Conocimiento de la vida, El, por Witness Lee

II. CUATRO LEYES

Cada una de las tres vidas que está en nosotros los salvos, tiene una ley. Por lo tanto, no sólo existen tres vidas en nosotros, sino también tres leyes que pertenecen a estas tres vidas. Además de éstas, tenemos la ley de Dios fuera de nosotros. Entonces por dentro y por fuera, se encuentra un total de cuatro leyes. Esto es lo que nos revelan Romanos 7 y 8.

A. La definición de las cuatro leyes

La ley constituye el tema central de los capítulos siete y ocho de Romanos. Previamente, en el capítulo seis, el apóstol dice: “Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros, pues no estáis bajo la ley”. El hecho de que no estamos bajo la ley es la única razón por la cual el pecado no se enseñoree sobre nosotros. Por lo tanto, para explicar la declaración de que no estamos “bajo la ley”, el apóstol a continuación habla de la ley en los capítulos siete y ocho. El capítulo siete comienza así: “¿Acaso ignoráis, hermanos (pues hablo con los que conocen la ley), que la ley se enseñorea del hombre mientras éste vive?” Y otra vez: “Pero ahora estamos libres de la ley, por haber muerto a aquella en que estábamos sujetos” (v. 6). Y continúa: “Pero yo no conocí el pecado sino por la ley” (v. 7). Y otra vez: “Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios” (v. 22). Todos estos versículos se refieren a la ley del Antiguo Testamento. Finalmente, él dice: “Pero veo otra ley en mis miembros que está en guerra contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros”. Y de nuevo, “Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, mas con la carne a la ley del pecado” (v. 25). Luego, en el capítulo ocho él afirma: “Porque la ley del Espíritu de vida me ha librado en Cristo Jesús de la ley del pecado y de la muerte” (v. 2). Con estas palabras el apóstol habla de cuatro leyes diferentes en total, las cuales están relaciona das con nosotros personalmente.

Primero tenemos “la ley de Dios” (7:22, 25), es decir, la ley del Antiguo Testamento, la cual anuncia todo lo que Dios requiere de nosotros. En segundo lugar, “la ley de mi mente” (7:23), la cual está en nuestra mente, nos induce a querer hacer el bien; por lo tanto, también puede llamarse la ley del bien que está en nuestra mente. En tercer lugar, “la ley del pecado que está en mis miembros” (7:23) nos hace pecar. Por manifestarse en los miembros de nuestro cuerpo la función de esta ley interior que nos hace pecar, es llamada “la ley del pecado que está en mis miembros”. En cuarto lugar, “la ley del Espíritu de vida” (8:2) nos hace vivir en la vida de Dios. El Espíritu del cual procede esta ley es el Espíritu de vida, un espíritu mezclado que se compone del Espíritu de Dios, de la vida de Dios y de nuestro espíritu humano. Por lo tanto, se llama “la ley del Espíritu de vida”. Además, puesto que este Espíritu contiene la vida, pertenece a la vida y es vida, la ley de este Espíritu se llama “la ley de vida”. Con respecto a las cuatro leyes, una está fuera de nosotros (la ley de Dios), y las otras tres se encuentran dentro de nosotros (la ley del bien que está en la mente, la ley del pecado en el cuerpo y la ley del Espíritu de vida en nuestro espíritu).

B. El origen de las cuatro leyes

Cada una de las cuatro leyes tiene un origen diferente. La ley de Dios, escrita en tablas de piedra, fue dada a los hombres por Dios mediante Moisés durante los tiempos del Antiguo Testamento. Las tres otras leyes provienen de las tres vidas mencionadas anteriormente. Sabemos que cada vida tiene una ley. Aunque una ley tal vez no se origine en una vida, no obstante una vida siempre tiene una ley. Por tener nosotros tres vidas distintas, tenemos tres leyes que corresponden a las tres vidas diferentes.

La ley del bien en la mente proviene de la buena vida creada, la cual no obtuvimos en el momento de nuestra salvación, sino en el momento de nuestro nacimiento. Es un don natural de la obra creadora de Dios, no un don de Su salvación. Antes de que fuéramos salvos, frecuentemente nuestra mente y pensamiento tenían la tendencia o deseo natural de hacer el bien, de honrar a nuestros padres, de ser benévolos para con los hombres o de lamentarnos, esperando reformarnos y resolviéndonos a avanzar. Estos pensamientos de hacer el bien y mejorar provienen de la ley del bien que se encuentra en nuestra mente. Además demuestran que, aun antes de nuestra salvación, esta ley del bien ya estaba en nosotros.

