LA OBRA DESTRUCTIVA DE SATANÁS
OPERA DE AFUERA HACIA ADENTRO,
DEL CUERPO HACIA EL ESPÍRITU
Cuando Satanás viene a corrompernos, su obra avanza en dirección contraria de la salvación que Dios efectúa. Satanás primero entra en nuestro cuerpo y lo usa como la base, porque en nuestro cuerpo están las concupiscencias. Los capítulos del 6 al 8 de Romanos hablan repetidas veces de la corrupción del cuerpo. El capítulo 6 habla del cuerpo de pecado, y el capítulo 7 habla del cuerpo de muerte. El cuerpo de pecado es en realidad el cuerpo de muerte. Nuestro cuerpo es un cuerpo de pecado y de muerte porque cuando el hombre tomó del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal, su cuerpo fue afectado. El fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal entró en el cuerpo del hombre, convirtiéndolo en carne. En este cuerpo mutado no mora el bien.
Cuando Satanás entra en el hombre, él entra en su cuerpo y lo toma como la base para invadir al hombre corrompiendo su alma —mente, parte emotiva y voluntad— de afuera hacia adentro, y prosiguiendo de allí para contaminar su espíritu. Como resultado, el espíritu del hombre queda sumido en la muerte. Sin embargo, la salvación que Dios efectúa opera en la dirección contraria, entrando primero en nuestro espíritu. La salvación que Dios efectúa avanza de adentro hacia afuera, extendiéndose del espíritu al alma y luego del alma al cuerpo. Cada paso de la salvación que Dios efectúa es contrario a la obra de Satanás. Si deseamos ser partícipes de la obra de Satanás, no necesitamos hacer nada porque ya vamos en la dirección externa de la caída. Pero si deseamos ser partícipes de la obra de Dios, debemos volvernos a nuestro espíritu. Éste es un principio básico. Satanás lleva a cabo su ataque de afuera hacia adentro, y la salvación que Dios efectúa opera de adentro hacia fuera.
(Pláticas adicionales sobre el conocimiento de la vida, capítulo 15, por Witness Lee)