Cómo administrar la iglesia, por Witness Lee

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LLEGAR A LA UNIDAD DE LA FE Y DEL PLENO CONOCIMIENTO DEL HIJO DE DIOS

Efesios 4:13 dice: “Hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del pleno conocimiento del Hijo de Dios [...] a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo”. Aquí se nos habla de la obra que realizan las personas dotadas con los santos; ellas perfeccionan a los santos hasta que todos lleguen a la unidad de la fe y del pleno conocimiento del Hijo de Dios. La fe aquí no es un verbo sino un sustantivo, lo cual denota cierto objeto como meta. El propósito de perfeccionar a los santos es que ellos lleguen a la unidad de la fe y del pleno conocimiento del hijo de Dios; ésta es una afirmación extremadamente crucial. En el cristianismo actual no hay unidad. Existen las denominaciones presbiterianas, las denominaciones bautistas, las denominaciones de los adventistas del séptimo día, las denominaciones luteranas, las denominaciones evangélicas luteranas y otras más, pero no hay unidad. Aunque muchos dicen que sus denominaciones se basan en la fe, las diferencias entre las denominaciones en el cristianismo de hoy se deben a las diferencias que tienen en sus creencias.

Sin embargo, la Palabra dice que los santos son perfeccionados hasta que todos lleguen a la unidad de la fe. ¿Son las diferentes denominaciones del cristianismo actual uno en cuanto a la fe? Algunos creen en el bautismo por inmersión y otros en el bautismo por aspersión; unos creen que debemos reunirnos el día del Señor y otros piensan que debemos reunirnos el sábado. Son muchas las distinciones. ¿Cómo pueden todos los creyentes llegar a la unidad de la fe? Un hermano puede leer en la Biblia que es más razonable reunirse el Sábado, el día de reposo, que el día del Señor, por lo que recalca este asunto en su comunión. Pero quizás otro hermano diga que puesto que la Biblia habla del día del Señor, los creyentes neotestamentarios deben reunirse el día del Señor. Si estos dos hermanos discuten entre sí, acabarán dividiéndose en dos grupos: uno que considera que debemos reunirnos el día del Señor, y otro que considera que debemos reunirnos el día sábado. ¿Cómo podemos llegar a la unidad de la fe? Todo depende de la manera en que definimos la fe.

En Efesios 4:13 Pablo habla de la necesidad de que todos lleguemos a la unidad de la fe, lo cual no sólo incluye a los santos, sino también a las personas dotadas mencionadas en el versículo 11. Las personas dotadas también necesitan llegar a la unidad del pleno conocimiento del Hijo de Dios; así, todos llegaremos a un hombre de plena madurez. Si la luz que recibimos se mantiene solamente en la superficie de la verdad, será imposible que lleguemos a la unidad de la fe. Es únicamente en el Hijo de Dios que podemos llegar a la unidad de la fe. Si verdaderamente conocemos al Hijo de Dios en lo profundo de nuestro ser, no nos importará guardar el día del Señor o guardar el Sábado. Romanos 14:5 dice: “Uno hace diferencia entre día y día; otro juzga iguales todos los días. Cada uno esté plenamente convencido en su propia mente”. Los judíos le preguntaron al Señor Jesús con respecto a profanar el Sábado, y el Señor les respondió, diciendo: “El Hijo del Hombre es Señor del Sábado” (Mt. 12:8). En realidad, lo importante no es el Sábado sino el Señor.

A fin de administrar la iglesia, los hermanos deben ver a Cristo. Sólo cuando tomemos a Cristo como el centro y prestemos toda nuestra atención a Él, podremos llegar a la unidad de la fe. Es únicamente en el Hijo de Dios que nuestra fe puede ser una sola. Una vez que nos desviemos de este centro, la unidad desaparecerá. Cuanto más nos aferremos a este centro —Cristo, el Hijo de Dios— menos problemas tendremos; sin embargo, si perdemos el centro, tendremos problemas. Tomemos por ejemplo una rueda. Si miramos el eje, vemos un solo punto, pero si miramos el aro, vemos muchos puntos. Si verdaderamente conocemos al Hijo de Dios, no habrá disputas entre nosotros. Este conocimiento no depende de una comprensión mental, sino del crecimiento en vida; este conocimiento no se encuentra en la mente, sino en la experiencia. Por esta razón, Efesios 4:13 dice a continuación: “A un hombre de plena madurez, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo”. A partir de este versículo podemos ver que el conocimiento viene como resultado de llegar a un hombre de plena madurez, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo.

En 1935 cuando yo estaba en Chifú, conocí a un hermano que se reunía en un lugar al oriente de la provincia de Shantung. La reunión era muy buena, pero ese año hubo problemas. Un hermano pensaba que todos los creyentes tenían que pasar por la gran tribulación antes de ser arrebatados, pero otro decía que el arrebatamiento ocurriría antes de la gran tribulación. Esto produjo una discusión entre ellos. Algunos estaban a favor del pensamiento de que seremos arrebatados antes de la tribulación, mientras que otros estaban a favor del pensamiento de que seremos arrebatados después de la tribulación. Al principio se reunían aproximadamente de cincuenta a sesenta personas, pero al final de ese periodo de discusión, se estaban reuniendo menos de diez. Como resultado, algunos de ellos acudieron a mí para tener comunión. Les dije que si nuestra discusión no ayuda a otros a conocer a Cristo, debemos posponer dicha discusión. Aunque ganemos la discusión en lo referido al arrebatamiento, ¿de qué sirve si las personas no conocen a Cristo? Si conocemos y experimentamos al Hijo de Dios, el asunto de la profecía en cuanto al arrebatamiento no nos importará. La unidad de la fe entre los santos no depende del arrebatamiento; más bien, depende del Hijo de Dios, Cristo.

