LA META CENTRAL DE DIOS ES LA VIDA
Todos sabemos que en este universo la meta central de Dios es la vida y que Dios mismo viene para ser nuestra vida. Dios viene para ser nuestra vida, no para ser nuestro poder, porque Su deseo es mezclarse con nosotros. Dios viene a ser nuestra vida a fin de mezclarse con nosotros; no hay otra manera más práctica que ésta.
Es cierto que Dios es vida, pero Él también ha venido a nosotros para ser nuestra vida. Pablo dice: “Cristo, nuestra vida” (Col. 3:4). Cristo, quien es vida, está ahora en nosotros como nuestra vida. Esta vida es Cristo mismo; es sólo al entrar en nosotros para ser nuestra vida que Cristo puede mezclarse con nosotros de manera práctica.
A fin de que un cordero o una vaca se mezclen con nosotros, tenemos que comerlos. Es sólo al comerlos, digerirlos y asimilarlos que pueden entrar en nosotros y mezclarse con nosotros. Comer es un asunto relacionado con la vida. Es por ello que el Señor dijo: “Yo soy el pan vivo que descendió del cielo [...] el pan que Yo daré es Mi carne, la cual Yo daré por la vida del mundo” (Jn. 6:51). Luego dijo a continuación: “Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis Su sangre, no tenéis vida en vosotros” (v. 53). Esto significa que debemos comerle y beberle; cuando le comemos y bebemos, tenemos vida en nosotros. Aquí vemos que sólo existe una manera, un método, para que Dios se mezcle con nosotros; dicha manera, dicho método, es la vida. Si Dios no fuera nuestra vida, le sería imposible mezclarse con nosotros.
(Pláticas adicionales sobre el conocimiento de la vida, capítulo 3, por Witness Lee)