Vivir en y con la Trinidad Divina, por Witness Lee

LA ECONOMÍA, EL PLAN, EL ARREGLO, LA IMPARTICIÓN

La economía de la Trinidad Divina, la cual es Su plan, Su arreglo o impartición, la hizo Dios [el Padre y el Espíritu] según el propósito de Dios de los siglos [eterno] en Cristo Jesús nuestro Señor [el Hijo] (Ef. 3:11). La economía de Dios consiste en hacer de nosotros una herencia, predestinados según el consejo de Su voluntad (1:11). Nosotros somos vasos de Dios, botellas de Dios, así que somos Su herencia, Su posesión. Él nos ha poseído como Su herencia con el propósito de que lo contengamos. Él desea impartirse en nosotros todo el tiempo. Esta impartición no ocurre una sola vez por todas; sino que está impartiéndose continuamente todo el tiempo y seguirá impartiéndose por la eternidad. Dios nos ha hecho Su herencia para disfrutarnos. Nosotros somos la herencia de Dios por ser Sus vasos. Sus recipientes son Su herencia. Él necesita más vasos en los cuales pueda impartirse a Sí mismo con todas Sus riquezas.

Dios nos dio a conocer el misterio de Su voluntad según Su beneplácito, el cual se había propuesto en Sí mismo (Ef. 1:9b). La economía de Dios fue un misterio escondido desde los siglos en Dios, que creó todas las cosas (3:9c; 5a), pero ahora es revelado a Sus santos apóstoles y profetas en el espíritu [mezclado con el Espíritu] y sacado a luz para todos los hombres (3:5b; 9a). Tal espíritu mezclado es el medio por el cual la revelación del Nuevo Testamento, en cuanto a la economía de Dios, es revelada a los apóstoles y profetas. Es necesario estar en éste espíritu para ver tal revelación.

El apóstol Pablo tuvo una visión clara en cuanto a la economía de Dios, pero temo que Su economía todavía sea un misterio escondido para muchos cristianos. Pablo dijo en Efesios que él había sido comisionado para revelar, para dar a conocer, para alumbrar el misterio de la economía de Dios. Revelar es dar a conocer, y dar a conocer es alumbrar. Hay muchos cristianos que nunca han sido alumbrados en cuanto a la economía de Dios. Tal misterio no se les ha dado a conocer. Debemos orar para que la economía de Dios ya no sea un misterio para nosotros y que podamos ser alumbrados con la verdad y la visión de Su economía.

(Vivir en y con la Trinidad Divina, capítulo 2, por Witness Lee)