I. EN AMOR
Efesios 5 menciona que el esposo es la autoridad. Señala específicamente que el esposo es una autoridad. La manera en que se presenta este asunto es bastante inusual. Dice que las esposas tienen que someterse a sus esposos. Sabemos que el otro aspecto de la sumisión es el dominio; sin embargo, Dios nunca manda a los esposos que ejerzan dominio sobre sus esposas, sino que únicamente les manda que las amen. El esposo es una autoridad; él es la cabeza. Pero ¿cómo debe comportarse como cabeza que es? ¿Cómo debe comportarse como autoridad? Efesios 5 claramente nos dice que la manera de hacerlo es en amor.
Efesios 6 también menciona que los progenitores son una autoridad, y específicamente el padre. Pero también dice que los padres no deben provocar a ira a sus hijos. Una vez más, esto es algo relacionado con el amor. Por lo tanto, podemos ver que los esposos deben amar a sus esposas, y que los padres no deben provocar a ira a sus hijos. El esposo es la autoridad delegada para la esposa, y el padre es la autoridad delegada para los hijos. Sin embargo, estas autoridades delegadas sólo pueden ejercer su función en amor y sin provocar a ira.
Podemos ver algo claramente aquí: Dios nos designa como autoridad, pero Él no quiere que optemos por el camino de la disciplina. Si en una familia los padres no aman lo suficiente a sus hijos, sino que sólo les aplican una estricta disciplina, ciertamente el resultado no será bueno. Los buenos padres en efecto disciplinan a sus hijos, pero la manera en que lo hacen es absolutamente en amor. Los hijos no sienten que los padres están controlándolos. Al contrario, ellos sienten que sus padres los aman, los cuidan, están preocupados por ellos y piensan en ellos. A ellos les parece que sus padres hacen planes y toman decisiones por el bien de ellos. En este cuidado amoroso se halla el control y la autoridad. Esto mismo se aplica a los esposos en relación con sus esposas.
Una vez un hermano escuchó un mensaje que decía que las esposas deben someterse a la autoridad de los esposos y que los esposos deben ser la cabeza. A él le parecía que no había sido la cabeza antes, y que a partir de ese día tenía que ir a casa y ser la cabeza. Él se fue a casa reflexionando seriamente, con gran pompa y un rostro muy severo, asumiendo el rol de ser la cabeza. En realidad, usted no llega a ser la cabeza al poner una fachada ni al fingir un rostro severo. Tampoco lo hace al pretender ser alguien. Ser la cabeza de esta manera está completamente equivocado.
En algunas iglesias locales he visto hermanos que actúan como ancianos al poner una fachada. Ellos dicen: “¡Oh, yo soy un anciano!”. Ellos pretenden comportarse como ancianos y hablar con el tono de un anciano. Debo decirles que no hay nada más desagradable en la iglesia que ver algo semejante. Recuerden que la cantidad de amor que una persona posee es la cantidad de autoridad que posee. Una persona sólo puede ejercer la autoridad sobre aquellos que ama. Sin amor no existe una base para la autoridad. No espere poder ejercer la autoridad sobre quienes usted no ama. No existe tal cosa. ¿Por qué es que tan a menudo una madrastra no tiene la posición para ejercer autoridad sobre sus niños? ¿Y por qué es que incluso cuando ella ejerce la autoridad, los niños no la aceptan? La razón es que no hay amor maternal. El amor maternal es la base para que una madre ejerza autoridad sobre sus hijos. Sin amor no existe base alguna para ejercer autoridad. Por lo tanto, debemos ver que la medida de amor que una persona posea es la medida de autoridad que ella podrá ejercer. El amor es la base de la autoridad y el poder que está detrás de ella.
De nada sirve jamás que un anciano trate de asumir la autoridad en la iglesia por la fuerza. Esto no sólo será desagradable ante los ojos de los hombres, sino que tampoco habrá ninguna confirmación de parte del Espíritu Santo. Usted podrá asumir su propia autoridad, pero el Espíritu Santo no estará allí presente. Usted sólo puede ser autoridad basándose sobre una sola cosa: sobre el amor. Si usted verdaderamente ama a los hermanos y hermanas, el amor mismo llegará a ser el control y llegará a ser su autoridad sobre los demás. Ya sea con respecto a la iglesia, o con respecto a unos pocos hermanos y hermanas, usted debe recordar que si no tiene amor, no debe jamás ejercer su autoridad, ni tratar de intervenir en los asuntos de otros. Si usted trata de meterse en sus asuntos, estará ejerciendo control, estará asumiendo autoridad. Si desea intervenir en los asuntos de otros, y si quiere ejercer cierto control y ser la autoridad, debe primero echar el cimiento del amor y después afirmar sus pies sobre él. Si el amor no es la base de la autoridad, usted no tendrá una base sobre la cual apoyarse, y de nada servirá que intente ser la autoridad. Usted puede decirle al Señor: “Señor, no puedo hacer nada, porque no tengo una piedra de fundamento; no puedo sobreedificar nada. No tengo debajo una piedra sobre la cual apoyarme; no tengo donde poner mis pies”. Espero que los ancianos vean claramente en qué condiciones se encuentran respecto a este asunto. Si usted nunca ha ejercido el amor ni nunca ha echado el cimiento del amor con respecto a la iglesia o una persona o un grupo de personas, lo mejor es que se olvide de intervenir en sus asuntos, pues si lo hace, esto significa que no se conoce a sí mismo lo suficiente. Hablando con propiedad, ser una autoridad, como lo hemos definido, sencillamente equivale a amar. Usted tiene que amar la iglesia, tiene que amar a los hermanos y hermanas. Este amor entonces vendrá a ser su autoridad.
