I. LA BASE BIBLICA
Aunque la Biblia no lo menciona explícitamente, en realidad sí habla del sentir de vida. Romanos 8:6 dice: “Porque la mente puesta en la carne es muerte, pero la mente puesta en el espíritu es vida y paz”. Este versículo nos habla claramente del sentir de vida, porque la paz aquí mencionada denota claramente algo que sentimos. Esta paz no se refiere al ambiente exterior, sino a la condición interior; por tanto, es ciertamente algo que se siente. Puesto que la paz aquí mencionada es algo que se siente, la muerte y la vida que se mencionan aquí también son perceptibles.
La sensación de muerte nos hace sentir el elemento de la muerte. Los elementos de la muerte son: debilidad, vacío, opresión, oscuridad y dolor. La muerte incluye por lo menos estos cinco elementos, y la suma total de estos elementos en gran parte equivale a la muerte. La muerte debilita a los hombres; y cuando los hombres se debilitan mucho, mueren. La muerte vacía a los hombres, porque acaba con todo. La muerte deprime y desalienta a los hombres; los más deprimidos y callados son los muertos. La muerte también ensombrece a los hombres; los que están en la oscuridad más profunda son los que han entrado en la muerte. Al mismo tiempo, la muerte le causa dolores al hombre; el que sufre más dolor es el que ha caído en la muerte. Todos éstos son los elementos de la muerte; así que, cuando los sentimos, sentimos la muerte.
Estas sensaciones de muerte son producidas cuando nos ocupamos de la carne. Cada vez que nos ocupamos de la carne, inmediatamente tenemos estas sensaciones de muerte. Por ejemplo, si por la tarde del día del Señor usted se ocupa un poco de la carne, cuando más tarde va a la reunión del partimiento del pan, se sentirá débil e incapaz de levantarse. Al mismo tiempo, se sentirá vacío, deprimido y tal vez hasta en tinieblas y con dolor. Todos estos sentimientos son las sensaciones de muerte. A veces cierta sensación parece más fuerte que las otras; a veces todas parecen iguales. No obstante, la sensación de muerte se debe al hecho de que hemos puesto la mente en la carne.
El sentir de vida es exactamente lo opuesto de la sensación de muerte. La sensación de muerte nos hace sentir débiles y vacíos, mientras que el sentir de vida nos hace sentir fuertes y satisfechos. El sentir de muerte hace que nos sintamos deprimidos, en tinieblas y adoloridos. El sentir de vida nos hace sentir vivos, resplandecientes y a gusto. Puesto que el sentir de vida hace que nos sintamos fuertes, satisfechos, vivos, resplandecientes y cómodos, también nos da la sensación de paz, es decir, nos hace sentir bien y a gusto.
Debemos darnos cuenta de que las cosas mencionadas en Romanos 8:6 están en contraste una con otra. La carne está en contraste con el espíritu, y la muerte está en contraste con la vida y la paz. Lo opuesto de la muerte no sólo es la vida, sino también la paz. Por lo tanto, la muerte incluye no sólo debilidad, vacío, depresión y oscuridad, sino también dolor. La debilidad, el vacío, la depresión y la oscuridad están en contraste con la vida, mientras que el dolor está en contraste con la paz.
La sensación de muerte se debe a que nos ocupamos de la carne, mientras que el sentir de vida y de paz se debe a que nos ocupamos del espíritu. Cuando vivimos en el espíritu, seguimos el espíritu y nos ocupamos del espíritu, nos sentimos fuertes y satisfechos interiormente; al mismo tiempo también nos sentimos llenos de energía, resplandecientes, a gusto y tranquilos. Por ejemplo, si el Espíritu Santo le da a usted cierto sentir, y si usted lo atiende y lo obedece, se sentirá fuerte y satisfecho por dentro; al mismo tiempo se sentirá vivo, resplandeciente, a gusto y tranquilo. Así que tendrá la sensación de vida y paz, porque su mente está puesta en el espíritu.
Romanos 8:6 menciona el sentir de vida porque anteriormente mencionó tres cosas: el Espíritu, la vida y la ley de vida. El Espíritu está en nosotros y se hace un espíritu con nuestro espíritu; la vida está incluida en el Espíritu como el contenido del Espíritu; y la ley es la capacidad y función natural de la vida. Estos tres juntos llegan a ser la ley del Espíritu de vida, la cual tiene la responsabilidad en nosotros por todos los asuntos de la vida, dándonos cierto sentir en todo momento y en todo lugar. Cuando nos ocupamos del espíritu y actuamos y vivimos conforme al espíritu, esta ley nos da la sensación de vida y paz. Sentir vida es sentirse fuerte, satisfecho, vivo, resplandeciente y fresco. Sentir paz es sentirse bien, a gusto, tranquilo, y natural. Si nos ocupamos de la carne y actuamos y vivimos conforme a la carne, esta ley nos dará la sensación de muerte, es decir, nos sentiremos débiles, vacíos, deprimidos, en tinieblas y adoloridos.
