IV. LAS DIRECCIONES DE LA COORDINACIÓN
Las direcciones de la coordinación son tres, las cuales ya hemos mencionado. Ellas son el evangelio, el perfeccionamiento y el servicio. Cada uno de estos tres asuntos del servicio de la iglesia es una dirección en coordinación. Los ancianos, en su manejo de la iglesia y al conducir a los hermanos y hermanas a la coordinación, primeramente tienen que tomar el evangelio como su dirección. Ellos deben coordinar a los hermanos y hermanas para que prediquen el evangelio. En segundo lugar, deben tomar el perfeccionamiento como una dirección, perfeccionándolos en la coordinación. Tercero, deben tomar el servicio como una dirección, conduciéndolos al servicio de la iglesia. Las direcciones de la coordinación siempre son estos tres asuntos: el evangelio, el perfeccionamiento y el servicio. Los dieciséis puntos mencionados anteriormente nos hablan de cómo conducir a los hermanos y hermanas paso a paso a la coordinación. Ahora estamos hablando de qué dirección ellos deben tomar después que han sido coordinados.
A. El evangelio
La primera dirección en la coordinación consiste en ayudar a los hermanos y hermanas a predicar el evangelio. Los ancianos deben siempre conducirlos en la dirección del evangelio. Deben ayudar a los santos a estar activos en el evangelio, a esforzarse en el evangelio y a llevar fruto en el evangelio. Deben introducir a los nuevos creyentes en la iglesia por medio del evangelio. En otras palabras, deben propagar continuamente el reino del Señor por medio del evangelio.
Nunca piensen que cualquiera puede predicar el evangelio; no, hay ciertos requisitos que deben cumplirse al respecto. Ustedes pueden ver que algunos son eficaces al predicar el evangelio, mientras que otros no lo son. Cuando algunos predican, las personas son salvas; y cuando otros predican, nadie es salvo. Esto tiene que ver con la manera en que se haga y con el método que se aplique. Espero que los hermanos y hermanas presten atención a los siguientes puntos.
1. El celo
Los ancianos deben ayudar a los hermanos y hermanas a tener celo por el evangelio. Si una iglesia local carece de celo por el evangelio, esa iglesia debe de estar enferma. Independientemente de si una iglesia local es grande o pequeña, debe tener celo por el evangelio. Por supuesto, los ancianos tienen que personalmente cultivar este celo por el evangelio.
a. Los ancianos mismos deben orar para que haya celo por el evangelio.
b. Los ancianos deben tener ellos mismos celo por el evangelio.
c. Los ancianos deben reunir a los hermanos y hermanas para orar como iglesia, pidiendo que todos tengan celo por el evangelio. Todos los hermanos y hermanas tienen que reunirse para invocar al Señor, para pedirle a Dios que avive el fuego del evangelio, de modo que todos tengan celo por el evangelio. Oh, queridos hermanos y hermanas, el fuego del evangelio tiene que ser avivado. Si ustedes no avivan el fuego, no arderá. Recuerden que según lo dispuesto por Dios, el fuego del holocausto en el altar del Antiguo Testamento no debía apagarse, sino que debía arder desde la mañana hasta la noche, y desde la noche hasta la mañana. Era necesario que los sacerdotes le añadieran madera al fuego continuamente. Los sacerdotes tenían que ser responsables de atender esto y de mantener el fuego prendido. De la misma manera, el celo por el evangelio tiene que ser avivado por los ancianos.
Espero que les impresione a los ancianos que una de sus responsabilidades es avivar el fuego del evangelio en su iglesia local. Ellos tienen que añadir madera frecuentemente, avivar el fuego frecuentemente y frecuentemente hacer que los hermanos y hermanas lleguen a ser celosos por el evangelio. No está bien que uno vaya a una iglesia local y encuentre que los hermanos y hermanas estén interesados en las cosas espirituales, pero sean fríos en cuanto al evangelio. Una situación así indica que hay algo anormal. No importa cuán grande sea una iglesia, ni cuán madura y profunda sea en cuanto a experiencia, debe tener el fuego del evangelio. Esto es algo por lo cual los ancianos son responsables. La iglesia debe tener celo por el evangelio.
2. El poder
La iglesia no sólo debe tener fervor por el evangelio, sino también el poder del evangelio. Por supuesto, ello requiere que los ancianos presten atención al llenar del Espíritu Santo. Ellos deben tener tratos específicos delante del Señor así como experiencias de consagración, y deben aceptar por fe la muerte y resurrección del Señor, junto con el Espíritu Santo que viene por medio de Su ascensión. Los ancianos no pueden relajarse al respecto; ellos deben ayudar a los hermanos y hermanas a procurar ser llenos del Espíritu Santo continuamente. Por un lado, estamos completamente en desacuerdo con el así llamado movimiento pentecostal que ha existido en la iglesia en los pasados cien años o más. Pero, por otro, no hay duda de que sí hay que ayudar a los hermanos y hermanas, en circunstancias normales, a recibir el poder del Espíritu Santo delante de Dios. Éste es también un asunto que corresponde al manejo realizado por los ancianos.
Hermanos, permítanme repetirles nuevamente que el manejo de la iglesia es muy semejante al manejo de una casa. Si un ama de casa descuida su casa por un mes, y en vez de ello, come, duerme y juega día tras día, la familia aún sobrevivirá. Pero si ella desea manejar bien su casa, nunca terminará de trabajar, desde la mañana hasta la noche, y desde el primer día hasta el último. Considere solamente esto: la limpieza. Hay tantas cosas que limpiar, trapear y lavar. Sucede lo mismo con respecto a la iglesia. Si usted quiere manejarla bien, son demasiadas las cosas que hay que hacer.
Los que se encargan del manejo de la iglesia no deben jamás actuar relajadamente, como si no hubiese nada que hacer. No deben jamás tener este sentir: “Tenemos la reunión de predicación los domingos por la mañana, la reunión del partimiento del pan por la noche, la reunión de oración los martes por la noche, el estudio bíblico los jueves por la noche y la reunión de comunión los sábados por la noche. Damos gracias al Señor y lo alabamos por ello. Tenemos ya muchas reuniones en la semana; eso es suficiente. Nuestros hermanos y hermanas no tienen enfermedades graves ni ha habido muertes entre nosotros. Tampoco hay muchos que estén desempleados. Damos gracias al Señor y lo alabamos por ello. Sólo tenemos treinta o más hermanos y hermanas, y la mayoría de ellos asisten a las reuniones, y ninguno de ellos tiene mayores dificultades. Estamos bastante bien”. Permítanme decirles esto: ustedes podrán descansar tranquilos, pero el Señor, no. Ustedes han estado reuniéndose en ese lugar ya por dos o tres años, pero siguen siendo un poco más de treinta hermanos y hermanas. No ha habido un crecimiento numérico en más de un año. ¿Cómo puede ser? Como ancianos, ustedes deben levantarse para avivar el fuego del evangelio. Ustedes no pueden quedarse tan tranquilos; tienen que irse a acostar un poco más tarde y levantarse un poco más temprano. Tienen que orar, invocar al Señor a fin de impartir a la iglesia el celo por el evangelio, y lograr que cada hermano y hermana arda en su interior. Si ustedes pueden avivar el fuego, habrá muchas obras como resultado de ello.
(
Manejo de la iglesias por parte de los ancianos, El, capítulo 13, por Witness Lee)