y él se retiró a la región de Galilea (vs. 22-23). Aunque José quizás no entendía el significado de las instrucciones dadas por el Señor, por medio de estos traslados fueron cumplidas las palabras de la Biblia.

La Biblia no dice que el Señor iba a nacer en Nazaret. Dice que Él nacería en Belén. Debido a que la concepción del Señor ocurrió en Nazaret, ¿cómo podría Su nacimiento tener lugar en Belén? Según la historia, después que el Imperio griego se había dividido, el Imperio romano se levantó y conquistó Europa, Asia y África para llegar a ser un gran imperio con un territorio vasto. En ese vasto imperio, no se había hecho ningún censo. Luego, durante el reino de César Augusto, se decretó que se haría un censo de toda la tierra habitada y todos fueron a su propia ciudad para ser empadronados. José vivía en Nazaret, pero él pertenecía a la casa y familia de David. Por tanto, cuando se hizo el decreto, él subió de Nazaret a Belén, la ciudad de David. Puesto que María estaba comprometida con él, José trajo a María consigo a Belén. Esto fue la soberanía de Dios; fue lo que Él había dispuesto en el medio ambiente con miras al cumplimiento del deseo de Su corazón (Lc. 2:1-5).

Por tanto, el nacimiento del Señor en Belén fue algo muy misterioso. Él fue concebido en Nazaret y creció en Nazaret, pero nació en Belén. Las profecías en la Biblia indican que Él nacería en Belén, pero que sería llamado nazareno (Mi. 5:2; Mt. 2:23). El cumplimiento de estas profecías tiene que ver con el servicio que José rindió. José verdaderamente vivió delante de Dios y por tanto fue capaz de recibir instrucciones paso a paso de parte de Dios. Lo que José hizo cumplió las palabras de la Biblia. No es lo suficientemente bueno hacerlo todo según la Biblia sencillamente porque conocemos y entendemos la Biblia. Lo mejor es tener contacto con el Señor y vivir en el resplandor de Su rostro. Entonces todo lo que hagamos espontáneamente corresponderá con la Biblia.

El año pasado un varón muy peculiar de unos veinte años de edad vino a la iglesia en Los Ángeles. Él tenía pelo largo, una barba larga y se envolvía en un manto grande y colorido pero que estaba sucio. Ya que la iglesia debería recibir a todas las personas, incluyendo a los “recaudadores de impuestos” y a las “prostitutas”, esta persona no fue excluida. Le recibimos, pero no pudimos decirle que abandonara su manto sucio. Cada vez que venía, vestía su manto. Eso fue una verdadera prueba para nosotros. Luego un día, después de aproximadamente un mes, el manto desapareció, su pelo estaba corto y su barba afeitada. Él era un joven arreglado y limpio. Cuando entró al salón de reunión, todos los santos vieron que él era una persona diferente y saltaron con regocijo. La Biblia no dice si es aceptable o no vestir un manto, ni nos dice si un hermano debería mantener su pelo corto o afeitar su barba. Aquel joven experimentó un cambio dramático en su vida porque él vivió en el resplandor del rostro del Señor. Él no guardaba la letra muerta y las regulaciones; más bien, él seguía al Espíritu vivo que estaba en su interior.

Según este principio, José siguió a Cristo. Él anduvo con Cristo paso a paso. Dondequiera que iba, Cristo estaba con él. Cuando Cristo aún era niño, José anduvo con Él, permaneció con Él y le sirvió. José no vivió según la enseñanza de la Biblia, sino conforme a la luz viva que él recibió. José vivió en la presencia de Dios. Nuestra necesidad hoy en día es la luz viva.

(Ser liberados de los ritos religiosos y andar conforme al Espíritu, capítulo 2, por Witness Lee)