Por lo tanto, lo que Romanos 8:6 dice es todo un asunto de lo que se siente, y este sentir o consciencia nos es dado por la ley del Espíritu de vida. Puesto que la ley del Espíritu de vida pertenece a la vida, la sensibilidad o consciencia que nos da también pertenece a la vida. Por consiguiente, puesto que esta ley nos da la consciencia mencionada en Romanos 8:6, pertenece al sentir de vida.
La segunda porción de la Escritura relacionada con el sentir de vida es Efesios 4:19, la cual dice que los gentiles, “después que perdieron toda sensibilidad, se entregaron a la lascivia para cometer con avidez toda clase de impureza”. Esto nos dice que la gente mundana comete pecado y maldad cuando quiera porque ha renunciado a toda sensibilidad. De hecho, cuando un hombre peca y hace lo malo, debe de haber ya renunciado a los sentimientos que lleva adentro. Cuando un hombre peca y comete maldades, no podemos decir que no tiene sentimientos, pero al menos sí podemos decir que los ha dejado a un lado. Si uno no deja a un lado sus sentimientos, y si uno está restringido por los sentimientos interiores, ¿cree usted que todavía puede uno cometer pecado y hacer lo malo? Todo aquel que peque e incurra en maldad debe dejar a un lado sus sentimientos. Cuando alguien hace trampas, hurta, golpea y roba a otros, o comete cualquier obra mala y perversa, debe hacer a un lado sus sentimientos. Cuanto más peque e incurra en maldad, más debe desatender la consciencia interna. Por lo tanto, un hombre perverso y maligno carece de sentimientos, mientras que un hombre bueno y benévolo es rico en sentimientos.
Ahora bien, ¿cuál es más fuerte, el sentir interior del cristiano o del gentil? Comparando a los cristianos con los incrédulos, ¿cuál es más fuerte, la consciencia que tenemos nosotros o la de ellos? Debemos contestar que nuestros sentimientos son mucho más fuertes, porque, además de los sentimientos que ellos tienen, nosotros tenemos por dentro las sensaciones de vida, las cuales les hacen falta. Por consiguiente, si pecamos e incurrimos en maldad, debe ser porque hemos dejado a un lado nuestros sentimientos aun más enérgicamente que ellos. Por esta razón, la Escritura nos exhorta a no desechar toda sensibilidad como hacen los gentiles. La Escritura así nos ruega para que atendamos el sentir interior. Por supuesto, esto subraya claramente la necesidad de prestar atención al sentir de vida. Efesios 4, después de exhortarnos a no ser como los incrédulos que desechan toda sensibilidad, pasa a decir que debemos despojarnos del viejo hombre y vestirnos del nuevo. Este nuevo hombre pertenece a la vida que está en el Espíritu. Para vivir en este nuevo hombre, debemos vivir en la vida que está en el Espíritu. Por lo tanto, Efesios 4 nos exhorta a no ser como los incrédulos, quienes desechan toda sensibilidad, sino a vivir en este nuevo hombre. Esto significa que debemos vivir en la vida que está en el Espíritu, prestar atención al sentir de vida que está en el Espíritu, y vivir conforme a este sentir.
Además, casi todas las epístolas de los apóstoles tienen palabras de bendición y salutación en las cuales se mencionan la gracia y la paz. La gracia es Dios obtenido por nosotros, y la paz es la sensación que resulta de haberlo obtenido. Dios, quien obtenemos como vida y disfrute, es la gracia. Esta gracia que está en nosotros trae paz; nos hace sentir una tranquilidad interior. Una persona que experimenta a Dios y disfruta la vida de Dios y diariamente prueba el poder de la vida de Dios, debe de tener paz interior. La paz es lo que él siente cuando disfruta la gracia. Por lo tanto, si no tenemos paz interior, o si casi no la percibimos, esto demuestra que carecemos de la gracia. Carecer de la gracia significa carecer de Dios. Puesto que no hemos obtenido a Dios suficientemente dentro de nosotros ni hemos obtenido un suministro suficiente de la vida de Dios ni tampoco hemos experimentado suficientemente el poder de la vida de Dios, carecemos de paz interior. Si interiormente hemos obtenido una cantidad adecuada de Dios y hemos experimentado a Dios y la vida de Dios de una manera adecuada, por dentro tendremos suficiente paz. Esta paz no es paz en el ambiente, sino una condición de paz interior. Debemos creer que la paz mencionada en los saludos de los apóstoles es esta clase de paz interior. La paz interior es un asunto de tener cierta consciencia o sentir. Al querer los apóstoles que la gente tuviera paz, deseaban que la gente tuviera la paz del sentir interior, o sea, la paz interior. El sentir interior de paz es el sentir de vida. Por lo tanto, cuando expresaban su deseo de que la gente tuviera la sensación de paz por dentro, querían que la gente prestara atención al sentir interior de la vida.
(
Conocimiento de la vida, El, capítulo 5, por Witness Lee)