En cuanto a la administración y dirección de la iglesia, los hermanos deben adherirse firmemente a este punto: cualquier práctica que no esté en contradicción con el Hijo de Dios, Cristo, es aceptable. Si hemos visto este gran principio, no tendremos discusiones. La razón por la cual discutimos es que no hemos visto adecuadamente este gran principio. Por ejemplo, cuando los hermanos hablan de cierto problema, algunos insisten en que es necesario hacer algo al respecto, mientras que otros afirman que es suficiente verlo. Si tomamos a Cristo —el Hijo de Dios— como nuestro criterio y ampliamos nuestra perspectiva, no habrá problemas. Todos nuestros problemas se deben a que tenemos un conocimiento y una visión inadecuados acerca del Hijo de Dios. Por ejemplo, mientras estoy aquí de pie, ustedes pueden ver que en mi cara tengo una boca, una nariz, dos ojos y dos orejas, pero si miran mi cabeza por detrás, no verán nada. Si una persona me mira solamente por delante y otra me mira solamente por detrás, tendrán interminables discusiones con respecto a cómo soy físicamente. Esto se debe a que tienen una visión incompleta de mí. Todas nuestras discusiones se deben a que tenemos una visión inadecuada del Hijo de Dios. El Sábado no es simplemente una cuestión del Sábado, sino un asunto basado en lo que hemos visto del Hijo de Dios. Si sabemos quién es el Hijo de Dios y lo que es Su vida, el problema quedará resuelto. Podemos decir lo mismo acerca de las discusiones en cuanto al bautismo por inmersión. Cuanto más veamos al Hijo de Dios, más claridad tendremos en cuanto a si necesitamos o no ser bautizados por inmersión. Todos los que verdaderamente han visto al Hijo de Dios no se aferrarán a su opinión ni insistirán en nada.

Sucede lo mismo con respecto a la práctica de cubrirse la cabeza, la cual tiene que ver con las hermanas. Si en verdad las hermanas conocen al Hijo de Dios, espontáneamente se cubrirán la cabeza cuando oran, sin que nadie les dé un mensaje sobre esta práctica. Con base en nuestra experiencia sabemos que de nada sirve exhortar a las hermanas a que se cubran la cabeza, aun si los hermanos citan 1 Corintios para mostrarles que una hermana debe cubrirse la cabeza para ser sumisa. Aun si esto lograra que las hermanas usaran el velo, dicha práctica carecería de sentido. Pero si una hermana verdaderamente ve al Hijo de Dios y de veras toca al Señor de gloria, ella se cubrirá la cabeza sin que los hermanos le hablen acerca de esta práctica. La unidad de la fe depende por completo de que tengamos el pleno conocimiento del Hijo de Dios.

Supongamos que tenemos muy claro que la iglesia es la iglesia y que no debemos designarla con nombres, tales como la Iglesia Luterana, la Iglesia Wesleyana, la Iglesia Presbiteriana, la Iglesia Bautista, la Iglesia Adventista del séptimo día y otros nombres por el estilo, porque ninguna iglesia es mayor que Cristo. Si nos encontramos con alguien que es wesleyano y le decimos: “La iglesia no puede denominarse con ningún nombre”, ¿lograremos con nuestra exhortación que él sea uno con nosotros? No. Aun si él tratara de ser uno con nosotros debido a nuestra exhortación, esta unidad no tendría valor. A veces hablar de esta manera puede lograr peores resultados; es decir, podemos discutir con él y hacer que tenga un sentimiento adverso hacia nosotros. Esto no producirá nada de valor.

¿Cómo podemos llegar a la unidad de la fe y del pleno conocimiento del Hijo de Dios? Si conocemos adecuadamente al Señor de gloria y le damos la suficiente libertad de actuar en nosotros, estaremos llenos de Cristo, el Hijo de Dios, cuando estemos con el hermano que es wesleyano. Entonces no le hablaremos acerca de la denominación wesleyana, ni nos pondremos a hablar de las demás denominaciones; más bien, tendremos comunión con él acerca del precioso Cristo, a quien hemos visto y quien está en nosotros como esperanza de gloria. Cuando le compartamos de esta manera, la denominación wesleyana no será un problema. No habrá necesidad de que lo exhortemos a dejar la denominación wesleyana, pues él mismo la abandonará. Así, debido a nuestro conocimiento del Hijo de Dios, podremos de manera espontánea llevar a las personas a que conozcan al Hijo de Dios.

Es preciso que veamos el centro y no quitemos nuestra atención de dicho centro. Cuando hagamos esto, no necesitaremos hablar de la unidad, pues espontáneamente seremos uno con los demás. El bautismo por inmersión no será nuestra opinión, la práctica de cubrirse la cabeza no será nuestra doctrina, y ser rescatados de las denominaciones no será nuestro credo; nuestro único centro será el Hijo de Dios: Cristo. Llegar a la unidad de la fe es llegar a la unidad del pleno conocimiento del Hijo de Dios. De esta manera, en términos de la experiencia llegaremos a un hombre de plena madurez, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo.

(Cómo administrar la iglesia, capítulo 3, por Witness Lee)