III. SER SINCEROS DE CORAZÓN
La sinceridad aquí no se refiere al hecho de no mentir ni engañar; más bien, se refiere a la veracidad y genuinidad. Significa no hablar con palabras torcidas ni valernos de ninguna diplomacia o maniobra. Si se puede hacer algo, usted simplemente lo hace; y si no se puede hacer, usted simplemente no lo hace. No se vale de maniobras diplomáticas. En estos años he visto muchas cosas deshonestas entre los hijos de Dios. A veces, incluso cuando un hermano le da a usted una prenda de vestir, no está siendo sincero. ¿Entiende lo que le digo? Él no le da una prenda de vestir porque lo ame y sienta que necesita ropa, sino porque quiere que usted haga algo por él, y teme que no vaya a hacerle ese favor. Es por eso que le da esa prenda de vestir. Recuerden que esto es algo que proviene de un corazón deshonesto. Entre los gentiles esto no sería considerado engañoso, pero en la iglesia sí es deshonestidad.
Muchas veces los que son ancianos son demasiado experimentados. Perdónenme por decirles esto; pero son tan experimentados que se han vuelto muy astutos. Interiormente, el hermano quizás no esté contento con usted, pero ponga una sonrisa. Es correcto que él no se enoje con los demás aunque esté descontento con ellos, pero tampoco debe fingir estar contento, pues eso es falsedad. Dicho hermano debe tener una actitud sobria ante los demás; es decir, debe dejarles saber que no está contento. Eso es lo correcto. Está bien que usted no se enoje, pero no está bien que finja y ponga una cara sonriente. Ustedes deben comportarse debidamente con un corazón sincero. En cualquier organización social las personas pueden fingir y comportarse diplomáticamente y tratar de manipular las cosas. Pero los hermanos y hermanas, especialmente los que son ancianos, deben ser genuinos. Deben aprender a tener un corazón sincero delante de Dios. Nuestras palabras, nuestra expresión, nuestra actitud y nuestro contacto con los hermanos y hermanas deben ser genuinos.
Hermanos, cada vez que ustedes no sean genuinos, esto significa que tienen una motivación, y dicha motivación significa que se están comportando de manera diplomática. En la tipología esto es la lepra en la vestimenta como se menciona en Levítico 13. Si yo le doy algo a un hermano, debe ser porque siento una carga, un sentir y amor de parte del Señor. Lo que haga externamente debe provenir de mi interior. Esto es algo muy hermoso. Pero si nunca he tenido esa carga, dirección ni amor, es lepra darle algo a un hermano a fin de obligarlo a que haga algo por mí. Nunca debemos hacer esto. Tal vez esto lo haga la sociedad, pero no debe hacerse en la iglesia. Debo repetirles esto una y otra vez: es cierto que no debemos enojarnos cada vez que nos plazca, ni debemos hablar descuidadamente, pero, al mismo tiempo, no debemos usar maniobras. Nuestra actitud externa debe expresar la condición interna de nuestro corazón. Nunca debemos tomar esto a la ligera. Si usted quiere ser un anciano genuino, encontrará que esta lección es muy difícil de aprender. No es fácil abstenernos de actuar diplomáticamente y a la vez no dejar de ser estrictos para con nosotros mismos delante de Dios.
Hermanos, perdónenme por decirles esto: a veces cuando ustedes se vuelven muy experimentados en tratar los asuntos, en realidad llegan a ser personas de doble cara. Una cara está frente a la luz y la otra está en oscuridad. En otras palabras, una cara es negra y la otra es blanca. Eso no está bien. Ningún anciano debe comportarse de esa manera. Eso es equivalente a un anciano que actúa con doblez y dice dos cosas diferentes. Un anciano únicamente debe tener una sola expresión y manifestación por dentro y por fuera. Espero que todos los hermanos aprendan esta lección.
