VI. LA LEY DE VIDA Y LA ENSEÑANZA DE LA UNCION
Aunque la ley y los profetas del Antiguo Testamento podían ayudar a los hijos de Israel a conocer a Dios, todo eso era el conocimiento exterior y no el interior. Por lo tanto, en los tiempos neotestamentarios, Dios puso en nosotros Su Espíritu con Su vida, capacitándonos así para conocerle interiormente. La ley de vida, la cual proviene de Su vida, toma el lugar de la ley del Antiguo Testamento y nos capacita para conocer Su naturaleza interiormente. La enseñanza de la unción toma el lugar de los profetas del Antiguo Testamento y nos capacita para conocer interiormente a Dios mismo y Su voluntad.
A. La ley de vida
La ley de vida es una característica y función natural de la vida; esta característica de la vida es la naturaleza de la vida. Por lo tanto, cuando la ley de la vida de Dios en nosotros expresa su función y nos regula, siempre nos revela la naturaleza de Dios. De esta manera nos capacita para conocer la naturaleza de Dios. Este conocimiento no requiere la enseñanza del conocimiento exterior, ni tampoco las regulaciones exteriores de la ley de letras y ordenanzas, sino que viene por medio de una sensibilidad natural dada a nosotros por la ley interior de la vida. Por ejemplo, si se pone vinagre en la boca de un bebé, lo escupirá. Pero si se le pone azúcar, lo tragará. La capacidad que un bebé tiene para distinguir entre lo agrio y lo dulce no se basa en ninguna enseñanza, sino en la función natural de la vida. De igual manera, al que acaba de salvarse y de recibir la vida de Dios, no le gusta cometer pecado. No es por tener miedo del castigo del pecado, sino porque la santa naturaleza de la vida de Dios dentro de él le dio una sensibilidad que lo hace sentir repugnancia, aversión e intolerancia hacia el pecado. Esta sensibilidad es más profunda que la condenación de la conciencia. Por sentir tal odio hacia el pecado, llegamos a conocer la santa naturaleza de Dios.
Pablo dijo a los santos en Corinto: “Nos fatigamos trabajando con nuestras propias manos; nos maldicen, y bendecimos; padecemos persecución, y la soportamos. Nos difaman, y exhortamos” (1 Co. 4:12-13). Pablo pudo comportarse de esta manera no sólo porque la vida de Dios en él lo había hecho así, sino también porque la naturaleza de la vida de Dios en él era así. Cuando vivía en la vida de Dios de esta manera, tocó la naturaleza de Dios; en otras palabras, llegó a conocer la naturaleza de Dios.
La naturaleza de la vida de Dios, tal como la santidad, el amor, la honradez, el resplandor, etc., siempre es inmutable de eternidad en eternidad, sin importar los cambios de tiempo o de lugar. Por lo tanto, el carácter de la ley de Su vida también es fija e inmutable. A pesar del tiempo o del lugar, cada vez que obra la ley de la vida de Dios, somos capacitados para tocar la naturaleza de Dios, y esta naturaleza siempre es permanente e inmutable.
Cuando la ley de vida obra en nosotros, capacitándonos para conocer la naturaleza de Dios, da por resultado que el modo, el carácter y el sabor de todo nuestro vivir corresponde a la naturaleza de Dios. No es como la ley de letras del Antiguo Testamento, la cual sólo es una regulación exterior que exige que la vida exterior del hombre corresponda a la naturaleza de Dios. Esta es la ley de vida del Nuevo Testamento, la cual, por medio de la operación de esta vida por dentro, mezcla la naturaleza de Dios con la nuestra. De esta manera hace que nuestra naturaleza contenga el elemento de la naturaleza de Dios y que gradualmente llegue a ser semejante a la naturaleza de Dios. Lo que la naturaleza de Dios ama o aborrece, nuestra naturaleza también lo amará o lo aborrecerá. Ahora, cuando hagamos o aun queramos hacer las cosas tenebrosas e inmundas del pasado, la ley de vida dentro de nosotros nos hará sentir incómodos, antinaturales y desprovistos de paz. A la inversa, cuanto más hacemos las cosas de luz y santidad que corresponden a la naturaleza de Dios, más vida y paz sentimos dentro de nosotros. De esta manera, nuestro vivir cambia naturalmente para corresponder a la naturaleza de Dios por dentro.
(
Conocimiento de la vida, El, capítulo 11, por Witness Lee)