LO QUE SE NECESITA NO ES UNA MEJORÍA EXTERNA,
SINO EL CRECIMIENTO INTERNO DE CRISTO
Pablo jamás se olvidaba de la necesidad de que Cristo fuese forjado en el hombre. A él le preocupaba el hecho de que aunque los creyentes efesios habían recibido a Cristo, aún no tenían el profundo sentir de que Cristo moraba en sus corazones, es decir, en lo que se refiere a sus sentimientos y emociones. Por esta razón, Pablo oró pidiendo que Dios les concediera a ellos, conforme a las riquezas de Su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por Su Espíritu, para que Cristo hiciera Su hogar en sus corazones por medio de la fe.
Al parecer, Pablo estaba “obsesionado” con el asunto de que Cristo estuviera en nosotros, y esto llegó a ser su espíritu y actitud. Pablo sabía que Cristo aún no estaba en los corazones de los creyentes de Éfeso, pese a que Él estaba en ellos. Si alguien nos pregunta si Cristo está en nosotros, sin duda responderemos que sí. Pero la pregunta es: ¿verdaderamente lo amamos con nuestro corazón? Tomemos por ejemplo el asunto del matrimonio. Si pudiéramos ver lo que hay en el interior de una pareja que está próxima a casarse, descubriríamos que sus emociones y sentimientos están completamente centrados en el matrimonio. La oración de Pablo no tenía otro fin, pues sólo se centraba en que la gloria de Dios pudiera operar en los creyentes de tal modo que ellos, al creer en Cristo y al confesar a Cristo, pudieran percibir a Cristo, amar a Cristo y ser llenos de Él, y así Cristo pudiera hacer su hogar en sus corazones.
La preocupación principal de Pablo tenía que ver con que Cristo estuviera en los creyentes. En nuestra obra y servicio de administrar la iglesia, debemos tener esta clase de espíritu, teniendo la expectativa de que los creyentes tengan a Cristo en su interior y que Cristo entre en ellos. Por ejemplo, supongamos que un hermano siempre murmura y se enoja en las reuniones de comunión. ¿Qué clase de espíritu y actitud debemos tener para con este hermano? Si nuestro deseo es que este hermano controle su enojo, éste será nuestro espíritu y actitud para con él.
En la iglesia donde servimos, es posible que haya un hermano al cual le gusta hablar y tiene un mal genio, y es posible que los hermanos y hermanas encuentren difícil tolerarlo. Como hermano responsable que es, quizás usted espere que él controle su enojo, pero si después de unos cuantos años no muestra ningún cambio, es posible que desee que dicho hermano no vuelva más a las reuniones para que no afecte a otros. Si continúa viniendo, es posible que incluso usted le empiece a tener aversión. Aunque no se atrevería a reconocerlo, éste puede llegar a ser su espíritu y actitud. Si un hermano se enoja en la iglesia y lo único que usted espera es que controle su enojo, eso indica que no ha visto lo que es servir en la iglesia. En lugar de desear que él controle su enojo, debe desear que él perciba a Cristo en su interior. Esto significa que él percibirá a Cristo en su interior y responderá al Cristo que mora en él. Si todos los servidores en la iglesia son como Pablo, quien estaba “obsesionado” con este asunto, no tendrán la expectativa de que dicho hermano controle su enojo, sino más bien que Cristo pueda crecer en él.
(Cómo administrar la iglesia, capítulo 9, por Witness Lee)