EL PADRE, EL HIJO Y EL ESPÍRITU SON VIDA
Ya que es tan esencial que Dios sea nuestra vida al ser digerido por nosotros, al mezclarse con nosotros y al llegar a ser nuestra constitución intrínseca, es preciso que veamos más en cuanto a esta vida. Dios mismo es vida, pero ¿cuántos procesos o etapas están relacionados con que Él llegue a ser nuestra vida? En cada uno de los procesos, ¿cómo Él se da a conocer? Es necesario que conozcamos todos estos asuntos. Desde la eternidad, desde el principio, Dios es vida. En la eternidad el Padre es la fuente de vida. Un día el Padre, quien es la fuente de vida, se manifestó entre los hombres. En 1 Juan 1:1-2 se nos dice claramente: “Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos tocante a la Palabra de vida (y la vida fue manifestada, y hemos visto y testificamos, y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre, y se nos manifestó)”.
Éste es el Hijo, y Su nombre es Jesús. El Evangelio de Juan dice que todo el que cree en el Hijo tiene vida eterna (6:40); el Hijo es vida. El Hijo, después de haber experimentado el vivir humano en la tierra, fue crucificado y resucitado para llegar a ser el Espíritu de vida (Ro. 8:2). La vida y el Espíritu son uno; por lo tanto, el Espíritu es vida. Juan 20 dice que en la noche del mismo día en que el Señor resucitó, Él vino a los discípulos, y soplando en ellos, les dijo: “Recibid al Espíritu Santo”. A partir de ese momento, el Señor, quien es el Espíritu, estuvo con los discípulos (vs. 19-22). El Señor como Espíritu que moraba en los discípulos era la vida de ellos porque el Espíritu es vida. Esto muestra que el Padre es vida, el Hijo es vida, y también el Espíritu es vida.
(Pláticas adicionales sobre el conocimiento de la vida, capítulo 3, por Witness Lee)