Cómo administrar la iglesia, por Witness Lee

Más extractos de este título...

EL FUNDAMENTO DE NUESTRA PREDICACIÓN ES CRISTO

Alguien podría preguntar: “¿Por qué algunos colaboradores enseñan a las personas que no se vistan a la moda ni se pinten los labios ni vayan al cine?”. Si simplemente nos centramos en si está bien pintarse los labios o vestirse a la moda, no seremos más que predicadores que pueden mejorar la sociedad. Al enseñar a las personas que no hagan ciertas cosas, como ir al cine, vestirse a la moda o hacerse una permanente, debemos tener a Cristo como el firme fundamento. Es únicamente cuando enseñamos basándonos en Cristo como fundamento que nuestra enseñanza tiene un verdadero valor e impacto. No podemos vestirnos a la moda porque Cristo está en nosotros; no podemos ir al cine porque Cristo está en nosotros. El hecho de no vestirnos a la moda ni ir al cine debe provenir de Cristo. Si no proviene de Cristo, no importa si nos ponemos ropa llamativa o ropa sencilla. Nuestra predicación únicamente debe trasmitir a Cristo mismo. Nosotros predicamos a Cristo para edificar a los santos, fortalecerlos en su fe y perfeccionarlos. El material con el cual edificamos a los demás, los fortalecemos en su fe y los perfeccionamos es Cristo mismo. Cada mensaje debe estar centrado en Cristo; cada exhortación debe estar unida a Cristo y tener a Cristo como el fundamento. Nuestras exhortaciones deben conducir a las personas a Cristo.

No estamos aquí para estudiar asuntos doctrinales. Tampoco estamos aquí para aprender a predicar desde el podio, para aprender a conversar con las personas ni para aprender a servir en la iglesia; todas estas cosas no son más que asuntos técnicos. Fundamentalmente, tenemos que conocer a Cristo, experimentar a Cristo y ganar a Cristo en nuestro interior. De este modo, podremos ministrar e impartir a Cristo en cuanto surja la necesidad. Entonces podremos suministrar a otros el Cristo a quien conocemos y experimentamos aplicando las técnicas para hablar y los métodos correctos para laborar que hemos aprendido.

(Cómo administrar la iglesia, capítulo 4, por Witness Lee)