CUANTAS COSAS ERAN GANANCIA,
AHORA SON ESTIMADAS
COMO PÉRDIDA POR AMOR DE CRISTO
En Filipenses 3:5-6 el apóstol Pablo habla de su fuerza innata y de su mérito natural y también de los logros que obtuvo con su esfuerzo. Pablo hablando de sí mismo dice: “Circuncidado al octavo día, del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo, hijo de hebreos; en cuanto a la ley, fariseo; en cuanto a celo, perseguidor de la iglesia; en cuanto a la justicia que es en la ley, llegué a ser irreprensible”.
En el versículo 7 él añade: “Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo”. La frase cuantas cosas eran para mí ganancia se refiere a las cosas de la esfera natural, como lo eran su fuerza innata, su mérito natural y sus logros, el hecho de haber nacido hebreo, de ser irreprensible según la ley, y de servir a Dios y guardar la ley. Él estimaba todas estas cosas, que anteriormente eran ganancia para él, como pérdida por amor de Cristo. Esto significa que a él ya no le interesaba si estas cosas habían sido ganancia para él, pues habían perdido su importancia para él. Estas cosas no podían coexistir con Cristo. Si él hubiera conservado estas cosas, dependiendo de su fuerza innata, de su mérito natural y de sus logros, no habría podido conocer a Cristo.
El versículo 8 dice: “Ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida”. El versículo 7 se refiere solamente a la fuerza innata, al mérito natural y a los logros obtenidos por medio del esfuerzo humano, pero el versículo 8 abarca un espectro mucho más amplio, pues en este versículo él estimaba “todas las cosas” como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús. Pablo había comprendido que estas cosas lo mantenían alejado de un conocimiento de Cristo. Debido a que deseaba el conocimiento de Cristo, él estimó todas las cosas como pérdida, diciendo que lo había “perdido todo” y que lo tenía “por basura”, para ganar a Cristo (v. 8). Cristo no podía coexistir con la fuerza innata de Pablo, con su mérito natural ni con sus logros, ni tampoco podía coexistir con ninguna otra cosa. En la presencia de Cristo no hay lugar para nada más. Cristo es celoso; Él no desea que tengamos algo aparte de Él. Dios desea ser nuestro único Dios; Él no quiere que nada más sea nuestro Dios. Cristo sólo permite que en nuestro ser haya cabida para Él y no desea que ningún otro asunto o cosa tenga cabida en nosotros. Si queremos tener a Cristo, no podemos conservar al mismo tiempo todas las cosas.
(Pláticas adicionales sobre el conocimiento de la vida, capítulo 19, por Witness Lee)