LA IMPARTICIÓN DEL DIOS TRIUNO
El Dios Triuno se hace carne y fija tabernáculo entre nosotros, lleno de gracia y de realidad
La impartición del Dios Triuno se puede ver primero en Juan 1:14 y 16. Estos versículos nos dicen que el Verbo [el Dios Triuno] se hizo carne, y fijó tabernáculo entre nosotros, lleno de gracia y de realidad, y que de Su plenitud recibimos todos, y gracia sobre gracia. ¿Cuál fue el propósito de que el Dios Triuno se hiciera carne y fijara tabernáculo entre nosotros? Es correcto decir que el Dios Triuno se encarnó para ser nuestro Salvador, pero esto todavía es muy superficial. Debemos darnos cuenta que Juan 1:14 es como un gran océano. Su significado es profundo, amplio y va más allá de nuestro entendimiento natural. Este versículo es como una mina profunda llena de tesoros.
Juan 1:14 dice que el Dios Triuno encarnado estaba lleno de gracia y de realidad. Muchos cristianos no tienen el entendimiento apropiado de lo que son la gracia y la realidad. La gracia es Dios mismo para que nosotros lo disfrutemos. Una línea de Himnos, #211, dice: “Gracia, en su mayor definición es Dios en Cristo siendo mi porción”. La gracia es Dios como nuestro disfrute y la realidad es Dios hecho real para nosotros. La gracia es Dios para que lo disfrutemos y la realidad es Dios como nuestra posesión. Nada es real en el universo excepto Dios. Nuestro Dios es la luz verdadera. Nuestra verdadera bebida es Dios. Nuestra comida es Dios. Dios es la realidad. La frase “lleno de gracia y de realidad” en el versículo 14 indica que la encarnación tiene como fin que Dios venga y se imparta en nosotros y sea nuestro disfrute y nuestra posesión. Debemos recibir esta grandiosa visión. La encarnación de la Trinidad Divina tiene por finalidad que Él mismo se imparta en nosotros para que lo disfrutemos y para que sea nuestra herencia. Lo disfrutamos y lo heredamos como nuestra posesión, como nuestra realidad, por medio de Su impartición.
Apocalipsis 21 y 22 revelan que Dios será nuestra única realidad en la Nueva Jerusalén en la eternidad futura. La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna porque Dios mismo es la luz y Cristo es la lámpara (21:23; 22:5). La luz en el universo no será algo hecho por el hombre, sino que será Dios mismo. Dios es la realidad de la luz, y Él es nuestra posesión y nuestra herencia. En la Nueva Jerusalén también está el río de agua de vida (22:1). Este río es un símbolo del Espíritu como el suministro de agua divina y espiritual que satisface nuestra necesidad. El fruto del árbol de la vida será nuestra comida en la Nueva Jerusalén (22:2). Por lo tanto, en la Nueva Jerusalén, la luz es Dios mismo, el agua es Dios mismo y la comida es Dios mismo. Él es la realidad de todas nuestras necesidades. Dios vino en Su encarnación con todas estas riquezas de gracia y de realidad. Lo heredamos y lo disfrutamos como tal rica provisión.
(
Vivir en y con la Trinidad Divina, capítulo 3, por Witness Lee)