Todos los que intentan manipular las cosas, lo hacen para evadir o evitar dificultades. Pero cuanto más trate usted de evadir o evitar cosas, más difícil le resultará tratar los problemas. Si usted no es capaz de confrontarlos, es mejor que no haga nada y deje que los problemas salgan a la superficie. No es necesario que los confronte. Si usted procura ser genuino en todo momento, muchas veces las dificultades se irán solas. En particular me gusta mucho la persona de Moisés en el libro de Números. Él nunca manipulaba nada entre los israelitas. Ustedes tienen que reconocer que él tenía una mente muy brillante, era un hombre lleno de sabiduría, perspicacia, conocimiento y capacidad. Sin embargo, a pesar de ello, lo vemos como una persona muy simple entre los israelitas. Él era una persona genuina, y tenía un corazón sincero. Algunos dicen que una persona simple es una persona insensata. Reconocemos que eso es cierto, pero recuerden que esa clase de necedad no es una necedad mala, sino buena. Ustedes tienen que aprender a tener un corazón que es sincero.
Algunos ancianos obviamente están descontentos con ciertas personas. Sin embargo, no dirían eso cuando están con ellas cara a cara, sino que hablarían a espaldas de ellas. Eso no es ser sincero. Si usted no puede decirle algo a alguien en su cara, no debe decirlo a sus espaldas. Si no puede decirlo en la luz, tampoco debe decirlo en la oscuridad. Los ancianos tienen que aprender a ser sinceros hasta tal punto. No hay nada malo si usted no es capaz de decir algo cara a cara, pues es posible que las circunstancias o las condiciones no se lo permitan. Además, debemos aprender a vivir delante de Dios, pues a veces incluso Dios no nos permite decir nada. Sin embargo, no está nada bien que usted no le diga nada a alguien en su cara, pero se lo diga a otros, o que pinte un cuadro blanco cuando está delante de esa persona, pero después pinte un cuadro negro cuando está con otra persona. Todos los ancianos que son de beneficio para la iglesia son los que son veraces. Si yo puedo decir algo y en mi interior me siento dirigido a decirlo, debo decirlo. Pero si no puedo decir algo ni tampoco me siento dirigido a decirlo, entonces no debo decirlo. Todo lo que yo diga debe ser lo mismo, no importa a quién se lo diga, si a los hombres, a Dios o a Satanás. Eso es ser un anciano. Este tipo de persona sincera nunca teme la confrontación. Él les dice lo mismo a los que se le oponen como también a los que están de acuerdo con él. Nunca teme confrontar las dos partes contrarias.
Hermanos, no piensen que esta lección es fácil de aprender. Estoy seguro de que todos ustedes desean servir al Señor, y que ninguno de ustedes es deshonesto. Pero esto se refiere a la sinceridad en el sentido general. La sinceridad de la cual estamos hablando hoy significa mucho más; significa no evadir las situaciones ni manipular. Tengo que aprender solamente a ser restringido por Dios y a vivir delante del Él. Cuando la respuesta es sí, debo decir que sí; y cuando la respuesta es no, debo decir que no. Cuando sea permisible hacer algo, debo hacerlo, pero cuando no lo sea, no debo hacerlo. Además, todo lo que haga en público, debe ser lo mismo que hago a solas. Ésta es la sinceridad de la cual estamos hablando. Sólo esta clase de corazón podrá brindarle a la iglesia un verdadero beneficio. La administración de la iglesia no es una cuestión de especulación; usted no puede jugar a la política y pensar que mientras sea exitoso en ello, nada más importa. Eso no funcionará, pues no resistirá jamás la prueba del tiempo. Si usted es una persona de doble cara, los demás quizás no lo sepan por ahora, pero a su tiempo todos lo sabrán. El tiempo pone todo a prueba. A fin de que la iglesia obtenga un beneficio, un anciano debe aprender a ser una persona que tiene un corazón sincero.
(Manejo de la iglesias por parte de los ancianos, El, capítulo 3, por Witness Lee)