Cómo administrar la iglesia, por Witness Lee

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ASIRNOS A LA VERDAD EN AMOR

Efesios 4:15 dice: “Asidos a la verdad en amor”. Nos asimos a la verdad en amor. En el Nuevo Testamento los que viven ante Dios deben amarlo; quienes solamente le temen no pueden vivir ante Él. Una pareja se casa en amor, no en temor. Las parejas que han estado casadas por mucho tiempo se parecen en su comportamiento y conducta porque viven en amor.

Pablo dice: “Por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para Aquel que murió por ellos y fue resucitado” (2 Co. 5:15). También dice: “Ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí [...] el cual me amó y se entregó a Sí mismo por mí” (Gá. 2:20). Las palabras del Señor Jesús también dicen: “El que me ama, Mi palabra guardará; y Mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él” (Jn. 14:23). Al final del Evangelio de Juan, el Señor le preguntó a Pedro: “¿Me amas más que éstos?” (21:15), y luego le preguntó la segunda y tercera vez: “¿Me amas?” (vs. 16-17). En estos versículos podemos ver que es en amor que debemos asirnos a la verdad. Debemos decirle a Dios: “No importa dónde me pongas, no tengo ningún temor; yo estoy asido a la verdad, no por temor sino por amor”.

El Cantar de los Cantares en el Antiguo Testamento es un libro que empieza con amor, prosigue por medio del amor y finalmente llega al amor. Al comienzo la buscadora dice: “¡Que me bese con los besos de su boca!” (1:2). Si usted ama a alguien, ésta es la mejor manera de expresar su amor. Si su esposa lo ama a usted, ella no será ella misma, sino que será usted. Si usted ama a su esposa, usted no será usted mismo, sino que será ella. El verdadero amor se manifiesta en el hecho de que usted es ella y ella es usted. El amor supremo consiste en que usted no sea usted mismo, sino la persona que ama. Muchas parejas que han estado enamoradas por décadas son casi idénticas en su comportamiento y conducta.

El Señor se hizo carne para ser como nosotros porque nos ama. La expresión más elevada del amor de Dios para con nosotros es que se hiciera un hombre como nosotros. Dios no permaneció como Dios, sino que vino a la tierra para ser un hombre. En esto consiste la encarnación. Podemos comparar esto a un esposo que ya no sigue siendo el esposo solamente, sino que también se convierte en la esposa. Si un esposo estima solamente su posición, esto muestra que no ama en absoluto a su esposa. El que verdaderamente ama a su esposa está dispuesto a renunciar a su estatus de esposo y mostrarse acomodadizo a su esposa. Así, cuando las personas lo vean, se preguntarán si él es el esposo o la esposa. Ésta es la historia del Jesús encarnado, el nazareno. ¿Es Él Dios o es un hombre? Él se hizo hombre para ser como nosotros porque Él nos ama a lo sumo. Igualmente, cuando nosotros lo amamos a lo sumo, también debemos ser como Él. Desde la perspectiva de la esposa, nosotros debemos llegar a ser el esposo; y desde la perspectiva del esposo, debemos llegar a ser la esposa. Aunque no seamos exactamente iguales, debemos ser casi iguales al menos en un cincuenta por ciento. Dios vino del cielo; la Palabra se hizo carne para ser como nosotros. Si queremos responder a Su amor, la carne debe llegar a ser la Palabra; no debemos ser más el hombre sino Dios.

Los cristianos debemos ser como Cristo; nosotros los que amamos a Dios debemos ser como Dios. Al final del Cantar de los Cantares, la sulamita y Salomón se parecen, y están en una unión de amor que es tan fuerte como la muerte (8:6). Por lo tanto, cuando su amor mutuo alcanza su punto culminante, Salomón es como la sulamita y la sulamita es como Salomón; esto significa que Dios es como el hombre y el hombre es como Dios (1 Jn. 3:2). Cuando el amor de los dos alcanza su punto culminante, su unión en amor es tan fuerte como la muerte. Debemos asirnos a la verdad con un amor tal como éste.

(Cómo administrar la iglesia, capítulo 5, por Witness Lee)