EL SEÑOR DIOS TODOPODEROSO
Y EL CORDERO ES EL TEMPLO
En el capítulo anterior vimos los primeros tres aspectos de la Nueva Jerusalén. En primer lugar, Dios es la luz en este vaso corporativo. En segundo lugar, Dios como luz está en la lámpara, es decir, en el Cristo redentor, quien es el Cordero. Tercero, este Dios que es la luz en el Cristo redentor está en el trono. Así que, tenemos la luz, la redención y la autoridad. Éstos son los primeros tres elementos de la vida de iglesia cuya finalidad es la edificación de la iglesia. Ahora llegamos al cuarto aspecto. En esta ciudad Dios mismo en Cristo es el templo. Un templo es un edificio en el cual las personas pueden adorar y servir a Dios. Tenemos que comprender que en la iglesia, no sólo Aquel a quien adoramos es Dios mismo, sino que incluso el lugar, el entorno, la edificación misma, en la cual adoramos a Dios también debe ser Dios mismo. En palabras sencillas, tenemos que adorar a Dios en Dios mismo. No adoramos a Dios en un edificio físico. El lugar físico en el cual estamos no es nuestro templo. Dios mismo es nuestro templo, y nosotros adoramos a Dios en Dios mismo. Disfrutamos de la plena presencia de Dios. La presencia de Dios es tan práctica, tan completa y tan rica que incluso llega a ser la atmósfera, el ambiente, mediante el cual y en el cual nosotros le adoramos. Ésta es la experiencia que tenemos en la iglesia. Nosotros no tenemos un templo físico en el cual adoramos a Dios. El templo es Dios mismo, puesto que en la era del Nuevo Testamento, todo lo positivo es Dios mismo en Cristo y por medio del Espíritu Santo. Nosotros no adoramos como lo hacen los ángeles. Los ángeles adoran a Dios, quien es objetivo para ellos, quien no tiene nada que ver con ellos subjetivamente. Sin embargo, nosotros los cristianos adoramos a un Dios que es muy subjetivo para nosotros. Mientras lo adoramos, Él está en nosotros y nosotros estamos en Él. Él es Aquel a quien adoramos, y también es el templo en el cual le adoramos. Todo es Dios mismo en Cristo y por medio del Espíritu.
Cuando usted vaya a ofrecer una oración al Señor, esa oración tiene que proceder del Señor, hallarse en el Señor, ofrecerse con el Señor y ser parte del Señor mismo. Su oración no debe ser simplemente algo que usted ofrece al Señor o para el Señor. Asimismo, cuando usted vaya a aconsejar algo a un hermano, no debe aconsejarlo por el Señor, sino que debe aconsejarlo con algo que proceda del Señor, que esté dentro del Señor y que incluso sea parte del Señor. Eso es lo que significa tener al Señor mismo como el templo en el cual le adoramos, y éste es el significado del servicio neotestamentario. El servicio neotestamentario es subjetivo aun al grado en que, en dicho servicio, nosotros y el Señor, los dos, nos mezclamos como una sola entidad. El adorador es uno con Aquel que es adorado. Nosotros oramos al Señor en el Señor; ministramos a otros en el Señor; alabamos al Señor en el Señor. Éste es el significado correcto de experimentar a Dios como el templo. El templo es sencillamente la presencia de Dios.
Hoy los cristianos hablan mucho acerca de la luz, la vida, el poder, la fuerza y otros asuntos. Sin embargo, todas estas cosas no son otra cosa que el Señor mismo. Si estamos en la presencia del Señor, tenemos vida; si estamos en la presencia del Señor, tenemos luz; si estamos en la presencia del Señor, tenemos poder, fuerza y autoridad. Si estamos en la presencia del Señor, lo tenemos todo. Dios mismo en Cristo por medio del Espíritu lo es todo para nosotros. Hace más de veinte años solíamos predicar el evangelio en las calles por la noche. Mientras un hermano se ponía en pie para hablar acerca del Señor Jesús, todos los demás nos arrodillábamos para orar. En aquel tiempo ninguno de nosotros sentía que estaba en la calle; de hecho, no sólo sentíamos que estábamos en el cielo, sino también en el Señor. El Señor es el templo donde ofrecemos nuestro servicio de predicar el evangelio.
(
Pensamiento central de Dios, El, capítulo 13, por Witness Lee)