Vivir en y con la Trinidad Divina, por Witness Lee

LA EXPERIENCIA INICIAL QUE TIENEN LOS CREYENTES DE LA TRINIDAD DIVINA

Para ver nuestro vivir en la Trinidad Divina y con la Trinidad Divina, tenemos que saber, darnos cuenta y aprehender nuestra experiencia inicial de la Trinidad Divina. Todo lo que se encuentra en la etapa inicial es un fundamento.

Santificados por el Espíritu

Tenemos como base fuerte un fundamento para tener una vida en la que vivamos en la Trinidad Divina y con la Trinidad Divina. La santificación del Espíritu es el verdadero comienzo de nuestra experiencia inicial del Dios Triuno (1 P. 1:2). Esto corresponde con nuestra experiencia. Fuimos elegidos antes de la fundación del mundo (Ef. 1:4). Esta elección aconteció en la eternidad pasada. Luego en el tiempo Dios nos llamó. El llamado de Dios está implícito cuando somos santificados por el Espíritu.

Antes de ser salvos, vagamos sin significado y propósito, pero de alguna manera fuimos capaces de escuchar la predicación del evangelio. En realidad esta predicación fue el sonido del llamado de Dios. Cuando nosotros salimos a visitar gente a fin de predicarles el evangelio, esto puede considerarse como un llamamiento a ellos. Sin embargo, la predicación sola no constituye el llamamiento de Dios, pues éste incluye tanto nuestra predicación como la santificación del Espíritu.

Cuando salimos a predicar el evangelio, estamos sonando la trompeta del llamado de Dios. Además, el Espíritu que santifica, separa y busca coopera con nosotros. Nosotros predicamos y Él busca. Predicamos y Él separa. Predicamos y Él santifica. Entonces nuestros candidatos se arrepienten y su arrepentimiento es una respuesta al sonido del llamado de Dios. Su arrepentimiento procede de la separación que hace el Espíritu. La obra del Espíritu es una obra de búsqueda, separación y santificación. Nuestra predicación más la separación que hace el Espíritu constituyen el llamado, y el arrepentimiento que experimenta la gente es la respuesta al llamado.

Esto se describe gráficamente en Lucas 15, donde se encuentra la parábola de una mujer cuidadosa que busca una moneda perdida. Ella hizo un trabajo fino al iluminar el cuarto y buscar cuidadosamente en todo lugar. Debido a la iluminación y búsqueda del Espíritu, representado por esta mujer cuidadosa, el hijo pródigo de la siguiente parábola volvió en sí. Los versículos 17 y 18a dicen: “Volviendo en sí, dijo: ¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre! Me levantaré e iré a mi padre...”. Él volvió en sí como resultado de la búsqueda cuidadosa del Espíritu y que el Espíritu lo hallara. Debido a la búsqueda cuidadosa del Espíritu el hijo pródigo volvió en sí y decidió volver a su padre, y por la iluminación, la búsqueda cuidadosa y el escudriñar del Espíritu fue conducido al arrepentimiento. Aunque a él le ocurrió esto, no creo que el hijo pródigo supiera que se debía a la obra santificadora del Espíritu. En nuestra experiencia nos sucedió lo mismo. No comprendimos que nuestro arrepentimiento fuera el resultado de la obra santificadora del Espíritu Santo. Inconscientemente experimentamos al Espíritu santificador de la Trinidad Divina.

Nací en la cristiandad y me crié en ese ambiente por 19 años. Durante ese tiempo no recibí al Señor Jesús. Un día fui a escuchar por curiosidad a una predicadora joven. En esa reunión fui capturado por el Señor. El Espíritu Santo sin duda obró buscándome, separándome y santificándome. El mensaje que escuché fue acerca de la tipología que representaban los hijos de Israel al disfrutar a Cristo como su Pascua y cruzar a través del mar Rojo e ir al desierto para escaparse de la mano usurpadora de faraón, quien tipifica a Satanás. Como resultado de esta palabra, declaré que quería salir del mundo y que ya no quería estar más bajo la mano usurpadora del maligno Satanás. Todos los que somos cristianos regenerados hemos experimentado de esta manera la obra santificadora del Espíritu. Éste es el primer paso, nuestra experiencia inicial del Dios Triuno.

(Vivir en y con la Trinidad Divina, capítulo 8, por Witness Lee)