Pláticas adicionales sobre el conocimiento de la vida, por Witness Lee

Más extractos de este título...

EL ANTIGUO TESTAMENTO MUESTRA LOS TIPOS, MIENTRAS QUE EL NUEVO TESTAMENTO NOS MUESTRA LA REALIDAD

Todos los profetas del Antiguo Testamento tipifican al Espíritu Santo como el ungüento para la unción en el Nuevo Testamento. En el Nuevo Testamento el Espíritu Santo, el ungüento para la unción, ha entrado en nosotros de forma directa y personal para ser nuestro Profeta. La ley del Antiguo Testamento representa y declara la naturaleza de la vida de Dios, la cual es amor, luz, santidad y justicia. Hoy en día la naturaleza de la vida de Dios ha entrado en nosotros directamente y, por tanto, ya no se necesita ninguna ley externa que nos la declare. En el Antiguo Testamento todo era una sombra, un tipo, una representación, pero en el Nuevo Testamento la realidad ha venido. El cordero del sacrificio en el Antiguo Testamento tipificaba al Señor Jesús; en el Nuevo Testamento el Señor Jesús ha venido y, por tanto, ya no necesitamos el tipo. De la misma manera, la ley del Antiguo Testamento declaraba la naturaleza de la vida de Dios; en el Nuevo Testamento la naturaleza de la vida de Dios ha entrado en nosotros directamente y, por tanto, la ley externa ya no es necesaria. En el Antiguo Testamento los representantes por medio de quienes el Espíritu Santo daba revelaciones eran los profetas. Hoy en día el Espíritu de revelación, tipificado por los profetas, está en nosotros, y el Espíritu nos da las revelaciones directamente. Así que no necesitamos de ningún representante.

Todo lo que se halla en el Antiguo Testamento, en principio, también se encuentra en el Nuevo Testamento, sólo que hay una diferencia. Por ejemplo, en el Antiguo Testamento se requería el derramamiento de sangre para la expiación de los pecados; y en el Nuevo Testamento también se requiere el derramamiento de sangre para la redención de los pecados. Esto es un principio. Sin embargo, en el Antiguo Testamento la sangre que era derramada para la expiación de los pecados provenía de un tipo, ya fuera un cordero o un toro. Pero en el Nuevo Testamento la realidad del tipo, Cristo, ha venido. En el Antiguo Testamento la ley, que daba a conocer la naturaleza de la vida de Dios, regulaba al hombre. En el Nuevo Testamento el principio sigue siendo el mismo, sólo que somos regulados por la ley de la vida de Dios en nosotros. En el Antiguo Testamento la ley era un símbolo; pero en el Nuevo Testamento la vida de Dios que está en nosotros es la realidad de lo simbolizado por la ley.

El principio de que Dios dé revelación al pueblo es el mismo en el Nuevo Testamento que en el Antiguo Testamento. En el Antiguo Testamento los profetas, quienes eran los representantes del Espíritu Santo, daban revelaciones al pueblo; sin embargo, en el Nuevo Testamento, el Espíritu Santo ha entrado en los creyentes directamente para darnos revelaciones, por lo que no necesitamos a los profetas. El principio hallado en el Antiguo Testamento es el mismo que en el Nuevo Testamento. Sin embargo, los que llevaron a cabo el principio en el Antiguo Testamento no eran la realidad, sino simplemente tipificaban la realidad. En el Nuevo Testamento la realidad, Cristo, ha venido y, por tanto, no necesitamos tipos tales como los toros o los corderos. Cuando la vida viene, no tenemos necesidad de la ley de la letra; y cuando el Espíritu Santo viene, no tenemos necesidad de los profetas.

(Pláticas adicionales sobre el conocimiento de la vida, capítulo 17, por Witness Lee)