VIII. LA “ENSEÑANZA” EXTERIOR
Aunque las Escrituras, por un lado, dicen que podemos conocer a Dios y no necesitamos que otros nos enseñen porque llevamos dentro de nosotros la ley de vida y la enseñanza de la unción; por otro lado, hay muchos pasajes en las Escrituras donde se habla de la enseñanza del hombre. Por ejemplo, en pasajes como 1 Corintios 4:17; 14:19; 1 Timoteo 2:7; 3:2; 2 Timoteo 2:2, 24, etc., vemos que el apóstol enseñó a los hombres, y que quería que otros también aprendieran a enseñar a los hombres. Hay tres razones por esto.
Primero, aunque el sentir interior que nos proporcionan la ley de vida y la enseñanza de la unción, es suficiente para hacernos conocer a Dios y, por eso, no necesitamos la enseñanza del hombre, con todo y eso frecuentemente no escuchamos ni atendemos a ese sentir. Somos débiles, especialmente para escuchar las palabras de Dios. A veces no las oímos, y a veces no estamos dispuestos a oírlas. Los que no tienen mente sana, los que son subjetivos, los que insisten en sus propias opiniones, y los que a propósito se cierran, a menudo no pueden oír. Y los que no aman a Dios, los que no quieren pagar el precio para seguir al Señor, no están dispuestos a oír. Por no estar dispuestos a oír, desde luego no oyen. Como no oyen, menos quieren oír. Por lo tanto, muchas veces el problema no consiste en que Dios no hable, que Su vida no regule o que Su unción no enseñe, sino que nosotros no lo escuchamos. Job 33:14 dice: “Habla Dios una vez, y otra vez, sin que se le haga caso” (heb.). Nuestra condición a veces es peor todavía. Aun cuando Dios habla cinco, diez o veinte veces, todavía no lo escuchamos. Pero, gracias a Dios, El es perdonador y paciente. Si no escuchamos lo que nos dice interiormente, El usa la enseñanza de los hombres que viene de afuera para repetirlo. Ya ha hablado dentro de nosotros, pero por no escucharlo, nos enseña exteriormente mediante los hombres para repetir lo que ya nos dijo en nuestro interior.
En el Nuevo Testamento, mucha enseñanza sigue este principio de repetición. En las epístolas, encontramos este dicho: “¿No sabéis?” con frecuencia. Esto quiere decir que usted ya oyó y supo, pero que no ha atendido ni escuchado; así que, Dios usa al hombre para enseñarle nuevamente. Por lo tanto, muchas veces, cuando Dios emplea las palabras de las Escrituras o usa a Su siervo para enseñarnos, no lo hace para reemplazar Su enseñanza dentro de nosotros, sino para repetir lo que ya nos ha enseñado interiormente. Aunque la guía exterior y la enseñanza interior se ayudan mutuamente, la exterior no puede tomar el lugar de la interior. Es una mera repetición de la interior.
Por tanto, ahora cuando ayudamos a otros en asuntos espirituales, no debemos darles los Diez Mandamientos a fin de enseñarles a comportarse de una manera o de otra, objetivamente. Sólo podemos explicar lo que Dios ha ordenado en principio, dando así testimonio de las palabras que Dios habla dentro de ellos y repitiendo lo que Dios ya les ha enseñado interiormente. No debemos enseñar a los hombres objetiva y detalladamente en una u otra manera. Esto es lo que hicieron los profetas del Antiguo Testamento. En el Nuevo Testamento, sólo hay profetas para la iglesia, los cuales explican lo que Dios ha ordenado en principio. Para los individuos no hay profetas que decidan las cosas en detalle. La resolución de detalles es lo que Dios, por medio de la ley de vida y la enseñanza de la unción, da a conocer interiormente a cada hombre. Este es el principio del Nuevo Testamento. Así que, aunque debemos ser humildes y recibir la enseñanza de otros, lo que nos gobierna debe ser lo que la ley de vida dentro de nosotros ya ha promulgado o lo que la unción ya nos ha enseñado. De otro modo, no estará conforme al principio neotestamentario.