Algunas personas, basándose en Romanos 7:18 (“Pues yo sé que en mí ... no mora el bien”), concluyen que ni antes ni después de ser salvos había nada bueno en nosotros; así que, la ley del bien que está en nuestra mente no pudo haberse originado en nuestra vida según fue creada originalmente, y menos todavía pudo haber existido antes de nuestra salvación. Sin embargo, si leemos Romanos 7:18 cuidadosamente, vemos que esta conclusión es errónea, porque cuando Pablo dice que en nosotros no mora el bien, se refiere a la condición de nuestra carne. Y la carne mencionada aquí, según el contexto de los versículos 21, 23 y 24, se refiere a nuestro cuerpo caído y trasmutado. En nuestro cuerpo caído y trasmutado, es decir, en nuestra carne, no mora el bien. Esto no significa que en nosotros, los seres caídos, el bien no exista en absoluto. Por lo contrario, se nos dice claramente, más adelante en el capítulo, que dentro de nosotros los seres caídos existe una voluntad que desea hacer el bien y una ley de bien en nuestra mente. Tanto la voluntad como la mente son partes de nuestra alma. Por lo tanto, aunque no hay nada bueno en nuestro cuerpo caído y trasmutado, existe un elemento de bondad en la mente y también en la voluntad de nuestra alma, incluso después de la caída. Este elemento de bondad pertenece a nuestra buena vida creada. Por lo tanto, la ley del bien, la cual está en nuestra mente, pertenece a nuestra vida según fue creada originalmente y existía antes de nuestra salvación, incluso cuando nacimos.

Algunos dirán que nuestra buena vida creada, al ser corrompida por Satanás mediante la caída, ha perdido su elemento de bondad. Esto también es erróneo. Por ejemplo, añadir un elemento agrio a un vaso de agua de miel daña el sabor dulce, pero no elimina el elemento dulce. Aunque el hombre ha sido dañado por Satanás, su elemento de bondad todavía permanece. Es un hecho que el elemento de bondad creado en el hombre ha sido corrompido por Satanás y por eso se ha vuelto irremediable, pero no podemos decir que se ha corrompido al punto de no existir. Si uno rompe un vaso, el vaso se desintegrará en pedazos, pero su elemento permanecerá. Puede ser que echemos un pedazo de oro en un estanque sucio, pero el elemento de oro sigue existiendo. Aunque nuestro honor para con nuestros padres, nuestro amor fraternal, nuestra lealtad, sinceridad, decoro, moralidad, modestia y pudor son más o menos impuros; no obstante, estos elementos son genuinos. Así que, podemos concluir que a pesar de haber sido contaminados nuestros elementos, todavía siguen existiendo después de la destrucción; aunque son muy débiles, permanecen todavía. Esta es la razón por la cual los sabios y filósofos chinos han descubierto que dentro del hombre existen algunas “virtudes resplandecientes” y una “consciencia innata”, etc., y han concluido que la naturaleza del hombre es buena. El descubrimiento de estos filósofos con respecto a la naturaleza humana en verdad está correcto, porque dentro de nosotros los seres caídos, todavía existe el elemento de bondad y la ley que naturalmente nos induce a querer hacer el bien.

La ley del pecado en los miembros proviene de la vida caída y maligna de Satanás. Ya hemos dicho que debido a la caída de Adán al pecar, es decir, al comer el fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal, la vida de Satanás entró en el hombre. En esta vida está contenida la ley del mal, es decir, la ley del pecado en los miembros. Puesto que la vida de Satanás es maligna, la ley que proviene de su vida espontáneamente hace que el hombre peque y cometa maldad.

La ley del Espíritu de vida proviene del Espíritu de vida que está en nuestro espíritu, y de la vida increada y divina de Dios. Cuando recibimos al Señor y fuimos salvos, el Espíritu de Dios junto con la vida de Dios entró en nuestro espíritu y se mezcló con nuestro espíritu para llegar a ser el Espíritu de vida. En la vida del Espíritu de vida, se encuentra una ley que es la ley del Espíritu de vida, es decir, la ley de vida.

Por lo tanto, debemos ver claramente que cuando fuimos salvos, Dios no puso en nosotros la ley del bien; al contrario, El puso en nosotros la ley de vida. El propósito de Dios en nosotros consiste en darnos vida, y no bondad. Cuando Dios nos salva, pone la ley de vida en nosotros. La ley del bien no es dada por medio de la salvación de Dios, sino por medio de la creación. El elemento de hacer el bien, el cual está en nosotros, es inherente. Cuando Dios nos salva, El pone Su vida en nosotros. Esta vida contiene una ley de vida, la ley del Espíritu de vida. Obtenemos esta ley en el momento de nuestra salvación, y esta ley proviene de la salvación de vida que Dios nos da.

Por lo tanto, con respecto al origen de estas cuatro leyes, podemos decir que la ley de Dios, derivada de Dios, es de Dios; la ley del bien en la mente, derivada de la vida del hombre, es del hombre; la ley del pecado en los miembros, derivada de la vida de Satanás, es de Satanás; y la ley del Espíritu de vida, derivada del Espíritu de vida, es del Espíritu.

(Conocimiento de la vida, El, capítulo 9, por Witness Lee)