Supongamos que alguien está en apuros y le pide a usted que lo ayude. Si usted no lo ama, no podrá resolver el problema. En realidad, su propósito no debe ser resolverle sus problemas, sino amarlo, preocuparse por él y llevar su carga. No sólo usted debe cargar con el asunto, sino sobrellevar a la persona misma. Sólo cuando tenga esta mentalidad, podrá resolver el problema y ayudar al hermano a pasar por la situación. Si los ancianos no tienen esta mentalidad, aun cuando el hermano se hubiera roto la cabeza y su cara estuviera ensangrentada, yo les recomendaría que se queden en casa y duerman, y no traten de atender la situación. Creo que ustedes entienden lo que quiero decir. Tratar de inmiscuirnos en los asuntos de otros de esta manera es inútil; es un vano ejercicio de la autoridad. Es querer ser una autoridad sin ninguna base, y viene a ser lo mismo que ser entrometidos. Es cierto que usted es un anciano en la iglesia, pero lo que usted haga no servirá de nada porque no hay amor. Una autoridad sólo puede ejercer su función en amor. En otras palabras, el amor es la autoridad transformada. El amor que usted ejerce para con los hermanos y hermanas es la autoridad. Sin este amor, de nada servirá que usted intente ser una autoridad.
El Señor dijo que los ancianos en la iglesia son semejantes a pastores que cuidan del rebaño. Usted puede entender lo que esto significa al observar a un pastor: mientras él dirige a las ovejas, las ama con un amor ferviente. El pastor les provee el alimento, el agua que beben, el lugar donde han de descansar y la protección. De él mana el amor. Como resultado, las ovejas oyen su voz.
Una vez estuve en Escocia, donde había una finca grande con muchas ovejas. El pastor tenía unos perros especiales que eran pequeños y tenían patas cortas, y los usaba para proteger a sus ovejas. Cuando el pastor llevaba el rebaño a la pradera, a veces las ovejas se dispersaban y se extraviaban. El pastor quería mantenerlas en la pradera, pero ellas se le escapaban y se iban a los arroyos. A fin de traerlas de nuevo al rebaño, el pastor les daba una señal a los perros y ellos de inmediato salían corriendo. Ellos podían correr más rápido que las ovejas. Aunque las ovejas eran más grandes y los perros más pequeños, éstos eran muy feroces, y las ovejas tenían que dar vuelta y regresar al rebaño. Una vez vi a dos o tres ovejas alejándose del rebaño, y el pastor no podía hacer nada. Si él se fuera tras ellas, otras se le escaparían. Y si luego corriera tras ésas, las demás se le escaparían. Así que el pastor dio una orden, y uno de los perros muy obedientemente corrió y se puso frente a las ovejas y empezó a ladrar ferozmente. Lo sorprendente era que aunque el perro era feroz, no les hizo daño a las ovejas. De este modo, todas las ovejas regresaron, y en poco tiempo, los perros reunieron todas las ovejas que se habían apartado y las trajeron de regreso. La expresión de los perros parecía muy feroz, pero uno podía percibir que estaban llenos de afecto. Cuando las ovejas regresaron, el pastor también era muy tierno con ellas. Yo pensé que esto era muy significativo. Incluso la ferocidad que se les mostraba a las ovejas era una expresión de amor. Ésta es la disciplina de amor, y es absolutamente una expresión de amor.
A menudo los niños son muy perspicaces. Algunos padres castigan a sus hijos muy severamente; pero cuanto más los castigan, más los hijos se sienten atraídos a ellos, porque saben que sus padres los aman. Sin embargo, si alguien no tiene amor, los niños pueden también percibir esta carencia. Algunos padres pueden decir palabras muy ásperas, que incluso otros considerarían muy graves, pero los niños pueden saborear el amor en esas palabras. Otras veces alguien que está de visita en la casa puede decirle a un niño palabras muy dulces y agradables, pero él sabe que las palabras no tienen nada que ver con él. Incluso un niño de uno o dos años puede discernir esto. Por lo tanto, los ancianos deben saber que, si bien se necesita la autoridad apropiada en el manejo de la iglesia, y que sin ella la iglesia no puede ser manejada apropiadamente, al ser ellos la autoridad, deben convertir su autoridad en amor. A los demás les debe parecer que la autoridad ha desaparecido completamente y que todo es amor. El amor es la autoridad transformada, de manera muy semejante a como el cuerpo del Señor Jesús era Dios transformado. Él nunca les hizo sentir a los demás que era Dios. Al contrario, hacía que los demás lo percibieran como un hombre auténtico. Según este mismo principio, los que están en autoridad no deben dar a otros la impresión de que ellos son la autoridad. Al contrario, deben hacer que los demás sientan que todo es enteramente un asunto de amor. Si los hermanos y hermanas no pueden percibir amor en usted, entonces usted no tiene la posición ni la base para ser una autoridad. A fin de ser una autoridad, debemos tener amor.
(
Manejo de la iglesias por parte de los ancianos, El, capítulo 6, por Witness Lee)