LA PLENA MEDIDA DE LA REVELACIÓN DE CRISTO
Veamos ahora algo acerca de Cristo y la iglesia de una manera muy breve, lo cual se nos muestra en los sesenta y seis libros de la Biblia, de Génesis a Apocalipsis. Todos sabemos que Cristo es el centro, pero debemos entender también que Cristo es el centro junto con la iglesia. En el cuarto día de la creación, vemos el sol con la luna y todas las estrellas. El sol es un tipo de Cristo; Cristo es el Sol de justicia (Mal. 4:2). La iglesia como luna refleja Su luz, y todos los santos son las estrellas. Por lo tanto, en el primer capítulo de la Biblia, tenemos a Cristo con la iglesia, incluyendo a todos los santos.
Luego en el segundo capítulo, tenemos a Adán con Eva, al hombre con la esposa. Como hemos visto, Adán es una figura y él tiene un aumento, una novia, un complemento, una parte que proviene de sí mismo. Aquí también vemos a Cristo y la iglesia. Luego en el tercer capítulo, tenemos la simiente de la mujer, es decir, a Cristo nacido de una virgen. A medida que continuemos leyendo, veremos un buen número de tipos de Cristo, pero por ahora saltaremos a la época de Jacob. Si leen Génesis cuidadosamente, notarán que la revelación en cuanto a Cristo no alcanza su plena medida sino hasta que llegamos a Jacob, porque Jacob introdujo una casa para Dios (Gn. 28:10-22). En la Biblia el Señor no habla de la casa de Abraham ni de la casa de Isaac. Sin embargo, las Escrituras a menudo se refieren a la casa de Jacob o a la casa de Israel. Abraham al parecer era un solo individuo, y lo mismo parece haber sido Isaac. Pero con respecto a Jacob no vemos un solo individuo, sino una casa: la casa de Jacob, la casa de Israel. Por consiguiente, la revelación de Cristo alcanzó su plena medida con Jacob.
¿Cuál es la revelación que Jacob recibió en aquel tiempo en cuanto a Cristo? En su sueño Jacob vio una escalera (v. 12). En Juan 1:51 el Señor le dijo a Natanael: “De cierto, de cierto os digo: Veréis el cielo abierto, y a los ángeles de Dios subir y descender sobre el Hijo del Hombre”. De esta manera el Señor Jesús se refirió a esta escalera, diciéndonos que esta escalera es Él mismo. Él es la escalera celestial que trae el cielo a la tierra. Jacob recibió una revelación en un sueño en cuanto al Cristo que es la escalera celestial que trae el cielo a la tierra. En aquella ocasión como joven que era, Jacob hizo algo muy maravilloso. Él tomó la piedra que había usado como almohada, la erigió como columna y derramó aceite sobre ella (Gn. 28:11, 18). Después de esto llamó el nombre de aquel lugar Bet-el (v. 19), esto es, la casa de Dios. Él no sólo dijo que ese lugar era la casa de Dios, sino que incluso dijo que la columna, la piedra sobre la cual derramó aceite, era la casa de Dios (v. 22). ¿Pueden ver que en este cuadro tenemos a Cristo y también la iglesia? La escalera celestial es Cristo, y la casa de Dios hecha con la piedra sobre la cual ha sido derramado el aceite es la iglesia.
Tenemos que creer que lo que hizo Jacob, ese joven travieso, fue algo que el Espíritu Santo hizo por medio de él. Jacob no tenía una casa donde morar, y era una persona errante; sin embargo, se olvidó de que no tenía hogar y, en vez de ello, se preocupó mucho por la casa de Dios. En vez de decir: “Esta columna será mi casa”, dijo: “Esto [...] es [...] la casa de Dios” (v. 17). De manera semejante, en Mateo 16 cuando Pedro recibió la revelación en cuanto a Cristo, dijo: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente” (v. 16), la escalera celestial que trae el cielo a la tierra. El Señor inmediatamente le dijo a Pedro: “Y Yo también te digo, que tú eres Pedro [o, una piedra], y sobre esta roca edificaré Mi iglesia” (v. 18). Si usted compara estas dos visiones, comprenderá que en principio son exactamente iguales. Cuando usted verdaderamente conoce a Cristo como la persona celestial, una visión vendrá a usted en la cual una columna es erigida, aceite es derramado sobre ella y surge Bet-el.
La columna de piedra representa a una persona que ha sido regenerada y transformada. Originalmente y por naturaleza, nosotros no éramos columnas de piedra, sino trozos de barro; cuando mucho, éramos columnas de sal, como la esposa de Lot que se convirtió en una columna de sal (Gn. 19:26). Pero alabado sea el Señor, pues fuimos regenerados y estamos siendo transformados. Ahora somos piedras, y el Espíritu Santo como aceite es derramado sobre nosotros. Es a partir de esto que la casa de Dios llega a existir. Todas estas cosas suceden cuando usted ve que Cristo es la persona celestial y conoce a Cristo como Aquel que trae a Dios al hombre y trae el cielo a la tierra. Cristo es Aquel que abre los cielos y trae el cielo a la tierra y a Dios al hombre. Cuando usted conozca a Cristo como tal persona, sentirá que ha habido un gran cambio, una regeneración, e incluso una transformación dentro de sí. Usted entonces será una piedra útil para la edificación de la iglesia. Cuanto más usted conozca a Cristo como la persona celestial que trae el cielo a la tierra y que trae a Dios al hombre, más será transformado de un trozo de barro a una piedra, y más será edificado sobre la roca.
Si usted conoce a Cristo, también debe conocer la iglesia. Si verdaderamente conoce a la Cabeza, entonces, sin lugar a dudas, también conocerá el Cuerpo. Usted podría decir: “Oh, soy un pecador miserable, y Él es el Salvador. Él murió en la cruz por mis pecados para salvarme del infierno y me llevará al cielo a la mansión celestial”. Sin embargo, si únicamente conoce a Cristo como el Salvador de esa manera, me temo que nunca conocerá nada de la iglesia; pero si se da cuenta de que Cristo es la persona celestial que viene a la tierra para traer el cielo a la tierra y para traer a Dios al hombre a fin de mezclarse con el hombre, entonces habrá un gran cambio en usted. Experimentará en su interior una regeneración y una transformación. Usted será grandemente transformado, y comprenderá que usted es simplemente una piedra útil para la edificación de la iglesia sobre la roca, que es Cristo y la revelación en cuanto a Él.
(
Pensamiento central de Dios, El, capítulo 7, por Witness Lee)