La segunda razón por la cual existe la enseñanza del hombre en el Nuevo Testamento es ésta: aunque la ley de vida y la unción pueden hacernos conocer a Dios, el sentir y la enseñanza que éstas nos dan se encuentran en nuestro espíritu. Si no recibimos una enseñanza adecuada desde afuera, resultará difícil que nuestra mente comprenda el sentir y la enseñanza que la ley de vida y la unción nos dan en nuestro espíritu. Si queremos que nuestra mente comprenda el sentir y la enseñanza que la ley de vida y la unción nos dan en nuestro interior, necesitamos que los hombres nos enseñen el camino de Dios exteriormente. Cuanto más recibamos de esta enseñanza exterior, más entenderá nuestra mente el sentir y la enseñanza que provienen de la ley de vida y la unción en nuestro interior. Y cuanto más recibamos de esta enseñanza exterior, más ayudará a nuestro espíritu a crecer, dándoles así a la ley de vida y a la unción aun más terreno y más oportunidad de manifestar sus funciones y darnos una sensibilidad y una enseñanza más profundas. Por lo tanto, aunque la ley de vida y la unción nos dan un sentir y una enseñanza interiormente, seguimos necesitando la enseñanza de los hombres que proviene de afuera. Sin embargo, esta enseñanza exterior no puede ni debe tomar el lugar del sentir y de la enseñanza de la ley de vida y de la unción que se encuentran en nuestro interior. Sólo sirve de ayuda para hacernos comprender el sentir y la enseñanza interiores y para proporcionar a la ley de vida y a la unción la oportunidad de darnos una consciencia y una enseñanza más profundas. La enseñanza de los hombres que viene desde afuera siempre debe tener un “amén” o un “eco” en el sentir y la enseñanza interiores. Entonces estará de acuerdo con el principio del Nuevo Testamento. La enseñanza y la guía interiores y exteriores no deben sustituirse, sino que deben corresponder el uno al otro.
En tercer lugar, aunque la ley de vida y la enseñanza de la unción pueden hacernos conocer a Dios en todas las cosas, muchas veces necesitamos que nos enseñen los que tienen el ministerio de palabras en la revelación de Dios para poder entender la verdad de lo profundo de Dios y el conocimiento fundamental de la vida espiritual. Necesitamos el conocimiento subjetivo que proviene de la unción y la ley de vida interiores, pero muchas veces, sin la enseñanza objetiva de otros, no podemos obtener el conocimiento subjetivo e interior. Por supuesto, en el Nuevo Testamento, la enseñanza exterior y objetiva no puede tomar el lugar del conocimiento interior y subjetivo; pero frecuentemente obtenemos el conocimiento interior y subjetivo debido a la enseñanza exterior y objetiva.
Por las tres razones que acabamos de mencionar, Dios frecuentemente levanta a los que tienen conocimiento y experiencia espiritual delante de El y dispone que nos enseñen y nos guíen. Por un lado, esperemos dar atención reverente a lo que Dios nos enseña en nuestro interior por medio de la ley de vida y la unción y, por otro, esperemos atender a la enseñanza que Dios nos da exteriormente por medio de los hombres. No debemos rechazar la enseñanza exterior de los hombres simplemente porque tenemos la ley de vida y la enseñanza de la unción interiores. En verdad damos gracias a Dios por darnos la ley de vida y la enseñanza de la unción en nuestro interior, pero aun así debemos humillarnos y vaciarnos para recibir la enseñanza y la guía que Dios nos da por medio de los hombres. Tengamos en cuenta que en el Nuevo Testamento, Dios no sólo nos da la ley de vida y la unción para enseñarnos interiormente, sino que también nos da a los que pueden enseñarnos y guiarnos exteriormente.
(
Conocimiento de la vida, El, capítulo 11, por Witness Lee)