Vivir en y con la Trinidad Divina, por Witness Lee

LA IMPARTICIÓN DEL HIJO

Ahora queremos ver la impartición del Hijo. El Hijo, que participó de nuestra sangre y carne, fue manifestado en la carne (He. 2:14; 1 Ti. 3:16). El Hijo, como ya hemos visto, nació de una mujer en la semejanza de carne de pecado. La impartición del Hijo también se ve en la gracia y la realidad que vinieron por medio de Jesucristo (Jn. 1:17b). Jesucristo vino con el propósito de impartirnos a Dios mismo como gracia y realidad. Dios mismo como gracia y realidad vino por medio de Jesucristo. Ésta es la impartición del Hijo.

El Hijo vino para que tengamos vida y vida en abundancia (10:10b). Él deseaba impartirse en nosotros como vida. Esto se ve también en Juan 19:34, donde dice que uno de los soldados le abrió el costado y al instante salió sangre y agua. La sangre es para nuestra redención y el agua para la impartición de Dios. La sangre quita los pecados y el agua es el fluir de la vida divina que sacia nuestra sed y sorbe toda muerte. El agua tiene por finalidad que la vida divina sea impartida en nuestro ser. El Hijo de Dios nos amó y se dio por nosotros (Gá. 2:20; Tit. 2:14). El hecho de darse a Sí mismo tiene por finalidad Su impartición.

El Hijo se dio a nosotros para que le podamos comer. Cuando el Señor Jesús estableció Su mesa, dio el pan a los discípulos y dijo: “Tomad, comed; esto es Mi cuerpo” (Mt. 26:26). Esto nos muestra que recordar al Señor en Su mesa es disfrutarle por medio de comerle. El Señor Jesús, quien se dio en la cruz por nosotros, es comestible. El pan en nuestra mesa ha sido procesado o cocinado. Después de la cruz, nuestro Señor es ahora el pan celestial que ha sido cocinado. Ahora este pan está listo para que nosotros lo tomemos y lo comamos. Jesús es comestible hoy. La mesa del Señor, de la cual participamos, es una señal, un símbolo de nuestro andar diario, indicando que nuestro andar diario es uno que toma a Cristo como suministro de vida y vive por este suministro. Una vez por semana nos reunimos para dar testimonio a todo el universo con una declaración de que ésta es la manera en que vivimos. Vivimos por medio de comer a Jesús como nuestro alimento, nuestro suministro de vida. Necesitamos recibir la visión de que Jesús es comestible.

El Hijo es nuestro suministro de vida como maná, incluso como el maná escondido (Jn. 6:32-33, 48-51, 57b; 1 Co. 10:3). El Señor, en Juan 6, se comparó con el maná celestial que fue dado en la antigüedad a los hijos de Israel. Jesús se revela como el maná escondido en las siete epístolas de Apocalipsis escritas por el Señor Jesús a Sus siete iglesias (2:17). Él es el verdadero maná para ser nuestro suministro de vida.

El Hijo también es nuestro suministro de vida como el árbol de la vida con su fruto (Ap. 2:7; 22:2). El árbol de la vida se ve en Génesis y en Apocalipsis. El árbol de la vida se le promete a los vencedores como una recompensa en Apocalipsis 2:7. En Apocalipsis 22:2, 14 y 19 se puede ver un cumplimiento total del propósito de Dios en Génesis. En la eternidad futura, estaremos en la Nueva Jerusalén disfrutando a Cristo como nuestro suministro de vida, como el fruto del árbol de la vida.

Comer da por resultado la mezcla de la divinidad con la humanidad. En los comienzos de la iglesia existía una enseñanza herética en cuanto a esto, que decía que la mezcla de divinidad y humanidad producía una tercera naturaleza. Debido a esta herejía, casi todos evadieron la verdad en cuanto a la mezcla. Pero en la Biblia hay una revelación sólida en cuanto a la mezcla de la naturaleza divina con la naturaleza humana. Tal mezcla está tipificada por la ofrenda de harina en el Antiguo Testamento, compuesta de harina fina mezclada con aceite (Lv. 2:4-5). La harina fina simboliza la humanidad y el aceite simboliza el Espíritu Santo con Su divinidad. El aceite mezclado con la harina fina simboliza que la divinidad se mezcla con la humanidad. Se produce una tercera entidad pero no una tercera naturaleza. Esta tercera entidad no es únicamente aceite ni es únicamente harina fina, sino una torta hecha de aceite mezclado con harina fina, lo cual representa la mezcla de la divinidad con la humanidad. Después de esta mezcla, estas dos naturalezas permanecen distinguibles. Permanecen como dos naturalezas sin que se produzca una tercera naturaleza. Por consiguiente, hay una tercera entidad, pero no una tercera naturaleza.

Todo lo que comemos, digerimos y asimilamos se mezcla con nosotros e incluso llega a ser nosotros mismos. Por eso los dietistas dicen que somos lo que comemos. Un pequeño niño llega a ser grande y fuerte por medio de mezclarse con lo que come. Lo que comemos lo asimilamos y finalmente constituye nuestra propia fibra y tejido. En Juan 6:57 el Señor dijo que el que le comiera viviría por causa de Él. Dios en Cristo es bueno para comer. El hecho de que Él sea alimento tiene como fin ser impartido en nuestro ser.

La impartición del Hijo se ve también en Efesios 3:8, el cual revela que las inescrutables riquezas de Cristo [el Hijo] son para el ministerio del Nuevo Testamento en la impartición divina. Mucha gente alega tener un ministerio, el cual es un servicio, pero ¿cuál es el contenido de su servicio? ¿Ministramos a Cristo como el suministro alimenticio a Sus creyentes? Si no lo hacemos, no tenemos un ministerio verdadero, auténtico y adecuado. El ministerio verdadero, auténtico y adecuado en el Nuevo Testamento es la mayordomía divina que ministra al Dios Triuno en Cristo como su vida y suministro de vida a las personas. En todos los mensajes que he dado a través de los años, mi única carga ha sido ministrar Cristo al pueblo de Dios como vida y suministro de vida para ellos. Esta verdad se expresa en Himnos, #224, cuyo coro dice:

Dios está en Cristo para suplir, Como el Espíritu nutre Él; Si me alimento de Cristo yo,     Lleno de Él seré.

(Vivir en y con la Trinidad Divina, capítulo 3, por Witness Lee)